Dirigida por Ilmar Raag (Klass) y protagonizada por Jeanne Moreau (Jules et Jim, La novia vestía de negro, La noche).
Ganadora del Premio del Jurado Ecuménico en el Festival Internacional de Cine de Locarno, es una delicada y conmovedora historia de comprensión y amistad.
Notas del director
Una historia personal fue el origen de este proyecto la de mi madre. Cuando estaba a punto de cumplir los 50, mi madre se divorció y sobrepasada por un sentimiento de soledad y vacío -tras la marcha de casa de sus hijos- cayó en una depresión hasta que le ofrecieron un trabajo en París que consistía en cuidar a una rica señora mayor estoniana. Esa experiencia cambió a mi madre por completo
Esta es la historia que hay tras Una dama en París.
Para mí, Frida, Anne y Stéphane representan diferentes facetas de un mismo tema: la relación de uno mismo con la vida, con el hecho de envejecer y la muerte. Por supuesto, es Frida quien encarna más claramente este conflicto pero Anne y Stéphane también permiten retratar otros aspectos de esta misma cuestión.
A medida que su vida se aproxima al final, Frida se siente mermada y necesita relacionarse con otra persona para sentirse viva. Frida se fue a París antes de la guerra en busca del amor y la libertad. Ahora tiene que afrontar las consecuencias de las decisiones que tomó. Su soledad se ve agravada por el hecho de haber roto todos los vínculos con su país de origen. A través de su relación con Stéphane, y después con Anne, la película aborda la cuestión del legado -lo que una persona deja tras de sí.
Anne y Stéphane tienen experiencia. Pueden elegir entre quedarse como están o cambiar. La película trata sobre la necesidad de sentirse vivo y sobre lo difícil que resulta para Anne -también para Stéphane- atreverse a expresar su deseo de liberarse de la influencia de Frida.
La película también va de París y de lo que París significa para un extranjero como yo. Es un lugar mítico en el que uno puede proyectar sus sueños y embarcarse en una especie de viaje de iniciación. Anne admira a Frida, a quien considera la perfecta Parisienne. En su pequeño pueblo de Estonia, Anne jamás hubiera podido empezar otra relación romántica y rehacer su vida. Tiene que irse a París para empezar a vivir de nuevo. Hay una escena en la que Anne escucha una canción de Joe Dassin, que no sólo le trae recuerdos de su lejana y olvidad juventud, sino que representa su sueño de una vida diferente. Mi madre siempre decía que después de haber estado en París ya podía morirse en paz.
De cuando estudiaba en la universidad de Tartu, a finales de los ochenta, recuerdo una proyección de la película Les favouris de la lune de Otar Iosseliani. Me cautivó la forma en que este director extranjero dio su visión muy personal de París. Por supuesto, Buñuel, Polanski y Bertolucci ya habían hecho algo así antes, pero Iosselini era diferente. Como yo, él venía del otro lado del Telón de Acero. Para un joven de clase humilde, la sola idea de conseguir un visado para marcharse del país, aunque sólo fuera como turista, era prácticamente inconcebible. Es por eso que París era una destinación mítica, como El Dorado.
Durante el rodaje, tuve que luchar constantemente para reprimir mi deseo de filmar un París de postal. Los miembros del equipo de rodaje francés me decían todo el rato que ese no era el París real. En el fondo sabía que tenían razón, pero la mezcla de la visiones que franceses y estonianos tenemos de París es muy rica y creo que lo que se ve en la película así lo refleja.
Anne está interpretada por la actriz estoniana Läine Magi, con quien ya había trabajado antes. Aprendió francés para el papel. Su poco conocimiento de la lengua la hace sentirse inferior a Frida y eso contribuye a la sumisión del personaje. Además, Läine Magi consigue exteriorizar los sentimientos más íntimos de Anne y la dota de una genuina melancolía.
Por el contrario, Frida está encarnada por Jeanne Moreau, la actriz legendaria que captura a la perfección la fragilidad de un personaje que se acerca al final de su vida y ve como todo aquello en lo que creía se va desmoronando a su alrededor.
Entrevista con el director Ilmar Raag
P: ¿De dónde surgió la historia de Una dama en París?
R: La historia parte, en gran medida, de mi vida personal. Estudié en París a principios de los noventa y fue entonces cuando me enteré de la historia de una mujer mayor estoniana -que prácticamente era francesa-, que había intentado suicidarse dos veces. Tras el segundo intento, cuando se despertó en el hospital, la mujer rompió a llorar porque estaba siendo forzada a vivir. Para mí esto era muy irónico. Me preguntaron si yo conocía a alguien que pudiera venir de Estonia a cuidar a esa mujer y les dije que sí: propuse a mi madre. En ese momento, no era consciente de lo que eso significaría para ella. Pensándolo más tarde, me di cuenta de que por aquel entonces mi madre era una figura algo triste: sus hijos ya se habían ido de casa, llevaba doce años viviendo sola -estaba divorciada- y no hablaba ni una palabra de francés. Pero algo pasó, porque cuando volvió después de haber pasado dos años en París, era una mujer completamente diferente.
Aunque pueda parecer que esta es una historia sobre gente mayor, para mí, más bien trata sobre como los hijos lidian con el envejecimiento de sus padres y sobre como a veces se pierde la esperanza y otras veces se recupera.
P: ¿Qué representa París para un estoniano?
R: Para mí, París era la ciudad a la que habían ido todos los artistas, especialmente, durante los años 20 y 30 del siglo pasado. Había leído muchas de las memorias de esos artistas y yo también quería ser parte de ese mundo. Ésa es la razón por la que me fui a estudiar a París. En cambio, para la generación de mi madre, que creció en la Estonia ocupada por los soviéticos, París representaba la posibilidad de vivir otra vida, una vida totalmente diferente. Por alguna razón, en la Unión Soviética se emitían comedias francesas de éxito y también sonaba música francesa en la radio y era muy popular. No sé muy bien porque era de Francia y no de otro país, pero era así. Tal vez por eso mi madre siempre dice que después haber estado en París uno ya puede morirse tranquilo, porque ha conseguido ver ese otro mundo, esa otra vida en la que el amor es posible. Claro que esta es una visión totalmente idealizada, forma parte de un mito.
P: ¿En qué momento pensaste en Jeanne Moreau para interpretar a Frida?
R: Al principio teníamos varias candidatas porque, cuando llegué a Francia, hablé con mis productores y les dije: Bueno, Frida es así como Jeanne Moreau
Y ellos inmediatamente me dijeron que no, que me la sacara de la cabeza, que Jeanne era una gran estrella y que jamás aceptaría el papel
Después de eso, estuvimos escribiendo y reescribiendo el guión y, dos años más tarde, el director de casting francés dijo: No nos engañemos más, todos sabemos que sólo hay una actriz perfecta para ese papel. ¡Intentémoslo!.
Le mandamos el guión a Jeanne Moreau y, tan sólo dos días después, ella misma nos llamó a la oficina. Nos dijo que le gustaba el guión, que había un par de escenas sobre las que le habría que hablar pero que le gustaba. Entonces le propuse encontrarnos un día para hablar y le dije si quería ver antes mi película anterior. Me dijo que no, que si iba a verla y podíamos hablar, haría la película.
P: ¿Qué crees que sedujo a Jeanne Moreau para aceptar el papel?
R: No tengo del todo claro, ni siquiera hoy, por qué aceptó finalmente. Tal vez por una de las cosas que nos explicó una vez, que es que cuando tienes 84 años, la mayoría de papeles que te ofrecen son de abuelas que están a punto de morir al principio de la película. Este guión, en cambio, le ofrecía un personaje protagonista que se mantiene con vida hasta el final de la película. No era un papel secundario. Ella ya llevaba tiempo haciendo papeles pequeñitos en películas francesas. Creo que a ella le gustó la idea de poder disfrutar construyendo un personaje de principio a fin.
Cuando la conocí, me di cuenta de que ella ya había estado pensando mucho en el personaje y que el personaje prácticamente ya estaba. Incluso llegó a decirme: No hablemos de psicología, simplemente déjame hacerlo. Para convencerme me contó algunas historias de su vida personal y me mostró que comprendía perfectamente lo que movía interiormente el personaje de Frida. Me gustaba el hecho de que Jeanne no fuera 100% francesa, su madre es inglesa. Así que comprendía bastante bien lo que supone esto de la emigración. Por último, también me cautivó que Jeanne haya sido una mujer libre durante toda su vida, no ha sido una mujer sumisa como lo es el personaje de Anne en la película.
Más adelante, cuando ya estábamos rodando la película, ella me contó que antes de cada día de rodaje se releía el guión de principio a fin para entender perfectamente en qué momento de la película se desarrollaban las escenas que íbamos a rodar.
Entonces comprendí que la forma en la que ella trabaja el personaje es muy similar a la forma en que trabaja el director. Hablábamos muy a menudo y Jeanne, a veces, proponía cambiar alguna línea de diálogo para ajustarla mejor al personaje. Sus sugerencias eran casi siempre inteligentes y acertadas. Así que no sé si puedo decir que realmente dirigí a Jeanne Moreau
Fue más bien una colaboración.
Festivales y premios internacionales
Festival Internacional de Cine de Locarno (Sección Oficial): Premio del Jurado Ecuménico
Festival Internacional de Cine de Seattle: Nominada a la Mejor Actriz (Jeanne Moreau)
Festival de Cine Tallinn Black Nights 2012: Nominada a Mejor Película
La crítica internacional ha dicho
"Una inolvidable interpretación de Jeanne Moreau". - (Boyd van Hoeij, VARIETY)
"Conmovedora y delicada". - (Fernando López, LA NACIÓN)
"Grandes interpretaciones". - (Olivier De Bruyn, POSITIF)
"Una película delicada, iluminada por el carisma de Jeanne Moreau". - (Mark Adams, SCREENDAILY)
"Una pintura realista del sueño parisino". - (Philippe Vilain, TRANSFUGE)
"Una grande Jeanne Moreau, soberbia". - (Isabelle Danel, LES FICHES DU CINÉMA)