Tres hermanas palestinas cristianas que perdieron sus tierras y estatus tras la Guerra de los Seis Días en 1967 no son capaces de enfrentarse a la dolorosa nueva realidad que se impuso desde entonces, en la Cisjordania ocupada, aferrándose desesperadamente al pasado. Pero en "Villa Touma" no vamos a ver héroes o víctimas sino seres humanos a medio camino de ambos extremos que tratan de mantener una dignidad que les fue arrebatada.

Las hermanas son los últimos restos de la minoría cristiana burguesa que, haciendo caso omiso de la migración masiva de otros aristócratas, se quedaron en Ramallah atrapadas por la nostalgia de su antigua gloria. Juliette, (Nisreen Faour), Violet (Ula Tabari) y Antoinette (Cherien Dabis) tienen un miedo en común: el miedo al cambio y al tiempo. Dentro de las paredes desmoronadas de la Villa, viven en sus propias burbujas personales, cada una con su propia sensibilidad, sus secretos, sueños y fracasadas historias de amor, ocultas tras una máscara de modales y decoro.

Esta atmósfera de éxtasis, irrealidad y tensión es repentinamente interrumpida por la llegada de su joven sobrina huérfana, Badia (Maria Zreik), cuyo temperamento fogoso desafiará la sofocante rutina de tres vidas congeladas en el tiempo acabando con el silencio teatral en el que viven. Así, la casa parecerá volver a la vida. A pesar de que resistirse al tiempo y al cambio es un esfuerzo inútil, en un último intento de preservar el nombre de la familia y su clase social, impostada ya, las tres hermanas querrán casarla a toda costa con un hombre de la burguesía cristiana.

Badia será obligada a asistir a cada funeral y a cada boda en busca de un buen marido. Pero su corazón tiene otros planes: enamorada de un hombre vinculado a la situación política de la región, Badia removerá fuertemente heridas y rencores históricos.