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The lady in the van cartel reducidoThe lady in the vanDirigida por Nicholas Hytner
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Como joven director que vivía en el norte de Londres a principios de la década de 1980, Nicholas Hytner solía recorrer una espléndida curva victoriana de una calle llamada Gloucester Crescent. Entonces, al igual que ahora, Gloucester Crescent era una bonita calle arbolada en la que vivían muchos nombres conocidos de la escena teatral y literaria de Londres, entre ellos el director y presentador de televisión Jonathan Miller, la escritora y periodista Claire Tomalin, el dramaturgo y novelista Michael Frayn, la novelista Alice Thomas Ellis y el dramaturgo Alan Bennett. Mientras Hytner la atravesaba de camino al bullicio urbano de la calle mayor de Camden, intentaba adivinar quién vivía en cada casa. Sabía que Alan Bennett vivía en el número 23. Era una casa bonita, no muy diferente a las demás de la calle. Pero lo que distinguía a ese número 23 era la decrépita, sucia y nada bonita furgoneta amarilla aparcada en su entrada, bajo la que se acumulaban varias capas de desechos, viejas bolsas de la compra y restos de alfombra.

Hytner sabía que una anciana de edad indeterminada vivía en la furgoneta. Era una figura conocida en Camden Town –lo que los lugareños tienden a calificar de 'personaje'– de la que a veces se burlaban los transeúntes y se metían con ella. Hytner también se fijó en un extraño sistema de cables que iba de la furgoneta a la casa. Lo que no sabía era lo que la furgoneta y la señora tenían que ver con Alan Bennett.

"No tenía ni idea de qué pintaba allí esa furgoneta ni de quién era esa anciana. Me pregunté por un momento si sería su madre. Pero entonces pensé que no podía tener a su madre en una furgoneta en la calle", recuerda Hytner. "Así que seguí mi camino".

El director y el dramaturgo no se conocieron propiamente hasta años más tarde, en 1989, que resultó ser justo después de que la señora muriera y la furgoneta dejara de estar allí. "Visité el número 23 para hablar de lo que se acabaría convirtiendo en la primera obra ["El viento en los sauces"] de una larga colaboración", recuerda Hytner. "No se me ocurrió preguntar por esa furgoneta amarilla. Más tarde descubrí que a nadie se le había ocurrido preguntarle nunca por la furgoneta, incluso cuando estaba allí. Los ingleses son demasiado educados".

Cuando Bennett se mudó inicialmente a Crescent a finales de los 60, la mujer, a la que acabaría conociendo como la señorita Shepherd, ya vivía allí en la furgoneta, aunque unos números más arriba de la calle. Se fue familiarizando con ella mientras la anciana y su furgoneta iban descendiendo poco a poco por Crescent, a medida que los dueños de las demás casas se iban cansando sistemáticamente de ella.

"Al cabo de un año llegó al final de la pendiente en la que se encuentra el número 23 y la tenía aparcada enfrente", explica Bennett. "Creo que no podía ir más lejos porque la furgoneta ya no funcionaba por aquel entonces. Me acostumbré a verla delante cuando me sentaba a trabajar ante la ventana en mirador".

Poco a poco, Bennett se convirtió en la única persona con la que se relacionaba de esa calle. "Porque vivía justo enfrente", apunta. "Usó el servicio un par de veces, lo que me espantó, la verdad, y creo que utilizó una vez el teléfono. Pero nunca quería nada, ni comida, ni nada por el estilo".

Durante un tiempo, la señorita Shepherd estuvo aparcada legalmente en la calle. Un comprensivo concejo de Camden pintó rayas amarillas en la calzada hasta llegar a la furgoneta y continuó pintándolas una vez pasada la misma.

"Pero, finalmente, decidieron que no podía seguir aparcada allí y que tenía que trasladarse", recuerda Bennett. "En ese momento, le dije que podía dejar la furgoneta en mi entrada, pensando que sería cuestión de unos meses. Acabaron siendo 15 años".

Hytner descubrió toda la historia cuando Bennett publicó unas memorias de esos años en la edición del 25º aniversario de la London Review of Books, en octubre de 1989. La directora de la revista, Mary Kay Wilmers, también vivía en Gloucester Crescent. Bennett se había tomado un breve descanso de sus labores teatrales para trabajar con más asiduidad en cine y televisión pero, en 1991, regresó a los escenarios en una racha muy productiva, en la que escribió "The Madness of King George III", dirigida por Hytner y representada en el National Theatre, que, en 1994, se trasladaría a la gran pantalla, también bajo la dirección de Hytner. En 1999, escribió la obra de teatro "The Lady In The Van", en la que Maggie Smith hacía de la señorita Shepherd.

Han hecho falta otros 15 años para que Bennett se sintiera listo para retomar el material y convertirlo en un filme. En 2006, Hytner y él habían transformado su obra de teatro de gran éxito "The History Boys" en una película nominada a dos premios BAFTA, al igual que ya hicieran con "La locura del rey Jorge", que consiguió 14 nominaciones a los premios BAFTA, además de hacerse con el premio Alexander Korda a la "mejor película británica", así como cuatro nominaciones a los Óscar, de los que se haría con uno. La colaboración en "The History Boys" había resultado tan estupenda que Bennett y Hytner estaban deseando volver a trabajar con los productores británicos de esa cinta, de reconocido prestigio, Kevin Loader, de Free Range Films, y Damian Jones, de DJ Films.

"Todos los que participamos en 'The History Boys' andábamos buscando algo en lo que poder volver a trabajar juntos y se sugirió que THE LADY IN THE VAN tenía potencial para una película", comenta Jones, uno de los principales productores del Reino Unido, con créditos cinematográficos como "La dama de hierro", "Belle", "Adulthood" y "Kidulthood". "Me dirigí al agente de Maggie, Nick y Alan y dije '¿Qué tal esto?'. Todos dijeron que lo harían si los demás también querían hacerlo, que si Nick pensaba que se podía sacar de ahí una película, se apuntarían. Y lo hicieron, menos mal".

"Era completamente un caso de '¡Volvamos a reunir al equipo!'", reconoce Loader, cuya prolífica filmografía cuenta con algunos de los títulos británicos de más éxito de los últimos tiempos, como "La mandolina del capitán Corelli", "In the loop", "Nowhere Boy" y "Le Week-End". "La película tenía todo el sentido, siempre y cuando pudiéramos conseguir a Maggie".

Hytner se puso en contacto con Smith y la actriz les comunicó que estaba ciertamente interesada. El proyecto cobró rápidamente velocidad ya que, a causa del compromiso que tenía adquirido Smith para rodar la galardonada serie de época de Carnival Film & Television "Downton Abbey", el equipo quería realizar el rodaje en Londres en el otoño de 2014.

Jones y Loader, con los productores ejecutivos Charles Moore y Miles Ketley, de Wiggin, llevaron el proyecto a BBC Films, con los que muchos de los miembros del equipo mantienen una larga relación, y que ya había respaldado en su momento "The History Boys". Al mismo tiempo, se pusieron en contacto con Tom Rothman, entonces jefe de TriStar Productions, que había revitalizado TriStar y llevaba la productora como una empresa conjunta entre Sony Pictures Entertainment (SPE) y él. Rothman fue nombrado presidente del Motion Picture Group de Sony Pictures en febrero de 2015, tras lo que continuó supervisando sus proyectos de TriStar.

"Tom fue nuestro defensor en Fox Searchlight para 'The History Boys' y fue el ejecutivo para Nick en 'La locura del rey Jorge' en Samuel Goldwyn Films", recuerda Loader.

De hecho, Rothman y Hytner son buenos amigos y siguen sus respectivas carreras. Rothman ha distribuido todas las películas de Hytner en Estados Unidos y estaba familiarizado con la obra de teatro de "The Lady in the Van". También estaba encantado ante la perspectiva de ver a Maggie Smith en un papel dramático principal en la gran pantalla.

"Era una combinación del equipo creativo y el pedigrí del material, al precio adecuado", comenta Jones sobre la propuesta.

El rodaje de THE LADY IN THE VAN comenzó en octubre de 2014 en el Norte de Londres. Loader se hizo cargo del día a día de las labores de producción, ya que se requería la presencia de Jones en Yorkshire, donde también había comenzado a rodarse otro título del que era productor, "Dad's Army".

"THE LADY IN THE VAN es un retrato de una mujer extraordinaria y fuerte, pero desconcertante, que apareció de la nada y llenó por completo casi 20 años de la vida de Alan Bennett", explica Loader sobre lo que más le gusta del guion. "Es la historia de su relación y del extraño vínculo que se desarrolló entre ellos, a través de la conveniencia mezclada con mal genio, y de la curiosidad que siente él por la vida de ella".

"Todas las grandes historias universales son universales porque son muy particulares", sugiere Hytner. "La mayor parte de esta historia tiene lugar en un terreno muy reducido, esa minúscula entrada de una casa concreta en el Norte de Londres". Señala que THE LADY IN THE VAN es también un estudio de cómo crea arte un artista y cómo escribe un escritor. "El filme también trata sobre el acto de la creación", explica. "Sobre cómo Alan se da cuenta de que no se trata de meterte en lo que escribes, sino de encontrarte ya allí. Mientras la señorita Shepherd vive a las puertas de su casa, se va dando cuenta poco a poco de que eso es sobre lo que tiene que escribir. Y, al escribir sobre ella, descubre cosas importantes sobre sí mismo".


Escribir sobre la señorita Shepherd
Sorprendentemente, Alan Bennett insiste en que la particular situación geográfica en la que vivían él mismo y la señorita Shepherd no le suponía una especial molestia.

"Era muy reservada", explica Bennett. "Cuando me ponía a escribir o a intentar escribir, acababa a menudo mirando por la ventana. Y tenía la furgoneta en mi línea de visión. Su día solía empezar abriendo de par en par las puertas de la furgoneta de forma muy teatral y lanzando fuera varias bolsas, de contenido desconocido. Entonces asomaban dos piernas blancas y salía marcha atrás. Me acostumbré a todo eso, y al sonido de la puerta de la furgoneta. Y mostré una mínima consideración hacia ella en el sentido de que no armaba jaleo por la noche si volvía tarde a mi casa".

"Pero no creo que ella se acomodara a mí", comenta riendo. "Hacía exactamente lo que quería. Tampoco tenía el más mínimo sentido del humor. Nunca la vi reír. Aunque sí que decía cosas que tenían gracia, que yo anotaba al instante. Hablaba de sí misma en tercera persona, lo que siempre es una señal de peligro con la gente. Y hablaba del país. Tenía una noción de sí misma como una persona de cierto valor y se equiparaba con los líderes de nuestra nación".

"Era muy obstinada", admite. "Tenía mucha más fuerza de voluntad que yo. Si hubiera intentado echarla, habría montado tal número que la verdad es que no merecía la pena. Además, no me importaba el jardín, no soy especialmente aficionado a la jardinería".

Pero lo que tal vez resulte igualmente sorprendente es la capacidad de Bennett de resistirse a la tentación de escribir sobre la curiosa mujer que vivió tanto tiempo ante sus mismas narices.

"¡Ja, nunca me ha costado resistir la tentación de escribir!", exclama riendo. "Es bastante fácil resistir la tentación de escribir. Era consciente de que era un tema interesante, porque era muy excéntrica, pero no tenía la más mínima intención de escribir sobre ella mientras siguiera allí, ya que eso también serviría para llamar la atención sobre mí. No quería que viniera gente a ver la furgoneta o a mirarme a mí".

Tras la publicación de las memorias de Bennett en la London Review of Books, el hermano de la señorita Shepherd se puso en contacto con él y rellenó las numerosas lagunas sobre la vida de su hermana y cómo había acabado en la furgoneta. Le desveló que la señorita Shepherd había sido una concertista de piano de mucho talento antes de la Segunda Guerra Mundial, que se había formado en París con el virtuoso Alfred Cortot. Habló del fervor religioso de la señorita Shepherd y de su deseo, siendo joven, de convertirse en monja. La realidad de la vida en un estricto convento en el que la música estaba prohibida casi acaba con ella, algo que le dejaría secuelas psicológicas para el resto de su vida.

Su hermano también le habló a Bennett del accidente con atropello y fuga en el que estuvo implicada la señorita Shepherd y cómo ella creía ser la única responsable de la muerte de un joven motorista.

El descubrimiento de los tristes pero fascinantes detalles de la vida de la señorita Shepherd proporcionó a Bennett el color y la textura que necesitaba para escribir la obra. Pero seguía habiendo un problema: él mismo.

"Entendía que ella podía ser un personaje interesante para una obra, pero no sabía cómo contar mi propia historia y eso hizo que me costara mucho escribirla", explica Bennett. "Únicamente cuando pensé dividirme en dos se me ocurrió cómo podía hacerlo".

Hytner explica cómo lo ve: "Creo que muchos escritores y personas creativas se ven como la persona que vive la vida y a la vez como la persona que convierte la vida en literatura y en arte".

Llegado el momento de la adaptación cinematográfica, Bennett y Hytner pasaron nueve meses trabajando juntos en el guion.

"El guion se revisaba, mejoraba y retocaba constantemente", explica Loader. "Alan y Nick se entienden muy bien; Alan confía en el criterio de Nick, así que Nick le pedía a Alan cosas que consideraba que faltaban. Se trataba de descubrir lo que había funcionado en la obra y funcionaría en el cine, y de descubrir lo que había funcionado en la obra pero no funcionaría en el cine".

El equipo creativo encontró que la distancia conllevaba cierta libertad. El guion de la obra de teatro se había escrito a los diez años de la muerte de la señorita Shepherd. Ahora, después de otros 15 años más, Bennett sentía menos necesidad de callarse ciertas cosas y menos inclinado a ceñirse a una cronología precisa de los hechos. Por ejemplo, sabiendo lo que sabe ahora sobre la señorita Shepherd, que no sabía cuando ella estaba viva, la señorita Shepherd de THE LADY IN THE VAN posee un verdadero sentido del pesar, y de lo que podría haber sido, que Bennett no pretende haber percibido en ella cuando vivía.

"Fue el personaje del que dispuse para escribir", señala. "Algunos escritores se pasan la vida escribiendo sobre sus viajes a la Patagonia o el tiempo que han pasado entre los muslos de un par de docenas de mujeres. Esto era bastante más soso, pero es lo que me ha tocado a mí. Es lo que tienes que hacer cuando escribes, no tienes más que jugar con las cartas que te tocan, por decirlo así".