Daphne Reynolds (Amanda Bynes) tiene lo que quieren todas las chicas, o eso parece. Esta joven norteamericana llena de vida tiene un estilo especial y muy particular, una relación poco convencional pero cariñosa con su bohemia madre Libby (Kelly Preston) y un futuro lleno de posibilidades, pero a pesar de sus excepcionales expectativas, Daphne se siente incompleta. Sueña con encontrar un día al padre que nunca ha conocido, el hombre con el que Libby compartió un idilio arrollador hace diecisiete años, pero al que al final dejó porque su aristocrática familia la consideraba poco adecuada.

Decidida a vivir su fantasía de forjar una relación de cuento de hadas con su padre tanto tiempo ausente, Daphne coge impulsivamente un avión con destino a Londres, donde enseguida descubre que su padre es el destacado político Lord Henry Dashwood (Colin Firth).

Cuando Henry abre su vida y su calendario social a la hija que nunca supo que existía, la presencia de Daphne en la alta sociedad crea un revuelo que amenaza con minar la carrera política de Henry. Daphne, que no quiere poner en peligro la campaña de su padre para unas próximas elecciones, reprime su personalidad entusiasta por naturaleza, se transforma en una recatada debutante y se mete de lleno en una vorágine de ceremoniosos eventos sociales británicos. Pero incluso con el apoyo de Henry, no consigue ningún tipo de ayuda de la intrigante prometida de éste (Anna Chancellor) ni de su celosa hija (Christina Cole), que se empeñan constantemente en arruinar a Daphne.

Con la ayuda de Ian, un encantador músico local que conoce bien a la sociedad (Oliver James), Daphne intenta demostrar que el amor, y la etiqueta adecuada, puede conquistar todo. Pero pronto se da cuenta de que no le gusta la persona en la que se está convirtiendo en el proceso. Por mucho que quiera ser la hija de su padre, no merece la pena si no puede ser ella misma.
Después de todo, como le pregunta Ian, ¿Por qué amoldarte cuando tú has nacido para destacar?