El águila está en el aire
En realidad, han pasado 30 años. Una noche, hacia finales de 2014, Matthew Vaughn, director de Kingsman: Servicio secreto, X-Men: Primera generación y Crimen organizado, se sentó a ver una película con sus hijos. Se trataba de Elegidos para el triunfo, la comedia sobre el equipo jamaicano de bobsleigh que desafió a todas las adversidades para competir en los Juegos de Invierno de Calgary en 1988.
"A mis hijos les encantó la película", asegura Vaughn, "así que empecé a pensar: '¿Por qué ya no se hacen películas como ésta?' Quería hacer una película que después de verla te sintieras inspirado. Y quería hacer una película que pudieran ver mis hijos".
Quizás espoleado por la increíble coincidencia de que el equipo jamaicano de bobsleigh y Eddie Edwards compitieran en los mismos Juegos, Vaughn se fijó en el Águila. Quince años antes, Vaughn y su socio de dirección, Guy Ritchie, recibieron un guión de Eddie el Águila con la intención de convertirlo en una película. La película no salió adelante, pero algo resonaba dentro de Vaughn. "Me pareció fascinante y pensé que valía la pena. Mucha gente compró el guión desde entonces, pero nunca llegó a materializarse", explica Vaughn. "Al cabo del tiempo, busqué el guión y dije que quería comprarlo. Tres meses después, ya estábamos rodando".
Vaughn reunió rápidamente a su equipo ideal tanto de actores como de realizadores. Además, decidió de inmediato que no quería dirigir la película ("Para mí era una experiencia nueva hacer una película familiar y alegre"), así que acudió a su antiguo amigo Dexter Fletcher. Fletcher actuó en la primera película producida por Vaughn, Lock & Stock. Desde entonces, los dos han estado en contacto y se han convertido en directores. El debut de Fletcher como director, Wild Bill, llamó la atención de Vaughn.
"Me encantó Wild Bill", confiesa Vaughn. "Dexter tiene un gran corazón y es bueno cuidando a la gente".
Al contrario que Vaughn, que estaba muy familiarizado con la hazaña de Eddie en Calgary, Fletcher no tenía muchos recuerdos de esa época. "Yo tenía entonces unos 20 años y Eddie no era guay; cuando eres un veinteañero, sólo te interesa lo guay", afirma Fletcher entre risas. Pero sí que le impresionó cuando Edwards apareció y ganó el concurso de televisión de salto de gran altura Splash! "Pensé que Eddie tenía la actitud adecuada. Tenía 45 años, pero poseía un enfoque olímpico, una firmeza real. No tenía miedo".
Así que cuando recibió la llamada de Vaughn, Fletcher estaba más que preparado para hacer volar al Águila. "Era una gran oportunidad para trabajar con Matthew como productor, pero la historia era realmente interesante también. No es sólo lo que creemos que sabemos", explica. "Y Matthew empezó a hablarme como si yo ya hubiese dicho que sí. El tren había salido de la estación. Y yo iba dentro".
Fletcher y Vaughn querían mantener el centro de atención en el deseo de Eddie de conseguir la gloria. "La historia se centra en los momentos que está allí y en lo que consigue", desvela Fletcher.
La hazaña de Edwards fue bastante solitaria. Alejado de la comunidad de saltadores de esquí, siempre estaba entrenando o cambiando de entrenador. Sin embargo, para la película, Vaughn y Fletcher querían crear un personaje que se uniera a Eddie en cada paso de su viaje. "Necesitábamos a alguien con el que sentirnos identificados, un participante en el que nos pudiéramos ver reflejados", explica Fletcher. "Nuestra percepción de Eddie probablemente sea que está loco, pero luego nos gana con su entusiasmo inspirador y su cercanía".
Entonces entra en acción Bronson Peary, un americano ex saltador de esquí, bebedor compulsivo y fumador empedernido que adopta a Eddie a regañadientes, al principio bajo su ala. Era un papel creado para una estrella del cine. Y uno de los beneficios de ser tan exitoso como Matthew Vaughn es que tienes estrellas de cine al alcance de tu mano. Hugh Jackman, por ejemplo.
"Llamé a Hugh y le envié el guión", recuerda Vaughn. "Se acordaba de Eddie el Águila. Me dijo que cuando vivía en Australia, solía saltar del tejado de su casa y fingía que era un salto de esquí. A Hugh le encantó la idea. Nunca antes había hecho algo así".
Jackman confiesa que era un gran admirador de Eddie el Águila cuando era pequeño, otra prueba del gran impacto que tuvo la hazaña de Eddie en todo el mundo. "Eddie es una leyenda que alberga ese espíritu puro de intentar las cosas. Y él intentó el deporte más peligroso, casi suicida: el salto de esquí. Yo mismo quería ir a las Olimpiadas cuando era un niño, pero nunca habría ido tan lejos".
A Jackman también le sedujo la idea de interpretar a Peary, un personaje ficticio que tiene un alma cínica y dañada y que fue expulsado del equipo olímpico de EE. UU. Cuando estaba en la cima de su carrera. Su amistad con Eddie posibilita un proceso de curación para él. "La determinación de Eddie intriga a Bronson", añade Jackman. "Siente simpatía por él. Cree que está loco de atar, pero se siente identificado con él. Los dos son forasteros y los dos se han sentido apartados del mundo; y esto supone una historia de redención para los dos. Gracias a esa amistad creciente, Bronson empieza a creer en sí mismo de nuevo".
Una parte clave en la vida de Peary es su relación con su antiguo entrenador, Warren Sharp, que le expulsó del equipo norteamericano hace muchos años. Sharp sigue siendo una figura importante en la vida de Peary, especialmente, en una escena crucial en la que los dos se encuentran después de décadas. Pero ese personaje supuso un gran desafío para Vaughn y Fletcher. "Tenía que ser alguien que estuviera a la altura de Hugh Jackman", explica Fletcher. "Y ese era Christopher Walken. Cuando se unió al equipo, fue algo brillante. Lo que hace es muy "estilo Walken", pero es potente y conmovedor, y eso significa que el personaje de Hugh se convierte en uno más tridimensional también".
A Jackman le encantó trabajar con el legendario actor. "Honestamente, no tenía que actuar", afirma entre risas. "Hay una escena en la que el guión dice: el padrino del deporte entra en la habitación y todo el mundo se queda quieto'. Y eso es básicamente lo que ocurrió. ¡Es Christopher Walken! Y además es el tipo más guay y relajado que existe desde la primera toma hasta la última. Es oro puro".
Vaughn y Fletcher ya tenían a su Peary. Y tenían a su Warren Sharp. Ahora sólo necesitaban la pieza más importante del puzzle: el propio Águila.
A la caza del águila
En realidad, la cacería no duró mucho tiempo, ya que Vaughn se dio cuenta de que tenía al candidato perfecto justo enfrente. Acababa de darle las últimas pinceladas a Kingsman: Servicio secreto, protagonizada por Colin Firth, Samuel L. Jackson, Michael Caine, Mark Strong y, en el papel del héroe Eggsy, Taron Egerton, un joven galés que actuaba por primera vez en una película de cine.
"Sabía que Eggsy era un papel", afirma Vaughn. "Eggsy no es Taron. Yo le dije: 'Es importante que hagas un personaje que sorprenda a la gente'. No tenía ninguna duda de que Taron iba a sacar adelante a Eddie".
Egerton ni siquiera había nacido cuando Edwards volaba por el cielo de Calgary, pero el joven actor no dejó escapar la oportunidad ni un segundo. Después de una rápida prueba con Jackman en Nueva York, Egerton recibió oficialmente la oferta para el personaje antes de las navidades de 2014. Pero lo aceptó con una condición. "No tengo ningún interés en parodiar a Eddie", asegura Egerton. "Puede ser gracioso, puede sufrir contratiempos, pero tiene que tener corazón y sentimientos y tiene que ser real y creíble".
Sus miedos iniciales se desvanecieron. "Yo quería subir las emociones", afirma Vaughn. "Eso es lo que más me emocionaba de la película. Los espectadores ya no iban a pensar en Eddie el payaso, sino en Eddie el héroe".
Para prepararse para el papel, Egerton se reunió con el verdadero Eddie, lo que le ayudó a perfilar su interpretación. "Eddie es un tipo afable, muy razonable y agradable", asegura. "Es muy optimista y está centrado. Hay aspectos de Eddie que son verdaderamente heroicos.
Egerton se transformó a sí mismo para el papel con la ayuda de una peluca, unas características gafas de pasta, un poco de peso extra, un acento de Cheltenham y, para la última parte de la película, el icónico bigote de Eddie. "Pero también tenía que ser realmente inocente", explica. "Hugh ya se encarga de aportar los pectorales de la estrella de cine, y a mí me deja espacio para ser un poco excéntrico".
El joven actor también aprendió a esquiar para el papel, para así poder imitar las posiciones necesarias para el salto de esquí, desde la posición de descenso (la primera posición que adopta el saltador de esquí mientras baja por la rampa) hasta la posición de despegue y la "telemark", que permite al saltador aterrizar con un pie delante del otro. "¡Tuve que entrenar durante 15 horas", afirma entre risas. "Estaba bastante nervioso. Es muy duro. Te das cuenta de lo peligroso que es cuando lo estás haciendo".
No te hagas ilusiones; el salto de esquí es un deporte increíblemente peligroso. "No creo que vaya a hacer el salto de 90 metros", bromea Egerton. "Tienes que hacerlo cada día desde que tienes cuatro años para que sea seguro. Por eso Eddie no paraba de hacerse daño". Jackman, que está bastante acostumbrado a hacer sus propias escenas de peligro, también estaba intimidado por la dificultad de un salto de 90 metros, que requiere una concentración y un dominio total del cuerpo sólo para despegar, por no hablar de aterrizar de manera segura.
"Tuve que hacer una escena en la que me siento en la parte de arriba del trampolín, en la que estaba enganchado a un cable para evitar que me matara si me caía accidentalmente", recuerda Jackman. "Sólo con eso ya estaba aterrorizado. Cuando piensas que Eddie lo hizo en las Olimpiadas después de apenas haber saltado en su vida, entiendes lo valiente que realmente era".
Quizás el que mejor lo resume es Vaughn. "Quienquiera que inventó el salto de esquí estaba loco", apunta. "No hay ninguna razón lógica para hacerlo".
Para representar la rutina de entrenamientos de Edwards y los grandes saltos que llevó a cabo en los Juegos Olímpicos de Calgary, Fletcher y su director de fotografía George Richmond tenían que encontrar la manera de hacerlo de forma segura y repetidamente. "Hay unos trece saltos en la película, y siempre se repite la misma acción: un tipo sube a un sitio muy alto, salta y aterriza", resume Fletcher. "Teníamos que encontrar nuevas maneras de hacer eso. Cuando pones algo en una pantalla, todo se convierte en plano, y la altura de algo se reduce, al menos, en un 50 por ciento".
Otros problemas que encontró la producción mientras se encontraba en Alemania y Austria fue, de manera sorprendente, la falta de nieve. "Rodamos en primavera y a finales de un invierno suave", aclara Fletcher. "Hay una escena en la que Taron se sube al trampolín de 70 metros y mira hacia abajo ¡y no hay nada de nieve! Tuvimos que traer nieve de la parte más alta de la montaña en un camión y extenderla por toda la pista de esquí".
Otras soluciones incluían el uso acertado de imágenes generadas por ordenador, cámaras en los cascos para aumentar la sensación de velocidad cuando el esquiador desciende por la rampa y la construcción de unas complejas plataformas en los trampolines de 70 y 90 metros y sus alrededores. Esto último permitió a Fletcher, Richmond y al director de segunda unidad, el legendario Vic Armstrong, capturar tomas en las que la cámara bajaba en picado y volaba para poder mostrar la auténtica velocidad que alcanza un saltador de esquí cuando salta hacia lo desconocido. "George y yo nos pusimos muy creativos", añade Fletcher. "Encontramos la manera de conseguir ángulos divertidos y el modo de mostrar lo alto y peligroso que es. Se trata de elegir a las personas adecuadas para que te ayuden a llevarlo al siguiente nivel".
El águila ha aterrizado
Tristemente, ahora parece casi imposible para cualquiera repetir los logros de Eddie. Como se cuenta en la película, el Comité Olímpico Internacional incrementó las condiciones requeridas para clasificarse para el salto de esquí casi inmediatamente. Eddie nunca más se volvió a clasificar, aunque fue seleccionado como portador de la antorcha para las Olimpiadas de Vancouver 2010.
Aun así, la película fue concebida por Fletcher y Vaughn como un testimonio de la inquebrantable fe de Edwards. "Es un héroe", asegura Vaughn. "Eddie arriesgaba, literalmente, su vida en cada salto. Fue increíblemente valiente. La palabra "no" no existe en mi vocabulario y, desde luego, en el suyo tampoco. Eso seguro. Siento una gran admiración por Eddie".
La película termina con una famosa cita del Barón Pierre de Coubertine, fundador de las Olimpiadas modernas. "Los más importante en los Juegos Olímpicos no es ganar, sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo". Esta frase resume la razón por la que Vaughn y Fletcher querían contar esta historia y el motivo por el que querían celebrar el espíritu combativo de un héroe poco común. Puede que Eddie el Águila Edwards no ganara una medalla olímpica, pero su ejemplo es inspirador. Según afirma Vaughn, "esta película muestra que no importa lo grandes que sean tus problemas, que puedes solucionarlos. Con corazón, determinación y tenacidad todo se soluciona".