Mayo de 1940. Huyendo de la invasión alemana, los habitantes de un pueblecito del norte de Francia toman la carretera, como hacen millones de franceses. Se llevan al éxodo a un niño alemán cuyo padre, un opositor al régimen nazi, ha sido encarcelado en la ciudad de Arras por haber mentido acerca de su nacionalidad. Liberado en el caos que sigue a la invasión, sale a buscar a su hijo acompañado por un soldado escocés que intenta volver a Inglaterra...
Los personajes vistos por Christian Carion
HANS, EL REFUGIADO ALEMÁN (AUGUST DIEHL)
Mientras me documentaba, descubrí que a partir de 1933 cientos de miles de alemanes huyeron de su país y muchos llegaron a Francia. También me enteré de que no se les trató muy bien. Con la declaración de guerra en 1939, la mayoría acabó en campos. Con la derrota se entregó las llaves de esos campos a los alemanes, que los deportaron. ¡El éxodo empezó mucho antes en Alemania! El personaje de Hans es el de un hombre obligado a refugiarse en Francia y que acaba reencontrándose con el nazismo. Un personaje alemán nos permitía ver la historia desde otra perspectiva, y eso me interesaba.
PERCY, EL SOLDADO ESCOCÉS (MATTHEW RHYS)
Imaginé a este personaje en recuerdo a mi padre. Crecí en el culto a los británicos. Mi padre me contaba que siendo niño veía pasar los bombarderos ingleses hacia Alemania y, al atardecer, los veía regresar a Inglaterra. Contaba los que faltaban. Con mi abuelo decían: "Han muerto por nosotros". Mi padre adoraba a los ingleses y siempre decía: "Sin Churchill no estaríamos aquí. Es el único que se negó". No me quedaba más remedio que crear a un británico con mucho colorido, con carisma, alguien que no se rinde.
PAUL, EL ALCALDE (OLIVIER GOURMET)
El personaje del alcalde también es una referencia a mi padre, un hombre políticamente muy comprometido. Era militante socialista y granjero, es decir, un contrasentido total. Mi abuelo materno era el alcalde del pueblo. Para él, la República era un asunto cotidiano. Estaba obnubilado con la idea de que la gente fuera consciente de lo que es una República y un grupo que vive de acuerdo con unas reglas. Ni corto ni perezoso, se llevó la estatua de Marianne de su despacho por si debía reunir al pleno. Todos los vecinos se murieron de la risa. Pero cuando sacó el busto de Marianne para deliberar en medio de la carretera, todos se sintieron más seguros.
SUZANNE, LA MAESTRA (ALICE ISAAZ)
En la época, el poder del alcalde se apoyaba en gran medida en el maestro o maestra, que solía actuar como su secretario o secretaria. También eran representantes de la República. Con el éxodo, Suzanne crecerá y se hará cargo de cosas muy grandes para ella.
MADO, LA DUEÑA DEL CAFÉ (MATHILDE SEIGNER)
El café era el lugar donde la gente se reunía y hablaba. De pequeño conocí a mujeres que llevaban cafés, personajes con mucho carácter. Sabían enfrentarse a clientes que no se dedicaban a beber agua. En la película, Mado gestiona la vida diaria y la moral de la tropa. Cuando el pueblo se lanza a la carretera, ella se lleva un gramófono. Quiere conservar el perfume de antaño.
ROGER, EL AGRICULTOR (JACQUES BONAFFÉ)
Me apetecía un personaje que siempre estuviera en contra, un auténtico francés. En un pueblo siempre hay uno que dice no a todo. Pero llega el momento en que Roger se une al grupo, no tiene elección. La carretera le hará cambiar, ya no está sistemáticamente en contra de todo.
ALBERT (LAURENT GERRA)
Albert surge directamente del recuerdo que mi madre tenía de un vecino que era el dueño de una magnífica bodega. El día que el pueblo de mi madre salió a la carretera, estaba completamente borracho. Cuando se le pasó la borrachera dos días después, salió al patio y vio pasar a un alemán con un cerdo en el sidecar. Le dijo a su mujer: "Ya están aquí, nos quedamos". Irse era morir para él.
ARRIFLEX, EL REALIZADOR ALEMÁN (THOMAS SCHMAUSER)
Este personaje nació de mi documentación histórica. Algunos cineastas alemanes realizaron puestas en escena realmente macabras para reconstituir la entrada de las tropas en los pueblos. Siempre llegaban después de la batalla. Escogían a unos prisioneros, les daban armas con balas de fogueo y les pedían que repitieran la batalla para las noticias, para la propaganda.