Jean-Paul Rappeneau (director de la oscarizada "Cyrano de Rostand" o "El hombre del Río"), se pone tras las cámaras cumplidos los 80 y después de más de una década de ausencia, con "GRANDES FAMILIAS". El film cuenta con un reparto encabezado por Mathieu Amalric ("Gran Hotel Budapest", "Las Venus de las Pieles", "007: Quantum of Solace"), acompañado por Marine Vacth ("Joven y Bonita", Lo que el día debe a la noche), y Gilles Lellouche ("Pequeñas mentiras sin importancia", "Conexión Marsella").
La prensa ha dicho
La Voix du Nord
"Escrita, filmada y fotografiada con finura, Grandes Familias desfila a buen ritmo, con energía pero sin prisas. Es una intriga llena de golpes de efecto"
Positif
"El pueblo, la herencia, la casa familiar que hay que vender, los reencuentros y las disputas, los antiguos amores: un género recurrente en el cine francés que Rappeneau renueva jovialmente"
Première
"Una profunda, brillante y conmovedora reflexión sobre la familia, sus valores, la memoria y sobre esa la melancolía que reabre las heridas de la infancia"
Le Point
"Rappeneau firma a los 83 años su película más emotiva"
Entrevistas por Michèle Halberstadt, a continuación...
Entrevista con Jean Paul Rappeneau
P: Han pasado diez años desde que rodaste tu última película.
R: Por lo general, me lleva cinco años hacer una película, es algo así como un lustro voluntario. Nunca voy una película por delante; siempre empiezo de cero. En esta ocasión, he dejado pasar cinco años por dos desde que rodé Bon Voyage, porque durante este tiempo ha habido una película que no he llegado a hacer, una película que me llevó mucho tiempo escribir y preparar, pero se canceló dos meses antes de empezar a rodar por falta de presupuesto.
Es la primera vez que me pasa, así que pasé por una etapa de depresión. Comprendí que la industria del cine ha cambiado, que las películas que me encantaría hacer costarían mucho dinero hoy en día y, por eso, empecé a buscar temas más sencillos. Me acordé de una historia que solía contar a menudo, pero contaba solo la primera parte. Es la historia de un hombre que viaja al sur de Francia con una mujer que podría ser su prometida, o alguien nuevo en su vida. Los dos van a la Riviera francesa y por el camino se dan cuenta de que no están muy lejos del lugar donde crecieron. Entonces, él le dice a la mujer: "Vamos allí, te llevaré a la casa donde vivía". Van y encuentra la casa, pero todo ha cambiado y ahora vive en ella una joven.
P: Así que ya tenías un hombre, dos mujeres y una casa. ¿Qué faltaba?
R: La verdad es que todas las películas que he hecho empiezan con una escena que engancha. En Esposa ingenua, un agente secreto se oculta en un sótano para planear el Día D. En Gracias y desgracias de un casado del año II, un hombre se casa en Estados Unidos, pero descubrimos que ya está casado en Francia. Las cosas avanzan rápidamente desde el primer momento.
En esta ocasión, después de la triste experiencia de ver cancelada una película pensé: "¿Por qué empezar con un big bang? ¿Por qué no empezar con algo más suave?" Quedé con Jacques Fieschi y le hablé de algunas ideas. Cuando le conté la historia de la casa, me paró en seco y dijo: "Oye, eso suena muy bien". "Sí, claro, pero ¿qué pasa después?" "Ya lo averiguarás, pero de entrada suena muy bien".
P: Y esa casa se convirtió en tu casa.
R: Al poco tiempo me dije a mí mismo: "Bueno, ya está bien de andarme por las ramas, ya es hora de volver a las provincias donde nací y viví durante dieciocho años hasta que me fui a estudiar a París". Pero cuando volví, la casa en la que vivía ya no existía. Había un parque, pero habían talado los árboles y en su lugar había un bloque de cemento, un monolito que parecía que había caído del cielo, como en una película de Kubrik. ¡Era un bloque de apartamentos! Y, sin embargo, los alrededores no habían cambiado; el viejo casco histórico estaba igual. Me encanta, porque la casa sigue existiendo, aunque sea solo en mi cabeza. Es como si fuera intocable. Todo está en mi memoria. Sé cuántos escalones hay que subir para llegar arriba y cuánto mide el pasillo que hay a la derecha. Y eso nos fue de mucha ayuda cuando fuimos de exploración buscando la casa. Podía mirar un lugar y decir: "¡Es esta!"
P: Estaba presente la idea de volver al hogar.
R: Exacto. Es una idea que persigue a muchos directores de películas. Bertrand Tavernier en su primera película vuelve a Lyon, la ciudad donde nació. Arnaud Desplechin volvió a Roubaix con Trois Souvenirs De Ma Jeunesse y Tim Burton volvió con Eduardo Manostijeras a Burbanck, la ciudad de las afueras de los Ángeles donde nació. Tim dijo: "Da igual donde vayas, el lugar donde creciste nunca te abandona". Eso es justo lo que les decía a ms co- guionistas: Julian, mi hijo, y Philippe Le Guay, que se incorporó al proyecto más tarde.
La verdad es que siempre ha habido casas en mis películas. En Esposa ingenua, la casa se convierte en una casa señorial. Y, ¿por qué rodé Mi hombre es un salvaje? Porque había una casa de madera con un embarcadero en una isla donde había ido a vivir un hombre solo. En Tout feu, tout flamme, imaginé un viejo casino junto al lago de Ginebra que no existía. Esta vez la idea era rodar una especie de autobiografía imaginaria, porque toda la historia que cuenta la película procede de mí, pero no hay nada de mi vida real. De hecho, si profundizas, puedes encontrar coincidencias, por supuesto, pero hay también cosas que pasan en otras familias o que se refieren a otras familias.
P: Entonces, ¿está inspirada, pero no está basada en...?
R: Gilles Lellouche solo vive en la película. Queríamos mostrar la Francia de hoy combinada con la Francia del pasado. Una provincia sacada de los cincuenta para sumergirla en las aguas turbulentas de la globalización. El joven que vuelve ha estado viviendo en China durante algún tiempo. Allí vive con una joven china muy brillante con raíces campesinas que se graduó como la primera de su clase en el Instituto de Tecnología de Pekín. De allí, se muda a Shanghái, donde conoce a Jérôme. Los dos fundan una startup y vienen a Europa a firmar un contrato con un importante consorcio británico. Todo eso está solamente insinuado en la película, pero es real. El mundo gira en torno a esa pequeña ciudad. Y las formas de comunicación modernas tienen también un papel importante. Cuando Bertrand Tavernier vio la película, dijo: "¡Es la primera vez que alguien usa el móvil como Georges Feydeau!" A medida que avanzábamos en la escritura del guion, estaba seguro de que la historia no despegaría tan rápido, como he dicho antes, que las situaciones cambiarían poco a poco y que esas distintas situaciones compondrían la trama. Eso era lo que me interesaba, y ahí estaba lo más difícil. No lanzarse en seguida a una disparatada comedia, sino ir cayendo poco a poco en la tela de araña que van tejiendo los personajes. Los vamos descubriendo uno a uno, con sus vidas, sus deseos y su decadencia. Al final, musicalmente hablando, llegamos a algo que representa el clímax de la película: el festival de música con el Concierto nº 1 de Schumann. Con esta apoteosis final, estamos muy cerca de la ópera, que tanto adoro.
P: Empieza con música de cámara y termina con una gran orquesta.
R: Sí, el espacio se va abriendo poco a poco. Me gusta el hecho de que no sepamos realmente hacia dónde vamos, que nos quedemos esperando, en lugar de que alguien nos lo diga a gritos. De esta forma, podemos acercarnos a la vida y a las emociones e ir llegando hasta el punto en que las emociones lo inundan todo. Todas las escenas tienen su propio color, su carácter cómico o sus preguntas, pero cuando empezamos a comprender la escena y a meternos en ella, entendemos al mismo tiempo de forma inconsciente que otra historia se está desarrollando por debajo: la historia de la película. Al final, todas las escenas son solo una pieza del puzle. Miramos cada pieza sabiendo que forman parte de un todo más grande. Y en esta película lo que me gustaba es que, por momentos, no sabemos a dónde vamos ni cómo será el puzle completo. Se trata de una película impresionista; la dirección es más musical, creo. No hay tomas de la Bastilla, ni ataques del Muro del Atlántico, sino cosas más amables y atractivas, espero.
P: ¿Le has dado más espacio a la emoción?
R: Cuando rodamos la película, terminó siendo más divertida y emotiva de lo que habíamos imaginado al principio. Lo que más me gusta de la historia es que estas "familias políticas" son plurales. Hay una familia, por supuesto, pero sobre todo, hay una segunda familia. Y si te digo la verdad, en la ciudad donde nací de lo que hablaba todo el mundo era de esas historias. La gente que ha visto la película y conoce la ciudad me ha dicho: "Me recuerda a esa historia sobre..." "¡Claro, es esa!" Tengo que confesar que resultó muy divertido escribir el guion porque me movía en territorio conocido. Lo conocía perfectamente, palmo a palmo. Los personajes se parecen a personas que conocí, con sus pequeñas y grandes aventuras. Sé que les pasaron a alguien concreto, a mí o a otros. No buscábamos inventar absolutamente nada.
P: Tu héroe es esquivo. ¿Cómo lograste que una escurridiza anguila pudiera convertirse en un personaje tan romántico?
R: Llevaba mucho tiempo queriendo trabajar con Mathieu Amalric y cuando empecé a pensar en el personaje, supe que había llegado el momento, porque Mathieu puede expresar un pensamiento solo con su presencia, un pensamiento en movimiento. No tardé mucho en darme cuenta de que, en realidad, me representaba a mí. Dices que es "esquivo" y hay algo de eso en el personaje; en cualquier caso, hay algo que es muy mío y es que puedo tener muchísima prisa y estar muy agitado y, al mismo tiempo, permanecer en un estado de espera tranquila, como una liebre entre la maleza, que no se mueve hasta que no oye cómo se alejan los cazadores. Yo soy esa combinación de velocidad y reflexión, de lentitud incluso. Y eso es lo que Mathieu expresa de forma fantástica. Por supuesto, no se había dejado engañar. Nada más leer el guion, me dijo: "¡Por fin hablas de ti!"
P: ¿Eso contribuyó a tu sentimiento de paz durante el rodaje: la sensación de que estabas en tu elemento?
R: Es verdad que nunca me he sentido tan feliz rodando una película como esta. No tenía ningún miedo, todo me resultaba familiar y estaba en casa, con un equipo extraordinario. Tal vez, el hecho que todo el mundo supiera que llevaba diez años sin estar en un plató, hizo que quisieran ayudarme a que la vuelta fuera fácil, ¡desde luego que sí! Empezando por los productores, que se convirtieron en amigos míos. Ya me habían ayudado mucho con Bon Voyage, que estuvo a punto de no ver la luz, y acudieron otra vez a salvar al soldado Rappenau en esta película. Y luego, los actores, que fueron como una nueva familia para mí. Los adoro. Marine, Karin, Nicole, Gemma, Claude Perron y Mathieu, por no mencionar a Guillaume y André Dussollier, con los que siempre había soñado trabajar; Jean Marie Winling, con el que había trabajado en Cyrano, y Gilles Lellouche, que en mi opinión borda el papel del promotor Grégoire Piaggi, el príncipe de la región. En sus momentos elegantes me recordaba a menudo a Yves Montand y, sin embargo, podía ser también un hombre que sufre, con una interpretación de ese sufrimiento absolutamente sobrecogedora.
P: Háblame de Marine Vacth, a la que seleccionaste nada más conocerla.
R: No la conocía. Había visto la película de François Ozon y sabía, por supuesto, que era una mujer con una belleza única. Un día vino a verme. Se sentó frente a mí; estaba en los últimos meses de embarazo y según como se moviera en el sofá, se colocaba la barriga a la izquierda o a la derecha con las dos manos. Allí estaba, enfrente de mí, y supe enseguida que era Louise, el personaje de mi película. Es una mujer muy hermosa y alegre, pero sobre todo es una mujer a la que rodea el misterio; es algo que podía percibirse en la película de Ozon; tiene algo indefinido que permanece, no sabría decirte muy bien qué. Ese misterio es parte del misterio de las grandes actrices y ella lo tiene.
P: ¿Se adaptó enseguida al tempo que te caracteriza?
R: Es verdad que presto mucha atención al tempo, al ritmo. Una película es como una primavera que atrapas y luego sueltas; no puedes perder la tensión ni dejar que la película se alargue innecesariamente, como una vela que golpea el mástil cuando amaina el viento. Ese es el momento en que todo puede echarse a perder Llegar a ese punto en el puedes trabajar con el ritmo adecuado es algo complejo que lleva mucho tiempo y alcanzarlo es como alcanzar la gracia. Romain Gary solía decir: "La gracia es movimiento". Me gusta que los personajes se muevan continuamente; por eso, cuando las cosas se paran empiezo a preocuparme pero, al mismo tiempo, no puedes dejar que se note.
Patrick Modiano, con el que escribí Bon Voyage, solía decir: "Eso es el engaste invisible". Es un término de joyería que se usa cuando con algunas piedras, uno es incapaz de ver cómo se han engarzado. Todo lo que quiero que el público vea en una escena son los sentimientos que expresa. Nuestro querido Gérard Depardieu comentó una vez, como les pasa a todos los actores conmigo, que me balanceo durante los diálogos, porque me muevo al ritmo de sus frases; como hay movimiento en ellas, es natural que el director se mueva también. Eso es algo que molesta a algunos actores, pero a Gérard le encantaba. Un día en Cyrano, se lanzó a decir una enorme parrafada, pero de pronto se paró en seco. "¿Te pasa algo?" Pensé que se encontraba mal, pero me dijo: "No, eres tú, ¡has dejado de moverte!" La verdad es que había olvidado una frase y eso me hizo pararme, y él lo notó enseguida.
P: Trabajas muchísimo en la preparación de las estructuras de las escenas antes de empezar a rodar.
R: Dirigir es, después de todo, el arte de dirigir a los personajes dentro de un espacio, y ese espacio es en primer lugar una ubicación, un decorado, y hasta que no encuentro esa ubicación, no existe la escena. Luego, cuando tengo todos los decorados, los planos y los modelos, cuando sé dónde va cada cosa y los he recorrido de arriba abajo, una vez que conozco la distancia entre las paredes, las puertas y las ventanas, me pongo a trabajar en esa maravillosa tarea que es ensamblarlos. Es entonces cuando considero que está hecha la película.
Ese es un trabajo que hago con el supervisor de script. Durante muchos años fue mi hermana Elisabeth; ahora trabajo con Chantal Pernecker, una técnico de cine inigualable. Nos encerramos durante varias semanas en mi despacho y trabajamos en el ensamblaje. Para mí, consiste en inventar e imaginar los movimientos en esos espacios que conozco perfectamente, hasta el último centímetro.
Luego, interpreto las escenas enfrente de Chantal; entro, me muevo por el escenario y hablo. Ella es la primera espectadora de la película. "Pero, ¿cómo puedes ver el...? ¿Tal vez hay un espejo?" "Ah, sí...espera...¡un espejo!" Y hago un boceto del rodaje con el espejo. Poco a poco, la película va tomando forma, imagen tras imagen, con los movimientos de los personajes también. Recuerdo a mi hermana Elisabeth cuando estábamos trabajando en la estructura de Cyrano. Estaba tirada en la alfombra y decía: "¡Estoy harta de hacer de Cyrano muerto!" Entonces le decía: "Espera un poco más, estoy viendo si necesito un plano-secuencia". Y ella decía: "Vale, pero tengo la espalda hecha polvo".
Trabajar en la estructura de una escena te permite ver si los movimientos parecen reales, porque cuando llega el momento, estás trabajando con los actores y son los actores los que hacen la película, los que le dan vida. Y para que puedan hacer un trabajo magnífico y sentirse cómodos, tienen que sentirse reales. Y los movimientos expresan los sentimientos mejor que las palabras.
Por ejemplo, en la película, Marine Vacth usa una entrada secreta para que Mathieu Almaric entre en la casa que fue el hogar de los dos cuando eran niños, aunque en distintas épocas. Todo está abandonado, es una casa desoladora. Entonces él se vuelve hacia ella y le tiende los brazos y ella también los tiende hacia él. Están expresando la nostalgia que les provocan los recuerdos allí, sin decir una palabra.
P: Esta es la primera vez que tu hijo, Martin, compone la música de una película tuya.
R: La música es el único departamento en el que un tipo como yo, que soy una especie de película andante, un tipo que se preocupa por todo, incluso del tamaño de las velas y de cómo colocar los panecillos en la mesa, en el que le doy las llaves a otro artista: ¡el músico! Para mí, como para muchos otros, el suspense es increíble: ¿con qué nos va a sorprender?
Esta vez, le pedí a Martin, que tiene un don extraordinario para la melodía, que compusiera la música. Me pidió que lleváramos un piano a mi despacho y todas las semanas venía y me tocaba los temas que había compuesto. Algunos me gustaban y otros no tanto. Enseguida los abandonaba y se ponía a trabajar en los que me habían gustado y los mejoraba conmigo delante, sin guerras de egos ni egocentrismos. Siempre hemos estado en la misma onda y avanzamos juntos, lo cual es algo poco frecuente. La sesión de grabación en Londres fue un momento de enorme alegría, ¡para el padre y para el hijo!
P: ¿Es verdad que te encanta la fase de edición?
R: Es una fase que me hace feliz. Ya se han terminado los riesgos, ya no tienes que ir contrarreloj; si no lo acabas hoy, lo puedes retomar mañana. Sin embargo, cuando estás rodando, estás mirando el reloj continuamente. Aunque las decisiones que tomé después de dejar de trabajar en la película que nunca rodé me motivaron a elegir un tema que fuera más fácil rodar y menos estresante, estaba decidido a hacer una cosa: quería que el mundo y la globalización actuales estuvieran presentes en la pantalla. Los productores lo entendieron y gracias a ellos, Shanghái, Londres y Zanzíbar están presentes en la película. ¡Y rodamos allí!
Véronique Lange hizo el trabajo de edición inicial según el plan estructural de las escenas. Cuando terminé el rodaje, me puse a trabajar con ella. Es entonces cuando podemos cambiar el orden de las escenas, bueno, en realidad solo un poco. Véronique era la editora de mi amigo Claude Miller y nos llevamos fenomenal. Tiene una enorme sensibilidad y delicadeza, y una risa contagiosa.
P: Cuando ves la película terminada, ¿te enseña algo de ti?
R: Tengo que pensarlo, es muy pronto para decirlo. Llevaba mucho tiempo queriendo rodar una historia de amor que se desarrollara de forma extraña, pero por pudor no la había hecho. Y ahora está aquí, acaba de aparecer y me hace feliz.
Entrevista con Mathieu Amalric
P: ¿Qué fue lo que más te llamó la atención cuando leíste el guion?
R: ¡La velocidad! Jérôme Varenne es un hombre que se mueve continuamente. Esta historia, de hecho, no debería haber sucedido. La primera vez que encuentra a Louise va en una dirección. Entonces ella corre detrás de él y le dice: "No es en esa dirección, es justo en la contraria". Esta frase podría resumir la película. Jean-Paul Rappeneau es fantástico haciendo películas sobre gente que no es consciente de lo que les sucede. Tengo la impresión de que para él la vida está llena de sorpresas y que en el momento en que tomamos una decisión que cambia nuestras vidas, es algo motivado por una voluntad interior de la que no somos conscientes. Así que como actor, no quieres interpretar a alguien que se observe demasiado. Las cosas pasan antes de que el personaje tenga tiempo de darse cuenta de lo que está pasando.
P: ¿Eso es lo que crea la ambigüedad?
R: Ambigüedad y melancolía también, que Rappenau maneja con un tono amable de desesperación. Es muy ambiguo porque todo se va haciendo más complejo a medida que la historia avanza. Su padre debe haber sido un idiota integral, ¿o es Jérôme el que se lo inventa? Poco a poco se va haciendo más humano y mucho más complejo. Me di cuenta cuando estaba estudiando el guion que Jérôme no dice mucho en realidad, se limita a repetir lo que dicen otros. Es una especie de anguila escurridiza, la clase de persona que evita comprometerse. Nunca dice lo que piensa.
P: ¿Pero es consciente de eso? Es una especie de anguila escurridiza consigo mismo también.
R: Sí, eso es cierto. No se esfuerza en absoluto por intentar comprender lo que le llevó a huir de su familia. Pero con Rappeneau todo eso se trata a través de la aventura, de la acción, del humor y de la atracción, ese no sé qué que te atrae como un imán y que hace que no puedas irte, pero no sabes por qué; no puedes explicarlo. No le gusta explicar las cosas. Para Jean-Paul, el destino es azar, pero no hace una tragedia de ello, sino todo lo contrario. Puede suceder con cosas pequeñas e insignificantes, con las sorpresas o con un objeto, en este caso, el tocador de su madre. Por eso, lo que hace que Jean-Paul sea tan irresistible es que no controla nada.
P: Pero Jean-Paul controla la forma en que está hecha la película con absoluta precisión.
R: Sí, eso es lo que resulta paradójico en él. Todo es exacto en su cabeza, el tempo, el ritmo, es una forma de control muy delicada, como la de un músico; por eso, el sonido es muy importante para él. Incluso en el guion hay cosas como "broooom", "pim", "pam". Y cuando veo alguna de sus películas, no sé cómo lo hace, cómo capta la naturaleza de los actores a los que filma porque, en realidad, somos marionetas. En nuestro trabajo, nos dejamos llevar completamente por el tempo tan personal de Jean-Paul siempre.
P: ¿Pensabas que iba a ser así cuando el conociste?
R: Sabía lo de la musicalidad, el tempo y el ritmo porque había visto muchos bonus de sus películas y leído algunos libros en los que hablaba de su forma de trabajar. Dicho esto, no me esperaba que fuera tan metódico. Por ejemplo, que no necesitara rodar una escena completa. Rodábamos por ángulos, así que era perfectamente posible que rodáramos dos frases del principio de una escena y después tres del final; otro día tenías que rellenar el hueco entre ellas y acordarte de cómo habías interpretado la escena en la toma anterior. Pero él ya se ha imaginado el todo y ha pensado en los detalles más mínimos y es entonces cuando te das cuenta de que es un experto en caer siempre de pie.
P: ¿Habló contigo de la historia?
R: No mucho. Cuando me dio el guion hace un año, dejó entrever que era algo muy personal, especialmente el hecho de haber perdido a su padre. Algunas veces sentía que los estaba filmando a ellos, que algunas tomas eran muy emotivas para él, que le resultaban dolorosas. Pero lo más maravilloso de Jean-Paul es que convierte todo eso en una historia para mostrársela a todo el mundo.
P: ¿Cómo te metiste en el personaje?
R: A través del guion. Lo leí y lo releí una y otra vez. Luego Jean-Paul le dio a todo el equipo su desglose de las escenas, donde había también un montón de instrucciones. Con él, los matices psicológicos se expresan a través de los detalles: con el lenguaje corporal o con un "broooom" y también en la forma en que filma la escena y el momento en el que para la toma. Así que después de eso, solo consultaba el desglose de las escenas para sincronizarme. Y fue maravillo ver cómo todos los actores descubrían poco a poco esa sincronización. Todos nos sentíamos desorientados, porque todo lo que hace falta para que un actor se sienta incómodo estaba allí.
P: ¿Qué quieres decir?
R: Bueno, para los actores que se ven como actores, que quieren hacer un ensayo para crearse espacios donde puedan ser creativos en una escena, todo eso es innecesario, ya lo ha hecho Jean-Paul. La verdad es que hace la película él solo e interpreta a todos los personajes. Por ejemplo, en una escena, mi personaje tiene una duda y quiere preguntar una cosa, pero no se atreve, eso no le interesa a Jean-Paul, le aburre. Entonces, crea movimiento, clang, clang, mete algunos coches y un camión que pasa y ya está, pasas a otra cosa, porque en cualquier caso mi personaje no podía pararse a hablar. Y otra vez, Jean-Paul encuentra una forma de escapar.
P: ¿Es agotador actuar así?
R: Físicamente es extenuante, porque dices cuatro o cinco líneas como máximo y ¡te corta! ¡Jean-Paul corta las escenas a la mitad! Encuentro un símil que, lo siento, pero es realmente el sentimiento que experimentas; es como vivir continuamente en un "coitus interruptus". Tu sistema nervioso está siempre en alerta y eso es fantástico para conseguir intensidad de cada escena. Por eso, los actores se implican tanto en sus películas, no te puedes ir nunca. Los personajes no descansan nunca. Eso me hizo pensar que se puede utilizar el corte de las escenas como un arma oculta para manejar la psicología de los personajes. Es una enorme zona gris que no he podido explorar todavía como director.
P: ¿Te preocupó el hecho de que hubiera elegido una actriz con tan poca experiencia en la gran pantalla para interpretar a la protagonista de la película?
R: Al contrario, fue muy estimulante trabajar con Marine. Es alguien como yo, no sabe técnica, nunca la ha aprendido. Eso te hace frágil y yo creo que, como resultado, te da un encanto y un misterio que embaucan al público. Marine es una mujer que no es consciente de su belleza, que en su caso es irresistible, como pasa a menudo con las mujeres hermosas. Y Louise, como todas las mujeres en las películas de Rappeneau, tiene un lado salvaje. La heroína es la que provoca; el hombre se esconde y la mujer le descubre.
P: Te habías cruzado alguna vez con Gilles Lellouche, pero nunca habías interpretado una escena con él.
R: Nos conocimos durante la promoción de una película y le dije que sería estupendo hacer algo juntos. El hecho de que en el fondo seamos tan distintos funciona muy, muy bien. Tienes que admitir que el personaje de Grégoire recibe golpes muy duros y creo que Gilles lo interpreta de una forma absolutamente conmovedora.
P: ¿Consideras que los problemas familiares son emotivos?
R: Siempre me hacen imaginar cosas trágicas, pero en la película de Jean-Paul son como agujas que al final terminan clavándose felizmente en la vida. Para Jean-Paul la vida es hermosa, sin embargo, algunas veces veo esas cosas que me hacen pensar en los sentimientos que te inspiran las películas de Wes Anderson. Cuando crees que todo es maravilloso, de repente, ¡bam!, y lo que hay debajo es espantoso, pero es casi imperceptible. Todo está en continuo movimiento. No hay ningún culto a la nostalgia en Jean-Paul.
P: Nostalgia no, pero sí melancolía.
R: Lo más hermoso en las películas de Rappeneau es ese sentimiento de que son superficiales y, sin embargo, son películas en las que vuelves a pensar una y otra vez. Pero Jean-Paul no es nostálgico, eso es verdad. Nunca dice: "Las cosas eran mejor antes". Nunca filma de esa manera. Filma seres humanos en su época, en su tiempo y en su presente, como insectos que golpean las ventanas, tap, tap, tap, y eso es lo que le conmueve. No juzga nunca.
P: ¿Cómo consiguió que todo el equipo sintonizara con él?
R: Es porque está poseído; está lleno de la película que ha creado en su cabeza ¡y lo demuestra con muchísimas ideas! Todos nos dimos cuenta enseguida de que Jean-Paul usaba una gramática que no conocíamos. Sentíamos que no podíamos actuar como solíamos hacer, y era fascinante. Además, un actor tiene que ser una ruedecilla en el mecanismo de reloj de la película. Jean-Paul te despoja de todos tus trucos de interpretación y, sin embargo, tienes que seguir siendo muy bueno técnicamente. Para mí, técnicamente significa lo único en lo que creo: tienes que ser muy habilidoso en las películas, habilidoso con las manos. Es algo que viene del circo, de la comedia. Tienes que tener el tempo adecuado.
P: ¿Te sientes como el alter ego de Jean-Paul?
R: Me resulta divertido ver a Jean-Paul como al narrador de Rojo y negro, inventando a un Julien idealizado, insoportable, fracasado, el hombre que debería haber sido, todo lo que Jean-Paul no hizo nunca en su propia vida, todo lo que debería haber hecho; y eso es también el motivo por el que hace películas. Siempre resulta muy interesante ver vidas que pueden parecer convencionales y discretas y la locura de las películas. Los cineastas a menudo necesitan llevar una vida normal para crear locuras. Jean-Paul no se siente lo suficientemente aventurero en la vida real, así que diría que Jérôme es la fantasía de Jean-Paul.
P: No hemos hablado de la historia de amor.
R: ¡No hay tiempo! En las películas de Jean-Paul, en cuanto aparece el amor, escapamos. Es lo que pasa en todas sus películas, salvo en Cyrano, por supuesto. Para que el amor siga siendo esa droga, esa fe, nunca lo enseña en la película, porque el público podría robarlo.
Entrevista con Marine Vacth
P: ¿Te recuerda Louise a otras protagonistas femeninas de las películas de Jean-Paul Rappeneau?
R: Sí, porque están en movimiento continuo, lo cual es un poco molesto, pero también atractivo y conmovedor. Louise es así, pero también me parece que es un poco más reservada, más misteriosa, más seria aunque, por supuesto, siempre superficial y alegre.
P: Vive con un hombre del que no está enamorada.
R: Creo que se siente en deuda con Grégoire, que las ayudó a ella y a su madre, les dio un lugar para vivir, se ocupó de ellas y prometió devolverles la casa donde fueron muy felices durante muchos años. Está con él por gratitud, pero también porque es un hombre simpático, agradable, bueno y dulce aunque la vida que comparte con él carezca del sentimiento del verdadero amor. Se ha quedado porque quiere a su madre, si no se habría ido hace mucho tiempo. Hasta que llega Jérôme, al que no conoce pero cree odiar.
P: Y, sin embargo, se sienten atraídos.
R: Creo que es algo inevitable entre ellos; a veces las cosas suceden así entre un hombre y una mujer y no sabes por qué. Y luego está el padre, que establece un vínculo entre ellos, que fue el cielo y el infierno para ella
P: Parecías muy feliz en el rodaje.
R: Fue gracias a Jean-Paul, te hace sentir querida y protegida, también. Fue muy atento con nosotros, se aseguró de que nos sintiéramos bien. Nosotros también queríamos que se sintiera feliz, porque pone el corazón en ello, en realidad, es como un niño. Hay una especie de expectación infantil sobre él; es el primer espectador de su propia película y, sin embargo, está de nuestro lado, está al cien por cien con los actores. Es un director divertido e impaciente, el ambiente de trabajo era muy alegre. Me sentía rodeada de afecto y muy mimada. Jean-Paul tiene el entusiasmo de un adolescente y sabe contagiarlo.
P: ¿Recuerdas tu primer encuentro con Jean-Paul?
R: Nuestra primera conversación fue en las oficinas de la productora. Habíamos quedado simplemente para conocernos, pero enseguida me parecieron muy tiernas su timidez y amabilidad. Yo también tengo problemas para ser concisa y terminar las frases y me cuesta expresar mis pensamientos con palabras exactas. Así que me sentía cerca de eso y también de él cuando descubrí el contraste entre su indecisión cuando habla y la absoluta precisión que existe en su cabeza. Hacemos lo que está escrito en el guion y él sabe perfectamente dónde estará la cámara. Todo es exacto, ¡es impresionante! Lo que resulta bastante chocante al principio es que puede dividir una secuencia en trece o catorce tomas por lo menos y, sin embargo, se las arregla para que siga siendo totalmente creíble.
P: ¿Cómo definirías su forma de dirigirte?
R: Es algo meticuloso y musical. Ha escrito la partitura y no puedes dar ni una sola nota distinta, porque dejará de ser lo que él había imaginado y eso le enfada mucho. Así que tenía que ser extremadamente rigurosa con el texto y estar en movimiento casi todo el tiempo. Le encanta cuando nos estamos moviendo o corriendo. Y, sin embargo, me gusta, creo que le da la puntuación y el ritmo exactos al diálogo. Sabe llevar una escena.
P: ¿Es tu primera experiencia con una película coral?
R: Sí, y la verdad es que todo el mundo tiene un papel importante en la película. Todos los personajes son esenciales y se contraponen unos a otros. Es como si todo el mundo fuera el protagonista de la película; todos dependemos de los demás. Jérôme, al que interpreta Mathieu, es el personaje al que seguimos y a través de él conocemos al resto, pero todos son fundamentales.
P: ¿Dirías que Familles es una comedia?
R: Es una película muy divertida, muy dulce y poética. Se trata de una película emotiva cuyo humor te atrapa. Al fin y al cabo, es una película de Rappeneau, así que tiene un tono ligero, que es lo que le da profundidad, alegría y emoción.
Entrevista con Gilles Lellouche
P: ¿Qué es lo que pensaste la primera vez que leíste el guion de Familles?
R: La verdad es que es un guion que tienes que leer varias veces. En la primera lectura, parece que cuenta el relato de una familia con un triángulo amoroso añadido, pero es mucho más profunda y sutil que eso. Lo que más me llamó la atención fue la sutileza con la que estaba escrito, ese plan que vincula a los personajes. Es la marca personal de Jean-Paul, esa convicción en el poder del amor, que es la base de su trabajo y de su carrera profesional y es algo que puedes ver en esta película, una mezcla de sentimientos y deseos que nunca sabes dónde te van a llevar. El personaje central interpretado por Mathieu es una especie de pendenciero que se mueve continuamente, pero no contesta nunca a las preguntas, que lo tienes enfrente, pero enseguida va y viene. Todos los personajes giran en torno a él, en buena parte intentando salvar su propio pellejo en situaciones que les sobrepasan un poco. Lo que más me atrajo fue la posibilidad de descubrir de nuevo el auténtico cine francés en el sentido más noble de la expresión. No creo que haya muchos guiones tan detallistas y sutiles como el de Familles. La forma de ser de mi personaje es lo que me llevó a querer hacer la película. Creo que es difícil encontrar un papel más hermoso que interpretar a un personaje enamorado pero que no es correspondido.
P: Descríbenos a Grégoire, tu personaje.
R: Es una persona muy habladora, que vive el momento. No es alguien intelectual, se mueve por instintos y sentimientos, un auténtico romántico enamorado. Creo que está inmerso en una intensa lucha profesional, es alguien muy ambicioso, pero lo más importante en su vida es su amor por Louise, eso es lo que más valora. Jean-Paul me ha permitido vivir situaciones que no había experimentado nunca y he disfrutado mucho rodando esas escenas.
P: Cuando dices que no habías experimentado nunca, ¿te refieres a las emociones debajo de ese carácter hablador?
R: Sí. Por ejemplo, hay una escena en la que vengo a hablar con Mathieu y la conversación te lleva a pensar que estoy hablando de una transacción inmobiliaria, que estoy enfadado porque ha ido a hablar con el notario cuando en realidad es un pretexto para descargar sus celos, porque mi personaje, Grégoire, sabe que Louise se siente atraída por el personaje de Mathieu. Grégoire sospecha que existe cada vez más intimidad entre ellos, así que esa escena es un pretexto para descargar sus celos, como en la vida real. A menudo, no decimos lo que queremos decir, damos rodeos; es la motivación lo que cuenta. En las películas de Jean-Paul y en este guion, hay mucho de eso. Para serte sincero, creo que las películas tienden hoy en día a sacrificar la psicología de sus personajes, en el sentido de que vamos directamente al grano; tenemos una psicología que está muy cerca de una mentalidad de cómic. Vivimos en una época de inmediatez donde tienes que entender las cosas muy rápido y no dejamos que el público reflexione. Pero esta es una película que es mucho más sutil que todo eso, más alegre y dinámica; para mí, es una versión idealizada de la vida.
P: Grégoire es también un empresario muy inteligente.
R: Sí, representa al típico hombre hecho a sí mismo. Cuando miras a Grégoire y después a Jérôme, ves dos formas de educación distintas. Jérôme tiene una educación intelectual, una vida discreta y cómoda. Proviene de una familia de clase alta, con todas las tradiciones que eso lleva consigo. Grégoire es todo lo contrario, es alguien muy realista. Su familia es mucho más modesta y siente que tiene tomarse una revancha en la vida. Lleva una vida de éxito prototípica, con una mujer hermosa, un todoterreno, un apartamento... Solo le falta un labrador para tener el set completo. Sin embargo, es alguien totalmente sincero. Y celoso.
P: ¿Se corresponde Rappeneau con el hombre que te imaginabas?
R: Recuerdo que una vez vi unas imágenes del preestreno de El húsar en el tejado; me fijé en que allí estaba Jean-Paul con un traje de chaqueta y una bufanda y un aspecto muy sereno en medio de la sala; debía estar acompañado de su familia y de las personas que habían trabajado con él y me pareció una estatua, no rígida, pero casi. Me dije entonces: "Representa el cine francés en todo su esplendor" y, por supuesto, le observaba con un enorme respeto y deferencia. Pero estaba muy, muy lejos de imaginarme al hombre que realmente es. No tiene nada que ver con esa pose estática que le había adjudicado pese a él mismo, porque es alguien que tiene una energía absolutamente delirante y un entusiasmo increíble y, sobre todo, no lo finge nunca. La verdad es que uno de los pocos directores que podría denominar como ¡interactivo!
Cuando está contento, lo nota todo el mundo. Tiene una especie de tienda pequeñita con un monitor desde el que controla las cámaras y cuando está satisfecho, o incluso en medio de una toma, puedes ver que se mueve la tienda, cuando no tienes la suerte de oírle hablar porque a veces grita: "¡Genial! ¡Fantástico!" Es tremendamente entusiasta, muy alegre y sumamente cálido; le encanta bromear y en realidad es un poco adolescente en el fondo. Y ahí estaba yo, esperando encontrar a un hombre serio y rígido, pero resultó ser todo lo contrario. He trabajado con un director al que le gusta hacer películas, que ama el cine, a los actores y a su equipo, y eso es algo que he visto pocas veces. Para serte sincero, hay directores de veinticinco años que no tienen ni una décima parte de la energía que tiene él. Se levanta y atraviesa el plató, te da instrucciones, se vuelve y mira alrededor: "¿Dónde están mis auriculares?" Es un hombre nervioso y se entrega todos los días, minuto a minuto. Trabajar con él es una satisfacción increíble.
P: ¿No es también muy exigente?
R: Claro que es muy exigente. De hecho, le había visto dos o tres veces antes de hacer la película y observé entonces que era muy, muy meticuloso y lo tremendamente exacto que era con el guion y los diálogos. Tuvimos unas cuantas reuniones para trabajar en el texto y me di cuenta inmediatamente de que si tenía alguna sugerencia, habría sido mejor hacerla antes de empezar a rodar. Es del tipo de personas que ve el final de las cosas; y como a todos los perfeccionistas, le surgen enormes dudas y no puedes estropear todo el trabajo de preproducción que ha hecho haciéndole preguntas en el rodaje, tienes que plantearle el problema antes. Un día, aparecí con unas cuantas sugerencias sobre algunas frases que podrían quitarse o añadirse. Le expuse los cambios y en algunas ocasiones, me daba la razón pero en otras, no. Sin embargo, lo mejor era ver cómo se lo planteaba. Algunas veces, tardaba quince minutos en contestar con un "sí" o un "pero", o con una palabrota. Porque es muy, muy estricto y le preocupa muchísimo la música que tiene en la cabeza, ese ritmo que le pertenece solo a él, y tiene que encontrarlo. Jean-Paul es también una persona muy nerviosa, pero no es de esas personas nerviosas inaguantables que te echa encima su sufrimiento, angustia y preocupaciones, ¡en absoluto! Es un hombre dinámico y está siempre alegre. Sin embargo, tienes que estar muy atento a la música que tiene en la cabeza, porque pase lo que pase, es el director de orquesta y es algo que hace extraordinariamente bien, así que tienes que intentar adaptarte a ese ritmo.
P: ¿Cómo demuestra en el plató esa exigencia?
R: En ningún caso, haciendo muchas tomas. Me sorprende las pocas tomas que hicimos. Cuando tiene lo que quiere, podemos parar a la tercera toma, aunque había algunas escenas bastante difíciles. Sin embargo, hay tanto trabajo de preproducción de antemano que nos ajustamos a la música que vamos a tocar. Acordamos un lenguaje común y todos lo hablamos en el plató. Jean-Paul es muy exigente sobre todo en cuanto a la articulación de las frases, al menos en lo que a mí respecta; todas las palabras tenían que entenderse perfectamente. Suelo hablar bastante rápido y arrastro un poco algunas palabras, pero con él, todas las palabras tenían que entenderse, ser naturales, estar ligadas y pronunciarse claramente. No le gusta que olvidemos ninguna palabra, ni siquiera un "sí" o una "r". Es totalmente preciso pero, por otro lado, vi que era muy receptivo a las sugerencias. Aunque le cause problemas, escucha, ya sea a los actores, al equipo, al director de fotografía o al supervisor de guion. Todo el mundo tiene derecho a participar, es un auténtico trabajo en equipo. Con las películas que ha hecho, podrías pensar que Jean-Paul es un rey en su reino, pero no es así, le gusta compartir y la mejor idea es la que triunfa, aunque dé un giro a la música que tiene en su interior.
P: ¿Comentó contigo los aspectos más personales del guion?
R: Creo que es la película más intimista que ha hecho. Nunca me atreví a preguntarle si la historia era algo que le había sucedido a él, porque Jean-Paul es muy discreto, no es de esa clase de personas que enseña sus interioridades. Me explicó que había algunas escenas que estaban más o menos basadas en sus experiencias. En concreto, me habló de la escena en la que irrumpo en la habitación de hotel de Mathieu buscando a Louise y vacío todas las botellitas del mini bar. Esa escena está basada en una experiencia que tuvo con Gérard Depardieu cuando rodaron Cyrano.
P: Nunca habías trabajado con Mathieu Amalric.
R: No, y creo que es un excelente actor, atípico y extraño, no hay dos como él. Me gustan sus ideales como director y me gusta como actor. Me parece que es muy meticuloso en la elección de los guiones y sabe Dios hasta qué punto estamos relacionados, porque yo podría estar en la categoría de las películas "populares" y él, en la de las películas "independientes", pero el hecho de que Jean-Paul nos juntara es algo que debería hacerse más en el cine francés, que un director decida romper con las convenciones y no clasificar a los actores, sino mezclarlos. Mathieu y yo nos sentimos muy contentos de trabajar juntos y eso es algo que se puede percibir en la película.
P: Es la segunda vez que te enamoras de Marine Vacth.
R: Es verdad, es la segunda vez que soy su pretendiente. En Ma part du gâteau, que supuso su debut en el cine, interpretaba a un comerciante bastante obsceno que la seduce e intenta hacerle una terrible faena, pero fracasa y entonces se vuelve totalmente repugnante. Esta vez es diferente, estoy muy enamorado de ella, pero de alguna manera sigo haciéndola sufrir, no soy tan bueno con ella esta vez tampoco. Creo que Marine es una actriz excepcional, es alguien integral, sin tics ni trucos. Eso es lo más maravilloso de ella y espero que lo siga siendo durante mucho tiempo. Cuando actúa, tiene una extraña sinceridad en la mirada, lo cual es muy inquietante en una actriz tan joven como ella. Me parece que va a tener una carrera excepcional, espero que la tenga, en cualquier caso.
P: ¿El personaje de Grégoire te ha enseñado algo sobre ti como actor?
R: A menudo me he enfrentado con los celos en mi vida, son un enemigo espantoso, una cadena y grilletes que he tenido que arrastrar. Sin embargo, me he librado de ellos en la actualidad. Esta película me hizo revivir otra vez lo espantosos que pueden ser los celos, el infierno total en el que te ves inmerso, la impotencia que experimentas cuando de repente no puedes encontrar las palabras y no te queda más que una cólera amarga cuando te despojan de alguien de pronto. Hay algo en este personaje que me permitió decirle adiós a ese enemigo, como si le hubiera estrechado la mano y le hubiera dicho: "¿Ya estamos en paz? ¿Firmamos una tregua? ¿Vas a dejarme tranquilo?" Y se acabó.
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P: ¿Habías trabajado alguna vez con Jean-Paul Rappeneau?
R: No, y lo que más me motivaba a hacer esta película era Jean-Paul. Quería ver en primera persona cómo trabajaba, ver esa energía que pone en todas las tomas, su forma única de dirigir a los actores, inyectándoles esa energía e interrumpiéndolos después. Es su forma de asegurarse el control total de todas las escenas, esa forma de frustrarnos y de cortarnos justo cuando lo lógico habría sido rodar unas cuantas líneas más. Y esa limitación es lo que estimula la energía que experimentas al ver sus películas, pero no es algo fácil para un actor cuando estás rodando.
P: ¿Porque te exige una energía constante para diez segundos simplemente?
R: Te exige estar en alerta constante, aceptar sin rechistar cuando dice: "¡Corten!" justo cuando estabas preparada para rodar tres o cuatro líneas más en esa toma. Significa aceptar que hay que rodar siguiendo un desglose de las escenas preexistente y que te tienes que ajustar a él y verlo como algo natural.
P: ¿Cómo encuentras una cierta libertad pese a esas limitaciones?
R: Sobre todo, tienes que intentarlo. Al final la encuentras, pero es como un nido de abejas en un panal. La encuentras en ese pequeño espacio en el que tienes permiso para moverte y todo lo demás se lo tienes que dejar a él. Me parece que voy a sorprenderme mucho cuando vea la película, porque no sé muy bien qué es lo que hemos rodado. No sé si el ángulo muerto está en él o en los actores, pero hay un ángulo muerto en los resultados, es como la segunda sorpresa de lo hermoso que es trabajar con Jean-Paul Rappeneau.
P: Cuéntanos algo del personaje de Suzanne.
R: Es difícil definirla. Creo que la vida que ha llevado la ha hecho enloquecer un poco. Estaba enamorada de su marido y tuvieron dos hijos mientras estuvieron casados pero entonces ella dejó París y se separaron. Cuando vuelve a París con sus hijos, tiene el valor de criarlos ella sola, pero todos esos golpes hacen de ella un ser frágil. Es una romántica incurable y dedica todo su amor a sus hijos, más a Jérôme que a Jean-Michel, porque siempre tendemos a favorecer al que se marcha y está lejos. Pese a todo, la encuentro conmovedora. Es alguien que ha conservado la fuerza, el deseo, la capacidad de asombro y la curiosidad, que son cualidades que están en los niños.
P: Y es divertida también, ¿no?
R: Es divertida sin proponérselo. Resultan divertidas sus sorpresas, su ingenuidad, esa especie de sinceridad no muy apropiada para su edad. Son divertidos sus excesos, sí, y sus obsesiones también. Quiere recuperar un mueble de su casa natal, su pequeño tocador, que la verdad es que es muy bonito. No sabemos por qué está tan ligada a ese objeto, pero forma parte de su locura.
P: Parece tener una relación muy autoritaria con su hijo Jean-Michel.
R: De los dos, es el que se ha quedado con ella y el que la ha cuidado en todos los sentidos, económicamente hablando también. Es el que la apoya. Y como todo el mundo, demuestra una especie de ingratitud hacia la persona que ha sido más generosa con ella. Además, fantasea con el hijo que se ha marchado y que no mantiene contacto con ella muy a menudo. Pero así son la injusticia y la ingratitud. Jean-Paul mira a través de la familia, se fija en lo que hay detrás de las apariencias, en las extraordinarias historias de amor y traición, vemos crecer a cada miembro de la familia como en un cultivo de neuronas.
Está claro que Jean-Paul sabe de lo que está hablando, que le gusta contar la historia y que lo hace fenomenal. La película está llena de ingenio, pero tiene también un lado romántico y hay algo casi trágico en esa historia de amor, es el momento culminante de la película.
P: Cuando llegaste al plató, creo que dijiste: "¡Pero si estamos en las provincias!"
R: Sí, porque cuando llegué de París, enseguida sentí ese olor, esa densidad del aire, esa falsa impresión de paz por la tarde en las provincias, que están a años luz del sentimiento que experimentas en la capital. Los exteriores también habían sido muy bien seleccionados, era como estar en una provincia francesa, y eso era uno de los puntos más interesantes y divertidos de la película, donde aparecen Shanghái, París, esta provincia francesa y Londres. Y la presencia de la provincia se hace notar, esa singularidad de que algo puede crecer tranquilamente a su aire.
P: Como directora, ¿qué piensas del estilo de Rappeneau como director?
R: Creo que es normal que los directores te mimen cuando eres actriz y directora. La vida que pasas en el plató con los directores te afecta, especialmente con alguien como Jean-Paul. Pero eso son influencias inconscientes. Por otro lado, lo que más me sorprendió de Jean-Paul fue la forma en que conseguía arrastrar a todo un equipo de producción a su servicio, desde un punto de vista positivo, por el bien de la película, y también a los actores y al equipo técnico. Verlo es algo emocionante, incluso como actriz, y aunque no estés acostumbrada a esa clase de dirección, a que te dirijan de esa manera, te dejas llevar porque así es él. Porque así es él, así soy yo y así somos todos.
P: ¿Crees que es su entusiasmo el que lo logra?
R: Su entusiasmo no puede hacerlo todo. Es también porque en esos límites está la verdad de su forma de dirigir y tú surges de esa verdad. Además, tiene un oído extraordinario, y si eso te impide decir solo una palabra de forma distinta a como está planificado, cosa que puede parecer algo exagerado a veces, lo notas cuando clavas una frase, y él también lo sabe, y cuando no la clavas, lo oye. Tiene un oído absoluto para la interpretación. No comete ningún error. Y aquí es donde se deja sorprender. Si estuviera aquí, diría: "Siempre me dejo sorprender, Nicole" Es verdad que a veces no espera nada en especial y, entonces, algo suena más sincero que la entonación que había imaginado. Entonces se siente feliz y lo acepta por completo. No es inflexible y eso es lo más sorprendente en él. Ha desglosado todo y espera algo, una determinada entonación pero, al mismo tiempo, está preparado para que algo lo supere, con esa especie de ambivalencia, de paradoja, que explica su talento y dice mucho de él.
P: ¿Cómo resumirías Familles?
R: Es una historia única que empieza con una casa y cuando tiras del hilo, descubres la historia de una familia y, después, una historia de amor. ¡Ojalá pudiera contar una historia como esa! El tema es bastante clásico, se desarrolla en una casa de provincias y, sin embargo, hay algo hace que ese clasicismo se tambalee, en ese torrente de deseo donde todo el mundo se contradice. Hay un momento en que es como un proyector con mosquitos alrededor. Estamos frente a una bombilla en verano como una nube de mosquitos abrasándose con todos esos deseos que sobrevolamos en la película: deseos de la infancia, deseos de una casa, de amor, en fin, toda esa clase de deseos.
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P: Cuando leíste el guion de Familles, ¿qué pensaste de la historia?
R: Pensé que tenía un aire romántico, como todas sus películas, que adoro. Es una película moderna, pero dentro de un esquema relativamente clásico, y el guion me encanta. Jean-Paul escribe fenomenal, es muy preciso. Noté que tenía ese sello especial que tienen las películas francesas, quiero decir, que es un estudio de personajes con clase y elegancia, con momentos intensos y muchísima emoción; somos muy parecidos a los personajes. Se trata de una historia sobre gente interesante y es también una visión única, tiene estilo, una especie de catarata de lugares y de personajes. Es casi una película de aventuras en una casa con personas que chocan unas con otras. Era como leer una novela, ¡fue maravilloso!
P: ¿Qué tipo de limitaciones ves en su forma de dirigir?
R: Lo que me sorprendió un poco fue cómo tenía todo planeado hasta el último detalle. Estaba rodando prácticamente una película ya hecha. Obviamente, supongo que después las cosas cambiaron un poco pero, en general, tenía la película en la cabeza y rodamos una película ya hecha. Y eso es muy diferente. Estoy acostumbrada a trabajar con directores que hacen tomas muy largas desde un ángulo, y después desde otro. Luego la película se monta en la sala de edición. Aquí, sin embargo, era justo lo contrario. Supone otra forma de trabajar, y no es nada sencilla, donde tienes que alcanzar el objetivo en unos veinte segundos. Tienes que saber muy bien lo que estás haciendo y dejar que salga. Eso es algo que me encantó. Es un método de trabajo que no conocía y me gustó mucho precisamente por eso. Y luego, está ese entusiasmo, esa amabilidad y esa visión cinematográfica de Jean-Paul, que adoro. ¡Adoro a ese hombre!
P: ¿Tuviste algún problema con su obsesión por los detalles más pequeños, por que todas las palabras tuvieran la entonación exacta y estuvieran en su sitio?
R: Personalmente, me encanta. Quiero decir que no me gusta construir al personaje inventando yo el diálogo, la verdad creo que todo eso es una tontería. Prefiero hacer mío el personaje metiéndome en el texto, en algo más concreto. Algunas veces, me parece fatal tener que decir una cosa en lugar de otra, y se lo puedo comentar al director, pero por lo general mi trabajo se basa en el texto, así que no tengo ningún problema con eso.
P: ¿Qué me puedes contar sobre tu personaje, Florence?
R: Florence hace su aparición cuando ya lleva un tiempo la película. Es alguien de quien han estado hablando y eso me encanta. Me encanta cuando se habla de un personaje durante mucho tiempo y finalmente lo ves aparecer. Me chifla. Florence inspira un cierto misterio, porque es una mujer que se supone que tiene unos sentimientos que en realidad no tiene. Es esa persona a la que todo el mundo señala, la interesada, la que todo el mundo piensa que es malvada y egoísta y, sin embargo, descubrimos que en el fondo es una romántica incurable. Estuvo locamente enamorada de un hombre mayor que murió de repente antes de que le diera tiempo a organizarlo todo. Así que es una proscrita y una desterrada que representa en realidad la vida provinciana. Además, fue una enfermera que trabajó con este famoso doctor al que logró seducir. Así que crees que es una persona manipuladora cuando realmente es todo lo contrario: es una persona con la suficiente elegancia para mantenerlo en secreto. Quiero decir que no denuncia la injusticia que se ha cometido con ella, tiene un cierto orgullo. A la larga, eso jugará a su favor, porque al final nos damos cuenta de que no es la persona que pensábamos que era. Ella es la que verdaderamente sufre los pecados de la vida provinciana y el cotilleo, ella es la que tendría que señalar con un dedo acusador. Por eso me gusta muchísimo. Nunca había interpretado a un personaje como ella.
P: Marine Vacth interpreta a tu hija.
R: La conocí en su primera película, Ma part du gâteau, donde tenía un papel muy pequeño. Me pareció guapísima, pero no llegué a conocerla bien. La descubrí como actriz en Joven y bonita. Cuando la vi, pensé que tenía una belleza única y un poco misteriosa, y me gustó su interpretación en esa película. En Familles, pensé: "Tendrá que vencer esa indiferencia, porque interpreta a una joven apasionada". Después la vi trabajar y me dije: "¡Menuda actriz!" Creo que es muy fotogénica e increíblemente bella. Me siento muy orgullosa de ser su madre, porque refleja un poco de mí.
P: ¿Cómo te preparaste para el papel?
R: No hablé mucho con Jean-Paul, pero la verdad es que las pocas veces que lo hice, estábamos de acuerdo. Es un personaje precioso, un sueño para una actriz como yo. No es un personaje muy difícil, pero me encantaron ese misterio y esa dignidad tan suya. Podría haberla interpretado de otra manera, sin duda pero, personalmente, era lo que más me interesaba y Jean-Paul estuvo de acuerdo en cuanto al tono que quería darle. Aunque después, tengo que decir, tenía que pasar por la prueba del rodaje, es decir, yo proponía algunas cosas y él las pulía un poco. Sin embargo, parecía estar contento con el resultado.
P: ¿Florence es un personaje romántico?
R: Por supuesto, aunque sea un personaje secundario, creo que no se limita a cumplir una función, no está en la película para rellenar un hueco. Hay espíritu en este personaje: es una romántica incurable que oculta a los demás que llora en secreto por ese hombre cuya memoria trata de defender porque ha sido mancillada.
P: ¿Te sorprendió la forma de comportarse de Jean- Paul en el plató?
R: Es muy directo y muy sincero. Yo soy igual, así que es una forma de trabajar que funciona bien conmigo. Jean-Paul Rappeneau es un hombre íntegro y franco que no se anda con ambigüedades y eso me encanta. Así que cuando es un poco directo, no me lo tomo a mal, al contrario, me hace reír. Luego tienes que tener en cuenta también su edad. Me refiero a que me crie con mis abuelos y estoy familiarizada con la gente de una cierta edad. Me resultan adorables porque hay muchas cosas que ya no les importan, viven el momento porque ya no les queda mucho tiempo y eso es algo que me emociona y encanta. Me gusta la vitalidad de Jean-Paul, porque es el producto de su forma de ser y de su edad.
El otro día vino y me dijo: "Estoy enfadado, porque enfado a todo el mundo cuando no quiero enfadar a nadie". Y le contesté: "A mí no me enfadas, te adoro. Puedes decir lo que quieras, ¡te adoro!" Y es verdad.
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P: ¿Cómo describirías a tu personaje?
R: Represento solo un lado diminuto del cuadro general, porque soy el alcalde. Lógicamente, el alcalde conoce bien todos los problemas y pelea por la casa con los herederos, la familia y el agente inmobiliario, que interpreta Gilles Lellouche. Así pues, se produce una cierta batalla que, como podrás imaginar, es amarga; estamos en las provincias, donde todo el mundo se conoce y donde las relaciones personales son ambiguas, esconden algo debajo que no se puede decir abiertamente. Es como el juego del escondite y también como un baile de máscaras. Sin embargo, dado que estamos en el terreno de Jean-Paul Rappeneau, se trata de un pretexto para una comedia, porque resulta muy divertido ver cómo se desarrolla la situación. En ese momento de la película en el que toda la ciudad se reúne la noche del estreno de un festival local, en medio de un extraordinario concierto, cuando escuchamos extasiados a un magnífico pianista, tenemos la impresión, justo en medio de ese momento idílico, que estamos viendo una obra de Feydeau, con gente dando portazos aunque sea un concierto al aire libre, y resulta muy divertido. Soy un espectador de todo eso y hace reír a mi personaje, pero también como actor que trabaja por primera vez con Jean-Paul Rappeneau.
P: ¿Cómo se ve una película de Rappeneau desde dentro?
R: Es divertido verle como a un director de orquesta, con todo preparado con sumo cuidado, meticulosidad y extraordinaria precisión. Él es el director de esa orquesta, conoce cada palabra del diálogo y, sobre todo, cada sonido. Así que es un placer, porque estás con alguien que se sabe la partitura de memoria. Ese grado de maestría es muy poco frecuente, porque cada toma es algo completo y lleno de contenido gracias a esa enorme cantidad de trabajo previo que nosotros los actores heredamos en el momento en que empezamos a interpretar. Después, nos corresponde a los actores ceñirnos a ese sueño y dar vida a los personajes con los que ha soñado y que ha construido y tejido con tanto cuidado, preocupándose hasta de la última palabra.
P: ¿Sentías la necesidad de reflejar una tensión constante a través del movimiento?
R: La película es psicológicamente densa porque trata un tema muy relacionado con su hogar de infancia. Sin embargo, siempre intenta mirarlo desde un punto de vista cómico y eso le da un pretexto para mirar las cosas de cerca y también desde la altura, como en el enredo de una escena cómica. Por eso, cada uno de nosotros hereda un itinerario muy concreto y lleva un montón de equipaje. Por ejemplo, cuando mi personaje, el alcalde le da la bienvenida a la Sra. Varenne, que interpreta Nicole Garcia, se hace evidente con un simple hola toda esa historia que ha habido entre ellos en el pasado, que es muy personal. Cada personaje que interviene en esta historia lo hace de una forma particular, no es nunca intrascendente. En el momento del rodaje, lógicamente todo el mundo se ha aprendido su papel, pero tienes que enfrentarte a Jean-Paul que se los sabe todos, hasta el más mínimo detalle, y conoce perfectamente las emociones que tienes que experimentar y los sentimientos que tienes que mostrar. Así que es muy divertido, porque hay un objetivo común que todos intentamos alcanzar y está el placer que experimentas al interpretar el papel porque refleja exactamente lo que habías soñado cuando leíste el guion. Actúas y todo cobra vida. Siempre he tenido la impresión de vivir las cosas con mucha sinceridad. "Actuar" es implicarte emocionalmente en algo y vivirlo con sinceridad y Jean-Paul te anima a hacerlo.
P: ¿Te comentó si interpretabas a alguien cercano a él?
R: Creo que es Mathieu el que interpreta al personaje que más se parece a Jean-Paul, por lo menos así es como yo leí y entendí la historia. Yo interpreto a un alcalde al que Jean-Paul debe haber conocido, un representante con un cargo oficial en un lugar donde pasan todos esos problemas familiares que terminan preocupando a toda la ciudad, porque esa familia tan visible está inmersa en esos problemas y disputas familiares. Todo el mundo se pelea: los herederos, los niños de la familia y también el alcalde, que tiene planes para esa casa y el terreno; sin embargo, está también el agente inmobiliario, que quiere hacer otras cosas y por otros motivos. Nací en las provincias, así que reconozco la vida provinciana en esa enmarañada tela de araña que atrapa a todos los protagonistas en un círculo muy estrecho donde todo el mundo conoce a todo el mundo. El resultado es una situación muy divertida y explosiva; hay escenas íntimas y otras que implican a todos los personajes. Así que es como una enorme orquesta donde cada persona toca la partitura de un instrumento concreto.
P: ¿Qué hace que este rodaje haya sido único para ti?
R: Por primera vez, he sido testig