Cinemanía > Películas > Frantz > Comentario
Destacado: Cynthia Erivo y Ariana Grande protagonizan 'Wicked'
Frantz cartel reducidoFrantzDirigida por François Ozon
¿Qué te parece la película?

Sección Oficial Mostra de Venecia 2016.

Coproducción franco alemana con guión del propio Ozon en colaboración con el escritor Philippe Piazzo.


Una entrevista con François Ozon

P: ¿Cómo surgió la idea de hacer FRANTZ?

R: En una época obsesionada por la verdad y la transparencia, hacía tiempo que buscaba la forma de hacer una película en torno a la mentira. Como alumno y admirador de Eric Rohmer, siempre me ha interesado contar y filmar mentiras. Más aún, el cine me parece el arte de la ilusión, una mentira a 24 fotogramas por segundo.

Pensaba en esta temática cuando un amigo me habló de una obra de Maurice Rostand escrita inmediatamente después de la I Guerra Mundial, L'homme que j'ai tué (El hombre al que maté). Me gustó el punto de partida: es la historia de un joven francés que decide pedir perdón a la familia alemana del soldado al que mató, pero un malentendido le impide decir la verdad.

Indagué un poco más y me enteré de que ya había sido adaptada a la gran pantalla en 1931 por Ernst Lubitsch bajo el título de BROLEN LULLABY (REMORDIMIENTO). Mi primera reacción fue olvidarme del asunto, ¿cómo iba a hacer algo después de Lubitsch?


P: ¿Qué le hizo cambiar de opinión?

R: Ver la película de Lubitsch me tranquilizó porque permanece muy cerca de la obra teatral y adopta el mismo punto de vista, el del joven francés. Pero yo quería ver la historia desde el punto de vista de la joven alemana que, al igual que el espectador, no entiende por qué un francés visita la tumba de su prometido.

Sin embargo, la película de Lubitsch es maravillosa, sobre todo pensando en el contexto pacifista e idealista de posguerra. He mantenido algunas de las escenas que creó en la adaptación de la obra. Es su película menos conocida, la única realmente dramática, y también su mayor fracaso comercial. Como siempre, la puesta en escena es admirable, llena de inventiva, pero es la película de un cineasta estadounidense de origen alemán que no sabe que se perfila otra guerra mundial y que desea hacer una película optimista, reconciliadora. La Primera Guerra Mundial fue una masacre de tal calibre que muchas voces políticas y literarias, tanto francesas como alemanas, se dejaron oír en defensa de un ideal pacifista: "Nunca más". Mi punto de vista, como francés que no vivió ninguna de las dos grandes guerras, sería forzosamente diferente.


P: Adrien es un personaje complejo...

R: Es un joven atormentado y perdido. Perdido entre el deseo, la culpabilidad, la familia. Al principio se sabe poco de él, es muy misterioso. Cuanto más avanza la película, más decepciona a Anna. El trauma bélico le ha marcado con una especie de impotencia; le falta coraje y se hunde en una neurosis de la que es incapaz de salir. Su obsesión o su amor por Frantz son letales, pero no desea dejarlos atrás.


P: En cierto modo, Anna no empieza el duelo por Frantz hasta que Adrien regresa a Francia: ella deja un retrato suyo en la tumba y empieza a deprimirse.

R: Hasta entonces, Anna se mantuvo fuerte por los padres de Frantz, en una ocasión el padre de Frantz le dice a Anna "Gracias por habernos apoyado, ahora nos toca a nosotros ayudarte". Pero con la mentira y la marcha de Adrien, es como si todo el dolor de Anna volviese a la superficie, y el abandono es aún más cruel. Quizá también porque dicho abandono es más erótico con Adrien.


P: El reto para Anna es el aprendizaje y el descubrimiento del amor.

R: El guión de la película está construido como un "Bildungsroman", es decir, una novela de aprendizaje. No nos lleva a un mundo de ensoñación y de evasión, sino que sigue la educación sentimental de Anna, su desilusión en cuanto a la realidad, a la mentira, al deseo, como si de un cuento iniciático se tratara. Anna estaba destinada a casarse con Frantz; era un amor de juventud, romántico, quizá de conveniencia, que probablemente jamás llegó a consumarse. Pero el impulso se rompió. De pronto, milagrosamente, llega otro príncipe encantador, mucho más apasionado. Sigue sin ser el hombre adecuado, pero gracias a él tomará conciencia de los grandes acontecimientos en cualquier existencia (la muerte, el amor, el odio, la alteridad...).


P: El principio de la película se concentra en Anna, a la que vemos deambular entre la tumba de Frantz y su casa.

R: Me gusta mucho filmar trayectos, es una forma concreta de encarnar la idea del recorrido de los personajes y de situar la película y a los personajes en un lugar geográfico. Era importante mostrar esa pequeña ciudad alemana, los recorridos desde la casa al cementerio, y luego hasta la Gasthaus (posada). Observar ese trayecto equivale a hacer preguntas acerca del personaje, a entender su camino. Al principio, Anna no se mueve, solo da vueltas por el pueblo. Pero luego se lanza al gran viaje que la lleva a Francia y la obliga a ir más allá de la apariencia.


P: En FRANTZ vuelve a haber temas que ya ha tocado en otras películas. El duelo de BAJO LA ARENA, el placer de contar historias de EN LA CASA, la educación sentimental de JOVEN Y BONITA... Pero aquí también explora muchas cosas nuevas.

R: Es posible que, inconscientemente, aparezcan muchas de mis obsesiones. Pero el hecho de abordarlas en otro idioma, con otros intérpretes, en otro país que no sea Francia, me ha obligado a renovarme. Espero que hayan cobrado una fuerza y una dimensión nuevas. Esta película planteaba muchos e interesantes retos. Nunca había filmado la guerra, combates, un pueblo alemán, París en blanco y negro, en idioma alemán...

Uno de los planteamientos más importantes para mí era contar la historia desde el punto de vista alemán, de los perdedores, de los humillados por el tratado de Versalles, y mostrar que esa Alemania fue el caldo de cultivo de un nacionalismo naciente.


P: Ya en GOTAS DE AGUA SOBRE PIEDRAS CALIENTES, adaptada a partir de una obra de Fassbinder, se notaba su interés por Alemania.

R: Alemania es el primer país extranjero que descubrí siendo niño y del que me quedó cierta fascinación, además de un interés constante por el idioma, la historia y la cultura. Hace tiempo que tenía ganas de contar la vertiente fraternal de dos pueblos europeos, la amistad que puede unirlos, y esta película era la oportunidad perfecta.

Hablo suficiente alemán como para mantener una conversación y dirigir a los actores. Tengo buen oído para ese idioma, todo lo opuesto del inglés. Luego confié en los actores, les pedí ayuda y consejos para los diálogos. Fueron muy colaboradores.


P: ¿Cómo se enfrentó a la reconstrucción histórica?

R: De modo totalmente diferente de la de ÁNGEL, donde quise reconstruir el mundo soñado de una joven. En FRANTZ no quise inclinarme hacia la estilización, todo lo contrario, la película debía estar anclada en un fuerte realismo. Es un periodo ideal porque tenemos acceso a mucha documentación fotográfica y cinematográfica. Pero me di cuenta muy rápidamente de que no disponía del presupuesto necesario para realizar una reconstitución tan precisa como la que deseaba. Localizando con Michel Barthélemy, el director artístico, encontramos decorados interesantes, pero cuya reconstrucción era demasiado cara. Un día se me ocurrió pasar las fotos de las localizaciones a blanco y negro. Hubo un milagro, todos los decorados funcionaban a la perfección y, paradójicamente, con el blanco y negro conseguíamos un mayor realismo, una mayor veracidad, porque todas las referencias de la época están en blanco y negro.

Fue difícil conseguir que el productor aceptara esta elección artística y económica, pero creo que la película sale ganando.


P: ¿De dónde viene la idea de insertar toques de color en algunos momentos?

R: Trabajar en blanco y negro por primera vez era un auténtico reto, pero también un suplicio porque me inclino naturalmente hacia el color y el tecnicolor. Por eso me pareció difícil dejarlo del todo, sobre todo para ciertas escenas, como la del paseo en la naturaleza, una clara referencia al estilo del pintor romántico Caspar David Friedrich. Decidí usar el color como elemento de puesta en escena e integrarlo en las secuencias de flash back, de mentiras o de felicidad, como si la vida volviese de pronto a un periodo de duelo, y el color irrigase los planos en blanco y negro de la película.


P: ¿Dónde rodó la parte alemana?

R: Rodamos en el centro mismo de Alemania, a unos 200 km de Berlín, en Quedlinburg y Wernigerode para el pueblo, y en Görlitz, en la frontera con Polonia, para el cementerio. Son lugares de la antigua República Democrática Alemana que apenas han cambiado y no han sido remodelados como las ciudades del oeste.


P: ¿Cómo encontró a Paula Beer?

R: Realicé un casting en Alemania y conocí a muchas actrices. En cuanto vi a Paula, aprecié en ella algo travieso y, a la vez, melancólico. A pesar de tener solo 20 años realizó una interpretación muy madura. Encarnaba la inocencia de una joven y la fuerza de una mujer. Su abanico interpretativo es muy amplio, se mete inmediatamente en la escena y es extremadamente fotogénica.


P: ¿Y Pierre Niney?

R: Me había fijado en su viveza y su encanto inusual en J’AIME REGARDER LES FILLES. También me había gustado en la obra de teatro Comédie Française y en el papel de YVES SAINT-LAURENT. Pierre es un gran actor de composición, trabaja varios registros, sobre todo la comedia, de la que posee un ritmo natural, pero también se siente perfectamente cómodo en un papel más dramático y atormentado, lo que era importante para Adrien. Otra cualidad que pocos intérpretes tienen a su edad es que no le asusta mostrar su feminidad, su fragilidad, sus imperfecciones, incluso en la forma de hablar y de moverse.


P: ¿Cómo escogió a los padres alemanes?

R: Había visto a Ernst Stötzner, que encarna al padre, en una película de Hans-Christian Schmid. Me gusta mucho su rostro, así como la autoridad innata que comunica a través de su porte y su voz. Con la barba blanca, representa la ley, el rigor y la severidad alemana. Al verle en blanco y negro, tenía la impresión de estar ante un actor de Dreyer, o incluso de Max von Sydow en una película de Bergman.

El papel de la madre debía compensar el rigor del padre, por eso busqué a una actriz totalmente opuesta, que despidiese calidez maternal, que fuera más humana, más latina. Marie Gruber estuvo excepcional en el casting. Primero me conquistó su voz, y luego su humanidad, su temperamento y su mirada, que me hacían pensar en Giuletta Masima.


P: ¿Y Johann von Bülow en el papel de Kreutz?

R: Tiene el papel ingrato del "malo" de la película. Representa a la pequeña burguesía alemana que se siente humillada y sueña con la revancha. Pero también está enamorado de Anna y su rechazo le duele. Johann era perfecto para el papel. Con su interpretación, comedida y ambigua, no cayó nunca en la caricatura.


P: ¿Y para la madre de Adrien?

R: Quería a una mujer realmente bella para encarnar a una aristócrata con algo de araña y de madre castradora. Se nota que teje la tela y que manipula a los que la rodean, que sabe lo que pasa y que quiere conservar a su hijo a su lado, lejos de “la alemana". Cyrielle Clair era la actriz perfecta para representar, bajo una elegancia natural y una frialdad aparente, la monstruosa vertiente de esa madre incestuosa.


P: Fanny, la novia de Adrien, recuerda un poco a las sufragistas...

R: Fanny es un personaje ambiguo. Bajo una apariencia frágil y amable, sabe lo que quiere, quedarse con Adrien. Tiene carácter, se viste y peina con un estilo mucho más moderno, "a lo chico". Frente a ella, Anna se siente un poco paleta, más extranjera que nunca, es "la pequeña alemana". La película funciona a base de reflejos, jugando con el contraste entre Anna y Fanny, Francia y Alemania, la casa de Frantz y el castillo de Adrien, los cantos patrióticos de ambos países, etcétera.


P: Háblenos de la música de Philippe Rombi.

R: Al principio de la película reina la austeridad en la puesta en escena y en la música, que solo aparece discretamente en las tensiones dramáticas. Poco a poco llega la parte novelesca, el amor naciente, la ilusión de Anna, y su desilusión. La música sigue su recorrido con algunas bocanadas del romanticismo de compositores de la época, como Mahler y Debussy.


P: ¿Y el nombre de Frantz, que da título a la película?

R: Llegó de forma natural, como un eco, porque suena como "France"... En alemán se escribe sin la "t", pero es un error muy francés que hace gracia y encanta a los alemanes, por eso decidí no corregirlo. Pensé que el propio Frantz había añadido la "t" a su nombre porque era un francófilo convencido.


P: Al final de la película, Anna vuelve a mentir para proteger a los padres de Frantz, pero va más allá de las apariencias; ahora accede a otro tipo de mentira, el arte, contemplando "El suicida", de Manet.

R: Me pareció muy importante acabar con este cuadro. El arte también es una mentira, una forma de soportar el dolor. Pero es una mentira más noble, virtual, que puede ayudarnos a vivir.

En la obra de Rostand se habla de un cuadro de Courbet que describe a un chico con la cabeza echada hacia atrás. Busqué en los cuadros de Courbet, pero solo encontré obras demasiado románticas, que no alcanzaban la violencia que deseaba.

Documentándome encontré este cuadro casi desconocido de Manet, "El suicida", de una modernidad increíble. Después de enseñarlo en blanco y negro, quería revelarlo con todos sus colores, sobre todo el rojo de la sangre que mancha la camisa blanca del suicida. De golpe, cobra fuerza y permite rememorar el drama que acabamos de ver, pensar en Frantz y en Adrien. Y en toda la macabra época de posguerra, en los dos millones de muertos en Francia y tres millones en Alemania, en los supervivientes que regresaron mutilados, traumatizados, dispuestos a suicidarse.

Considero muy importante este peso de la Historia. Anna debía volver a contemplar el cuadro que lo recuerda, aunque en realidad está pintado en 1881 y evoca un acto pasional. Pero por fin todo queda claro al proyectarse ante ella.


P: "Me da ganas de vivir", dice Anna, al contemplarlo.

R: Me gusta esta paradoja: ante el cuadro de un suicida, atraviesa el espejo, a pesar de la guerra, los dramas, los muertos, las mentiras... Ha madurado, ha superado pruebas, ha recorrido un largo camino y se ha hecho fuerte. Mediante Frantz y Adrien por fin acepta el amor perdido y el amor soñado. Quizá ahora sea capaz de amar y conocer a la persona adecuada.


Una entrevista con Pierre Niney

P: ¿Cuál fue su reacción después de leer el guion de FRANTZ?

R: La historia me cautivó por todas las apariencias que me llevaban hacia caminos equivocados. El guion de la película miente, como los personajes. Me quedé aún más sorprendido porque no esperaba semejante intriga por parte de François Ozon. Me fascina la temática de la mentira salvadora o destructora. El personaje de Adrien me gustó inmediatamente; y también la historia de amor imposible y el marco "clásico" de la película, con el nacionalismo latente de posguerra que recuerda algo muy actual y muy moderno.


P: ¿Cómo fue conocer a François Ozon?

R: Todo resultó muy sencillo. Realizamos una primera lectura del guion y nos sumergimos en el trabajo enseguida. El universo de François es muy personal, pero también es una persona muy lúcida, sabe lo que funciona o no funciona. Disfruté mucho con ese primer encuentro/lectura porque sentí que el guion, a pesar de estar muy construido, seguía vivo, podía transformarse de acuerdo con lo que iba a ocurrir.


P: ¿Y con Paula Beer?

R: Hicimos pruebas con diversas actrices para la escena del lago en Alemania y el beso fallido en la casa familiar de Adrien. No había duda de que Paula era perfecta. Se hizo con la gracia y la sinceridad de su personaje. Es una actriz inmensa. Su interpretación en la película es notable y se queda grabada en nosotros. Trabajar con ella es fácil y enriquece.


P: ¿Cómo abordó su personaje?

R: Para mí, Adrien es un ser sensible roto por la guerra. Era importante que el misterio del personaje se captara a través de un aspecto torturado, de cierta fragilidad, pero eso requería un trabajo progresivo, no podía revelarse demasiado pronto y no había que olvidar el terrible trauma vivido por ese chico. Antes y durante el rodaje estudié los cuadros de Egon Schiele. Me pareció hallar en sus retratos una herida que me hablaba de Adrien. El papel era todo un reto, tuve que aprender a tocar el violín, a hablar en alemán... ¡y a bailar el vals! El violín fue lo peor porque eran tres piezas bastante complicadas. François estaba empeñado en filmar mis manos, las cuerdas y el arco a la vez. Trabajé mucho con un profesor para conseguirlo.


P: ¿Cómo fue actuar en alemán?

R: También fue un reto. Paula Beer me ayudó mucho. Estaba rodando otra película antes de empezar a trabajar en FRANTZ, y mientras esperaba en el plató, escuchaba en el iPod las grabaciones de mis diálogos que me mandaba a diario. Fue el mejor sistema porque tiene una voz muy dulce y es una gran actriz. Me inspiró, sobre todo para sumergirme en un idioma que tiene cierta mala reputación por su sonoridad y falta de fluidez. Debo reconocer que me gustó muchísimo rodar en alemán. La escena en la que Adrien cuenta la visita al Louvre con Frantz es una de las que más me gustó rodar. Crea un lazo muy potente entre el francés y el alemán, uno de los temas de la película.


P: Para Adrien, Frantz puede ser el personaje que le revela una forma de deseo homosexual. ¿Cómo enfocó la ambigüedad de su personaje?

R: Me apasionó esa ambigüedad y quise mostrar pequeños detalles durante el recorrido de mi personaje que planteasen esa posibilidad al espectador. Ahora bien, ¿se trata de un amor fraternal o de un amor reflejo porque reconoce su angustia en la mirada de Frantz? ¿O es un amor pasional? Una de las grandes fuerzas de la película, bajo una belleza clásica, es plantear tantos interrogantes en torno a Adrien. Lo mismo pasa cuando conocemos a su madre y a su prometida al final de la película. ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Qué trama esa madre para su hijo?


P: ¿Se documentó extensamente sobre la juventud sacrificada en los campos de batalla de la I Guerra Mundial?

R: Para entender mejor lo que vivió Adrien, volví a sumergirme en esa guerra horrenda. Los archivos están llenos de testimonios que cuentan los daños humanos y psíquicos que padecieron los soldados franceses y alemanes de la Guerra del 14. Al igual que Adrien, muchísimos soldados se encontraron de pronto, siendo aún muy jóvenes, metidos en una guerra de una violencia tremenda. Lo más increíble es que hubo ocasiones en las que lo absurdo y el horror de la guerra fueron tan claros que dieron pie a altos el fuego espontáneos en las trincheras. La película también cuenta cómo una nación manda a sus hijos pacifistas a la muerte.


P: ¿Cómo fue rodar con François Ozon?

R: Me gustó mucho la forma de trabajar de François. Siempre está pendiente de los actores y rueda muy deprisa para dar tiempo a la interpretación, por lo que nos esforzamos aún más. Me encantó su forma de colaborar con nosotros en las escenas. Para empezar, está detrás de la cámara, no sentado en una tienda viendo una pantallita. Nos mira constantemente mientras susurra indicaciones durante el rodaje: "Cierra los ojos", "Mira hacia aquí..." Tuve la impresión de ensayar en un teatro, donde todo es posible.


P: Adrien tiene una vertiente fantasmagórica. No murió en la guerra, pero algo en él murió, ¿quizá su capacidad de amar?

R: Creo que aún es capaz de amar. De hecho, lo dice en la escena del cementerio: al conocer a la prometida, la familia y la vida de Frantz, ha aprendido a quererle. Y también a Anna, aunque indirecta y torpemente, como lo demuestra su primer y último beso en el andén de la estación. Le atrae, intuye que podrían compartir algo juntos. Pero está roto. Aunque siente amor, no se permitirá vivirlo. El regreso a casa de su madre y la boda con su amiga de la infancia pueden percibirse como una especie de expiación, de castigo que se autoinflige. Me gusta que haya tantas pistas, tantas dudas en cuando a las motivaciones de cada personaje, incluso de los más secundarios.


Una entrevista con Paula Beer

P: ¿Cómo fue conocer a François Ozon?

R: Cuando me llamó mi agente para decirme que François quería conocerme, yo estaba de vacaciones en París. Acabada de estrenarse UNA NUEVA AMIGA, había carteles por toda la ciudad. Estaba encantada.

Pero debía memorizar dos escenas en 24 horas para pasar la prueba. Para mí era difícil hacerlo en francés y sin saber nada de la historia. No me entusiasmaba realmente porque todo era muy abstracto. Estaba muy relajada, no esperaba que saliera nada del encuentro. Pero fue genial. Hablamos mucho de cine, de lo que ya había hecho, de FRANTZ. Me contó cosas de la historia. A las dos semanas hice otra prueba en París con Pierre Niney. François me llamó unos días después y dijo: "Vamos a hacer la película juntos".


P: ¿Cuál fue su reacción al leer el guion?

R: Fue increíble leer el guion sabiendo que iba a interpretar el personaje de Anna. Me di cuenta de la responsabilidad que representaba. Si no estaba a la altura, la película tampoco lo estaría. Debía hacer un trabajo de primera. Al principio, Anna está encerrada en sí misma. Me gustaba la trayectoria de esta joven que descubre la vida. Y el sufrimiento. Anna tiene sentimientos encontrados hacia Adrien, su relación es muy compleja, ¿Dónde está exactamente el lugar del amor y del deseo entre los dos? Me gustó esa mezcla sutil de emociones. Creo que gracias a Adrien, ella comprende que el amor que sentía por Frantz solo era un amor de juventud. Adrien le hace sentir otras cosas, algo más complicado, más profundo.


P: ¿Cómo se enfrentó al personaje de una chica que aprende lo que es el amor y se convierte en una mujer?

R: La interpretación consiste en muchas cosas inconscientes, imprevistas. Mi profesor, con el que estudio desde hace cinco años y que utiliza el método de actuación Mijáil Chéjov, me hizo trabajar el dolor de Anna. Debía entender lo que pasaba en su interior, su relación con Magda y Hans, lo que significó para ella el periodo de la guerra. Y la llegada de Adrien. Debía descubrir el mundo con los ojos de Anna. Su viaje a Francia le aporta mucho, es un momento muy importante en su evolución personal. Para entrar en el personaje, debía visualizar las etapas de su metamorfosis.


P: ¿Cómo fue rodar en Francia?

R: Había pasado unos meses en París. Pero rodar en francés fue más complicado porque enseguida me di cuenta de que mis emociones eran diferentes al hablar en francés. Tuve que trabajar para recuperar las emociones de mi lengua materna y estar disponible. Ahora ya sé lo que significa rodar en francés, ¡y con Ozon!


P: ¿Cómo dirige a los actores?

R: Al principio fue algo extraño, no estaba acostumbrada. François me implicaba en el trabajo, me preguntaba mi opinión acerca de una u otra escena. Creo que confía en las personas que escoge, pero yo no estaba habituada y me sentí un poco perdida. François da mucho espacio a los actores, mucha libertad. Me preguntaba si mi forma de actuar era lo que él quería. El segundo o tercer día se lo pregunté y me tranquilizó. Llegamos a un acuerdo. Me dejaba interpretar la escena a mi manera y si no le gustaba, debía intentarlo de otra forma.


P: ¿Cómo fue trabajar con sus compañeros de rodaje?

R: Fue maravilloso trabajar con Ernst Stötzner y Marie Gruber, dos actores impresionantes y de una gran generosidad. Tuve la impresión de que me protegían, como lo harían unos padres. También fue apasionante trabajar con Pierre Niney, ver cómo es capaz de expresar tanto con un pequeño cambio en la mirada. Pierre y yo hemos interpretado juntos, y también con todos los demás actores. Formamos un equipo y hemos entregado mucha emoción para dar vida a los personajes. Por eso creo que FRANTZ es una película muy honrada, ¡como el personaje de Anna!


P: Es la única que rechaza la mentira y se enfrenta a la verdad, a sus deseos... Cuando Adrien la besa en el andén, ¿cree que él sería capaz, finalmente, de asumir la historia que les une?

R: Me pregunto si Anna lo quiere realmente, y no estoy tan segura. Me parece que ha madurado mucho para Adrien. Despertó el deseo en ella, la conmovió, se enamoró de él, realizó un gran viaje para encontrarle, pero el viaje era tan grande que dejó atrás a Adrien. Cuando llega a la casa de su familia, se alegra de volver a verle, pero algo se ha perdido. Adrien está atrapado por la situación, se ha quedado sin fuerza para salir. Sin embargo, Anna tiene toda la vida por delante.


P: ¿Qué le evoca "El suicida", de Manet?

R: Me encantan los cuadros de Manet, y en general, los pintores de ese periodo. Es un cuadro provocativo, fuerte, con la delicadeza de estilo de los impresionistas. Me gusta la mezcla.


P: "Da ganas de vivir", dice Anna contemplándolo...

R: Es una frase que puede interpretarse de muchas maneras... Creo que, en ese momento, Anna piensa que si alguien o algo ha muerto, no es grave. Todo puede renacer de las cenizas, como el Ave Fénix, como ella, que en cierto modo estaba muerta y tuvo el valor de regresar para realizar el viaje a Francia. Al final de la película, Anna ha aprendido mucho, ha cambiado. Se ha convertido en otra mujer, dispuesta a descubrir nuevos horizontes.


Una entrevista con Ernst Stötzner

P: ¿Conocía el cine de François Ozon?

R: Sí, había visto 5x2 (CINCO VECES DOS), GOTAS DE AGUA EN PIEDRAS CALIENTES y REGARDE LA MER, que me gusta mucho. Me conmovió que me propusiera el papel. Y descubrir el guion. Tenía la impresión de leer una novela de Julien Green, como Adrienne Mesurat, con un personaje femenino que siente un amor fuerte aunque enterrado en lo más profundo de sí misma porque no puede exteriorizarlo. En FRANTZ, todos los personajes tienen sentimientos profundos, escondidos, que no consiguen expresar porque se encierran en sí mismos.


P: Sobre todo su personaje, al menos al principio de la historia.

R: Sí, para el padre es imposible hablar del dolor de haber perdido un hijo. Es como si su vida hubiera acabado. Debe seguir viviendo, pero ¿cómo? Es imposible superar la muerte de un hijo. Y de pronto, con la llegada de Adrien, gracias a todo lo que imaginan ante el desconocido, se abre la posibilidad de que algún día llegue a ser el nuevo amor de Anna, y el padre recupera la esperanza. La llegada de Adrien abre la puerta de las posibilidades. Gracias a él, las palabras recuperan su sentido y la familia empieza de nuevo a vivir.


P: ¿Cómo reaccionó al ver que François Ozon abordaba la historia desde el punto de vista alemán?

R: Me emocioné, desde luego. Es una época muy interesante, sobre todo cuando alguien de fuera plantea las preguntas. Más aún como lo ha hecho François. FRANTZ es una película que habla de la culpabilidad de toda una generación. Es tan importante estudiar a esa generación como a la que le sucedió, la de mis padres, la de la Alemania nazi.


P: ¿Cómo enfocó su papel?

R: Tengo la impresión de llevar esta historia dentro de mí desde siempre. De joven leí mucho sobre las dos guerras, la primera y la segunda, para intentar comprender de qué forma había llegado a ese punto la generación de mis padres, para construirme a mí mismo, saber quién era y cómo habría reaccionado. Por lo tanto, el papel era natural. Formaba parte de mí, como si ya supiera interpretarlo antes de hacerlo. Como una melodía que se conoce desde siempre y que, de pronto, vuelve a la cabeza. El tema de la película imponía, pero podía distanciarme, sabía que no me ocurriría.


P: ¿Cómo fue rodar con François Ozon?

R: Nunca había rodado con un cineasta francés. Fue muy especial, sobre todo porque rodábamos en 35 mm, algo que casi nunca ocurre hoy en día. Hacía mucho que no rodaba en 35 mm. Pero para mí, lo más sorprendente es que François está detrás de la cámara, creo que nunca me había ocurrido.


P: ¿Cómo dirige a los actores?

R: François habla poco, utiliza pocas palabras: "Yes... No..." Con él todo es sutil; la forma de pronunciar una palabra, modificar ligeramente la entonación. Puede parecer sin gran importancia, pero de pronto abre posibilidades de interpretación. François trabaja los matices, te hace entender que has sentido lo que intentabas expresar. Es muy importante porque un actor no sabe si lo que siente en su interior impacta en el exterior. Pero con François se sabe.


P: Al principio encarna al padre, la ley, el rigor, pero poco a poco su personaje se hace más humano.

R: ¿Eso le parece? Me alegro. Mi personaje se encierra en sí mismo, es su temperamento. Y si se abre en algunas ocasiones, es gracias a François, él ha ido a buscar estas aperturas en los detalles. Me sentí muy feliz por rodar la película, estaba tan nervioso como un niño. En algunas ocasiones no me comporté de forma profesional.


P: ¿Cómo fue trabajar con Paula Beer, Marie Gruber y Pierre Niney?

R: Todos nos sentimos muy unidos desde el principio, sobre todo Paula, Marie y yo. Desde el momento en que las conocí, Marie se convirtió en mi esposa y Paula en la prometida de mi hijo fallecido. No fui capaz de controlar la impresión de que formábamos una familia. Con Pierre era muy diferente porque yo me proyectaba totalmente en el papel. Pierre, es decir Adrien, era el extranjero, y con él no sentí ningún lazo familiar. Adrien y el padre de Frantz son como dos imanes, sienten una mezcla de atracción y de desconfianza mutua. Para un actor, siempre es complicado separar la vida del papel. Hay momentos en que no puede controlarse, todo se mezcla.


La prensa ha dicho

L'HUMANITÉ *****
Es una bella historia que demuestra la fuerza del cine francés y la creatividad de un cineasta que tiene el talento suficiente como para arriesgarse.

POSITIF *****
Frantz es el fruto de la madurez de un cineasta.

OUEST FRANCE *****
Ante todo está la seducción. La seducción de la joven actriz alemana Paula Beer, que muestra la gracia y la belleza de una Romy Schneider.

BANDE À PART *****
Una película intensa y rápida, de una densidad asombrosa.

LE DAUPHINÉ LIBÉRÉ *****
Un penetrante análisis del corazón: todo el arte, sutil y grave, de un cineasta que ha alcanzado la madurez.

VSD *****
Detrás de Frantz se esconden un corazón y una sensibilidad enormes. Sensacional.

LCI ****
Pierre Niney está perfecto en uno de sus mejores papeles. Paula Beer es la revelación sublime de este relato sentimental.

DIRECT MATIN ****
Con esta cinta de época, con el amor, la mentira y el secreto como telón de fondo, François Ozon confirma su estatus de realizador que sabe sublimar a la mujer.

LA CROIX ****
François Ozon firma una de las escasas películas francesas que transcurre entre las dos guerras y adopta el punto de vista alemán. Un delicado juego de espejos entre los dos países.

CRITIKAT. COM ****
François Ozon multiplica las pistas falsas para volver con más ímpetu al terreno del melodrama, pero no cabe duda de que Frantz es la mejor película francesa del otoño.

FEMME ACTUELLE ****
Paula Beer es la auténtica revelación de la película.

20 MINUTES ****
Frantz es la película más conseguida del realizador.

L'EXPRESS ****
Una película intelectualmente ambiciosa. Formalmente, una cinta magnífica.

ELLE ****
Ozon sabe magnificar el gusto por el secreto e integrar en la narración un punto de inflexión que asombrará al espectador.

LE NOUVEL OBSERVATEUR ****
El cineasta demuestra una gran delicadeza.

CINEEUROPA
François Ozon ha realizado una película sublime y de considerable maestría a partir de un cuidadísimo guion, con interpretaciones notables por parte de Paula Beer y Pierre Niney.

El director traza un melodrama tan sutil como romántico.

Con este segundo largometraje de época después de 16 películas, el realizador francés revela toda la brillantez de su madurez como cineasta.

THE HOLLYWOOD REPORTER
Aunque FRANTZ signifique muchos cambios para Ozon, ya que en gran parte está rodada en alemán y en blanco y negro, sigue revelando su inclinación por convertir accesible un material temáticamente complejo.

Uno de los mayores placeres que aporta la película es el hecho de que Ozon evita seguir la dirección más obvia para alguien familiarizado con su filmografía. Escoge un camino más sutil y más profundo, sin dejar de explorar cómo se tratan las cuestiones personales y políticas dentro de un contexto moral.

SCREENDAILY
El versátil director y guionista François Ozon es uno de los cineastas contemporáneos más hábiles sorprendiendo al público.

Paula Beer está magnética en el papel de una mujer recuperándose de una pérdida y con la mirada vuelta hacia el futuro.

LITTLE WHITE LIES
Ozon ha realizado un retrato inolvidable y lleno de esperanza sobre la forma en que el perdón puede hacer que el dolor sea más llevadero y el amor pueda superar la peor de las cargas. Una película cariñosa y melodramática, que reflexiona acerca de lo que perdemos en las guerras y en la futilidad de los conflictos.