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Mine cartel reducidoMineDirigida por Fabio Guaglione, Fabio Resinaro
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Primer largometraje de los directores Fabio Resinaro y Fabio Guaglione, Mine es una intensa historia de coraje y supervivencia en las condiciones más insospechadas a las que puede estar sometido un ser humano. Armie Hammer (“Free Fire”, “Operación U.N.C.L.E.”, “La red social”), Annabelle Wallis (“Annabelle”, “Peaky Blinders” [TV]) y Tom Cullen (“Downton Abbey” [TV], “El bailarín del desierto”) protagonizan “MINE”.


Notas de los directores

Génesis
MINE es nuestra ópera prima como directores. Llevábamos mucho tiempo buscando una historia que representara nuestras personalidades y nos permitiera expresar nuestra visión y nuestro enfoque a la hora de contar una historia. Tras intentarlo con varios proyectos, decidimos centrarnos en producir una película que fuera factible de hacer con un presupuesto mínimo, con un concepto sólido y un papel estimulante que atrajera a un actor principal de prestigio.

Después de ver numerosas películas ambientadas en espacios reducidos (una casa, una habitación, etc.), buscábamos un concepto que proporcionara una sensación alternativa de tiempo y espacio. Era imposible encontrar un ejemplo más extremo y original del género que el filme de Rodrigo Cortés “Buried (Enterrado)”. Decidimos buscar otro concepto que se saliera de lo convencional: un hombre atrapado en un entorno infinito, desolado, hostil. Clic; un soldado que ha pisado una mina. Supimos al instante que nos daría la oportunidad de crear muchas situaciones interesantes y proporcionar un vehículo para el lucimiento de una estrella.

Una película sobre un hombre atrapado en una situación extrema de supervivencia es una metáfora muy apropiada para nuestra experiencia como cineastas cuando empezamos a dar forma a la historia. No creemos que sea coincidencia pero, al igual que nuestro protagonista, tuvimos que abrimos camino por territorio desconocido y tener mucho cuidado de no dar un paso en falso. Fue como si necesitáramos pisar nosotros mismos una mina para encontrar el valor de seguir adelante y entender mejor nuestro camino como directores y como seres humanos. La película es por tanto una obra muy personal y casi autobiográfica.

Nuestra visión: dirección, guión, simbolismo
MINE es la historia de un joven soldado estadounidense que, tras una misión fallida, pisa una mina y se encuentra atrapado. Aunque sabíamos que estábamos haciendo una película con una premisa sencilla, intentamos desarrollarla para convertirla en una historia que mereciera la pena contar. Estudiamos los temas relacionados con verse atrapado entre la vida y la muerte, para intentar crear una historia universal con la que pudiera conectar el mayor número de espectadores posible y atraerlos a un viaje al interior de un alma humana. El objetivo era conseguir que el público se fuera olvidando poco a poco de la cuestión clave esencial de la tensión de lo que sucedía en pantalla: “¿Cómo va a sobrevivir?”.

Trabajamos en el guion durante casi año y medio. La fase de escritura es fundamental para nosotros, ya que sienta las bases sobre las que se construyen todos los demás aspectos prácticos y concretos del filme. En nuestras carreras como cineastas independientes, y a lo largo de nuestras experiencias anteriores, siempre nos hemos implicado mucho en todas las etapas del proceso de producción: escritura, planificación, producción, rodaje, montaje, posproducción.

El mayor reto consistía en mantener la tensión escena tras escena y mantener a los espectadores interesados en la supervivencia de Mike Stevens. Necesitábamos algún tipo de giro o suceso aproximadamente cada cuatro páginas. Aunque intentamos estructurar la película como cualquier otro viaje del héroe arquetípico, la narración de nuestra historia se va desviando poco a poco hacia los acontecimientos externos que tienen una influencia cada vez mayor en la mente del protagonista. Pretendíamos aportar nuestra voz a una película que empieza como un thriller y acaba convirtiéndose en un verdadero drama. El aspecto existencial del filme siempre fue fundamental: sin él nos habríamos encontrado trabajando en una simple historia de supervivencia que, por interesante que fuera, no nos habría permitido expresar plenamente nuestra visión. Nuestra postura determinó la dicotomía de la película desde el principio, al situarla exactamente a medio camino entre el cine de género y el cine de autor. Este hecho no siempre nos ayudó, ya que la industria del cine tiende a categorizar sus productos. Pero ha logrado sin duda que la película sea única.

MINE se diseñó, escribió y filmó con un claro énfasis en el uso de símbolos. Cada elemento de la historia adquiere por tanto un doble sentido: el soldado, la mina, el desierto, la línea que separa el cielo de la tierra, la arena, el juguete, el uniforme, la misión, el pozo, las criaturas de la noche... Ese uso psicomágico de la narración pretende llegar a lo más profundo de los espectadores: el subconsciente. Nos encontramos buscando elementos que tuvieran lugar dentro y fuera de la cabeza de Mike, difuminando así los límites entre lo real y lo alegórico. Cuando se nos ocurrió la imagen de un soldado desesperado, perdido y solo en mitad de un enorme desierto, el desarrollo psicológico de la historia y sus similitudes con la condición humana corriente surgieron de forma casi espontánea.

A primera vista, Mike es un soldado frío y disciplinado, que ha dejado atrás algo significativo para ir a cumplir con su deber. Se ve metido en una situación extrema de supervivencia y tiene que valerse de su preparación y su capacidad para seguir con vida. Pero a medida que avanza la historia, los rigores del desierto lo obligan a dejar de lado su fachada austera y cuestionarse no solo su actitud, sino todo su pasado. Debe considerar todo lo que lo ha conducido hasta la mina, que no es más que uno de los numerosos pasos en falso que ha dado en su vida. A medida que Mike se va despojando gradualmente de su equipo y su uniforme, es una acción que simboliza cómo se va “desprendiendo” de sus antiguas creencias, lo que lo lleva a replegarse aún más profundamente en su propia alma. Aunque todas esas cosas puedan parecer inicialmente esenciales para su supervivencia, con el tiempo se convierten en una carga y un engorro.

Un símbolo clave de MINE aparece en la forma de un nómada, el bereber, que saca a relucir el choque filosófico entre dos formas de pensar encontradas. Por un lado tenemos a Mike, el soldado, que representa el punto de vista occidental y materialista y su búsqueda de nuevos territorios y recursos. Personifica una obsesión con las posesiones y la nostalgia, y ve la naturaleza como algo hostil y completamente aparte de sí mismo. Por otro lado, tenemos al nómada, que vive sin ataduras con el pasado y confía en su entorno. Visualmente, hay un marcado contraste en su forma de moverse. El bereber se mueve con seguridad por el campo de minas, mientras que Mike se encuentra completamente atrapado. Estábamos entusiasmados al ver casi surgir de nuestra narración a personajes arquetípicos de las historias iniciáticas más grandes y antiguas. Hay muchas historias iniciáticas célebres disfrazadas de cuentos de hadas (o “cuentos de hadas alquímicos”), y una de las más conocidas es la de Pinocho, de Collodi. Al igual que el famoso muñeco de madera, el viaje de Mike para convertirse en un “hombre de verdad” incluye sus experiencias alegóricas equivalentes.

Como directores, nos interesa contar historias que funcionen como espejo de la sociedad, que refleja del protagonista al espectador por medio de imágenes empáticas, sonidos y pasajes narrativos. Todos hemos pasado por algún tipo de punto muerto en nuestra vida. Avanzar parece imposible, ya que significa renunciar a todo lo que poseemos y con lo que nos identificamos. Este punto muerto psicológico se convierte en un viaje, en el que nos alejamos de las condiciones externas hostiles para internarnos en el subconsciente de nuestro protagonista.

Nos gusta ver MINE tanto como un sólido thriller psicológico y como una clásica historia iniciática: un viaje de la consciencia en busca del autoconocimiento.

Armie Hammer
Armie Hammer fue uno de los primeros actores con los que nos pusimos en contacto y nos quedamos pasmados con su entusiasmo desde el primer momento. ¡Estaba casi más ilusionado con el guion que nosotros mismos! Entendió perfectamente el espíritu de la historia y al protagonista desde el principio. La complejidad del papel y las numerosas facetas que logró aportar al personaje fueron mucho más allá de lo que le habíamos visto hacer en las superproducciones en las que había tomado parte hasta entonces.

Armie se preparó concienzudamente para la película. Estudió cientos de páginas de libros y contactó con asesores de los Marines para que le aconsejaran sobre su personaje. Armie se documentó sobre los efectos psicológicos del problemático pasado de Mike y cómo reacciona el cuerpo a la deshidratación o la inmovilidad después de más de 24 horas. Juntos, pudimos realizar cambios estéticos que transmitieran el carácter defensivo y atormentado de Mike, tan opuesto al del propio Armie. Al final de un día caluroso y agotador, filmando escenas sumamente complicadas, Armie ayudaba a llevar las sillas del equipo de rodaje de vuelta al campamento. Su energía positiva era contagiosa. A menudo, tuvimos que pedir un poco de orden a todos, porque se estaban divirtiendo demasiado.

Profesionalmente, trabajar con él fue de ensueño. Captaba nuestras indicaciones rápidamente y las aplicaba con precisión quirúrgica. Es una máquina. Armie, como todos los demás miembros del reparto, ofreció innumerables interpretaciones extraordinarias. Aunque muchas de ellas tuvieron que quedarse en la sala de montaje, esperamos haberles hecho justicia a todas con la película que hemos hecho.

Producción
Al principio, pensamos que sería una película bastante sencilla de rodar: un actor, una localización y poco más. Sin embargo, a nuestro proyecto no le faltaron obstáculos que superar, como una especie de campo de minas que hubiera que atravesar. Trabajamos en condiciones meteorológicas extremas, con calendarios de rodaje muy apretados, animales, niños, tiroteos, tormentas de arena, largas sesiones de maquillaje y arena, arena por todas partes.

Nos aseguramos de implicarnos de manera exhaustiva en cada fase de la producción, pero el proceso de storyboard marca el ritmo de todo el rodaje. Hasta que los storyboards no están acabados, vemos el guion como un mero punto de partida. De un mismo guion pueden salir infinidad de películas distintas. Y para nosotros, las mejores historias son aquellas en las que la forma y la sustancia transmiten el mismo significado simbólico. Era inevitable que adoptáramos un enfoque sumamente simbólico para los storyboards. Pasamos horas y horas discutiendo cada fotograma, para decidir dónde debía situarse el personaje y en qué dirección debía mirar. Al elaborar nuestros storyboards, nuestro primer objetivo es dotar de un sentido visualmente claro al momento que estamos rodando, recordando el lenguaje del subconsciente. Luego decidimos cómo hacerlo desde el punto de vista técnico. A medida que se iba elaborando el storyboard de “MINE”, un guion que planteaba multitud de interrogantes se transformó en una serie de respuestas. Una serie de ideas cobró forma y acabó convirtiéndose en una visión clara, apta para compartir.

Desde el primer momento, supimos que un personaje principal clave de MINE tenía que ser el desierto. Y necesitábamos que ese desierto tuviera sentido tanto en términos logísticos como económicos. Siempre tuvimos intención de utilizar una localización subsahariana de arena. El único desierto de arena de Europa se encuentra en la isla de Fuerteventura, en Canarias, parte del territorio español. Así es como se involucraron en el proyecto el productor ejecutivo Miguel Faura y su productora, Roxbury. Nos trasladamos a España, donde se iniciaron los debidos preparativos. Uno de los momentos más vitales y fundamentales fue encontrar la localización perfecta… en la que pudiéramos filmar casi toda la película. Necesitábamos encontrar “nuestra duna”, lo que suponía caminar durante horas bajo el sol abrasador e intentar no perdernos, como el protagonista de nuestro filme. Teníamos que tener en cuenta muchas variables distintas: la vista en 360º, paisajes que encajaran con los storyboards, accesibilidad de los vehículos del set y del equipo, la distancia entre cada localización, la continuidad visual... Fue emocionante ver por fin el lugar que habíamos visualizado en nuestras mentes. La localización perfecta en todos los sentidos. Nuestra duna.

Cuando llegamos a Fuerteventura, nos presentaron a los jefes de departamento, elegidos con sumo cuidado por nuestro productor delegado y productor ejecutivo Miguel Faura, puesto que se trataba de una coproducción internacional con Italia y España. No nos conocíamos ninguno, pero logramos encontrar un equilibrio entre mantener nuestra visión y permitir al equipo expresar sus respectivos talentos. Nuestro compositor musical era Andrea Bonini, amigo nuestro desde el instituto. La música es un lenguaje clave que el cine utiliza para comunicarse con los espectadores, así que Andrea resultaba esencial. Es necesario hacer una mención especial al increíble departamento de vestuario y al equipo de maquillaje. Trabajamos juntos para crear los distintos “niveles de deterioro” del estado físico de Mike, mostrando los cambios graduales de su piel quemada por el sol, sus labios deshidratados y sus heridas que se van coagulando. Fue la pasión del equipo por el guion lo que nos permitió superar las dificultades físicas y logísticas de trabajar en una producción tan pequeña.

Las condiciones del rodaje fueron especialmente exigentes. Filmar en arena en un lugar remoto planteó un sinfín de complicaciones logísticas. Los jeeps se quedaban atascados en la arena y el material necesitaba limpieza constante. Los técnicos dicen que a día de hoy todavía siguen encontrando arena en su material, al igual que nosotros en nuestras mochilas. En Fuerteventura se celebran los campeonatos mundiales de windsurf, de modo que, como se puede uno imaginar, no falta nunca viento. Eso afectaba a las grabaciones de sonido directo, que hubo que limpiar durante la posproducción, ya que no queríamos doblar las interpretaciones que realizaron los actores durante el propio rodaje. El tiempo también resultaba duro para la fotografía. Con vientos tan fuertes, las nubes se desplazan a velocidades increíbles y la luz cambia de un momento a otro. En cuestión de una hora, podíamos pasar de soleado a nublado, para después llover, antes de volver a lucir el sol. Eso hizo el rodaje, y el posterior montaje, especialmente difícil, ya que queríamos mantener la discontinuidad fotográfica al mínimo.

El rodaje, tanto la larga etapa en el desierto como los días que pasamos filmando interiores en Barcelona, fue una experiencia increíble. Tras pasar años escribiendo y diseñando los storyboards, ver cómo nuestras ideas y bocetos cobraban vida fue surrealista y emocionante. Las dificultades, tanto en el set como fuera de él, sirvieron para unir aún más al grupo, en el que todos colaboraron para conseguir que este pequeño milagro saliera adelante. Habíamos planificado filmar un número de planos enorme cada día, algo que preocupaba a nuestro ayudante de dirección, Javi. Al final del primer día de rodaje, después de haber acabado con todo lo que habíamos previsto originalmente, admitió medio a regañadientes: “Vale, sois rápidos. Podremos hacer esta película”.

El aspecto visual
Desde el principio, queríamos que la película tuviera un aspecto lo más realista y natural posible. Nuestro director de fotografía, Sergi Vilanova, se mostró de acuerdo enseguida con nosotros en que la mejor solución era utilizar luz natural siempre que fuera factible. Y eso fue lo que hicimos, pese a que mantener la coherencia en la fotografía resultara más difícil de lo normal, por culpa de las particulares condiciones meteorológicas de Fuerteventura.

El entorno desértico fue un recurso fundamental a la hora de ampliar la épica escala de la película. El contraste del vasto telón de fondo del desierto con un único personaje inmóvil nos permitió crear composiciones icónicas, simbólicas, casi estilizadas. Nuestra idea era convertir el entorno en un personaje por derecho propio, y tratar a Mike como a un astronauta atrapado en un paisaje alienígena. Llamamos a las escenas en las que Armie no es más que un punto lejano que solo puede comunicarse a través de una radio militar “planos del hombre en la Luna”.

Como la película gira en torno a un escenario estático, ideamos toda clase de trucos, tanto visuales como narrativos, para mantener al espectador constantemente entretenido. Según la situación, utilizamos cámaras portátiles, steadycams, travellings, cambios de plano entre cámaras fijas, planos largos, saltos de montaje... Intentamos en todo momento convertir las emociones que estaba sintiendo Mike (y, a su vez, los espectadores) en imágenes.

Aunque filmamos la película con cámaras Alexa, elegimos una Epic para una serie de planos extra (planos a cámara lenta con un número elevado de fotogramas por segundo, por ejemplo). Utilizamos la Epic para crear una especie de casco que servía para ofrecernos el “punto de vista” de Armie. Sin embargo, el casco resultó ser enormemente pesado, y Armie tuvo que llevar un collarín especial para compensar su peso. Además, como el cuerpo de la cámara resultaba especialmente aparatoso, la lente no estaba posicionada justo delante de sus ojos. Para reproducir el punto de vista del protagonista y alinear la lente de la cámara con lo que se suponía que estaba viendo, Armie no podía quitarle ojo al monitor, para compensar cada uno de sus movimientos como si la cámara fuera su ojo. Una vez más, Armie estuvo extraordinario y el resultado final ofrece un punto de vista que nos hace sentir como si estuviéramos junto a Mike, con un pie en la mina.

Mientras se encuentra atrapado en la mina, Mike ha de vérselas –como cabría esperar– con varios espejismos. Volvimos a optar por un enfoque hiperrealista para lo que denominamos sus “visiones”. Nos gustó la idea innovadora de que las visiones se comportaran como objetos reales o gente en el desierto. Eso suponía que podíamos evitar soluciones visuales poco elegantes y exageradas, y potenciar la sensación de empatía con Mike, que desdibuja la línea que separa lo real de lo irreal y elimina las distinciones entre el mundo interior del personaje y el mundo exterior.

Trabajamos igual de exhaustivamente en los flashbacks. El riesgo que se corría al usar flashbacks de manera indiscriminada era que los espectadores se distanciaran de la tensión de ver a Mike con el pie en la mina. Tuvimos que centrarnos en crear un vínculo emocional entre el flashback y lo que está sucediendo en el desierto, para mantener la tensión de la escena. Estamos con Mike en la mina y, cada vez más, en el interior de su cabeza. La fatiga y el miedo al artefacto explosivo que tiene debajo del pie sacan a la luz un lado atormentado de su subconsciente. Todo se convierte en el aquí y ahora. Deja de haber diferencia alguna entre los momentos cronológicos de la vida de Mike, y todo se vive en el presente.