Cuando se estrenó Kingsman: Servicio secreto del director Matthew Vaughn a principios del 2015, pasaron varias cosas. Primero, supuso la presentación de Kingsmen, un servicio de inteligencia británico independiente y auto financiado dedicado a velar por la seguridad del mundo y, gracias a su tapadera de los mejores sastres Londinenses, parecían recién salidos del escaparate de una boutique para caballeros de la mismísima Savile Row. Fue entonces cuando conocimos a Harry Hart o "Galahad", un impecable gentleman y agente secreto interpretado por Colin Firth con carisma, encanto y un paraguas de lo más letal; acompañado de Merlin (Mark Strong), el gurú tecnológico de la agencia, un escocés muy quisquilloso; Chester King o "Arthur" (Michael Caine), un líder con un lado oscuro; Roxy (Sophie Cookson), una joven recluta que rebosa ambición y, por último, pero no por ello menos importante, de Eggsy (Taron Egerton), un chaval barriobajero reclutado por el propio Harry, su protegido, quien se convertiría finalmente en un auténtico Kingsman, a pesar de ser un diamante en bruto.
Segundo, resultó ser una cinta de acción enormemente ingeniosa y atrevida que subvirtió los parámetros establecidos por miles de películas de espías previas y todo ello gracias al cóctel explosivo, divertido e inesperado preparado por los guionistas Vaughn y Jane Goldman. Dicha combinación rompió todas las reglas aportando elementos nunca vistos en una cinta popular, desde una secuencia de acción en una iglesia que nos dejó boquiabiertos a otra en la que estallan multitud de cabezas al compás de "Pompa y Circunstancia" de Edward Elgar.
Tercero, la acogida mundial que recibió la película por parte del público fue espectacular. Espectadores de todo el mundo acudieron en masa a las salas de cine para disfrutar de la emoción de las pelis de espías de antaño junto con un toque actual y desenfadado. Kingsman: Servicio secreto recaudó más de 400 millones de dólares entre los distintos mercados, preparando así el terreno para la secuela. Y así nace Kingsman: El círculo de oro, en la que Eggsy y los espías de Kingsmen formarán equipo con una agencia norteamericana para hacer frente a una villana megalómana e ilusoria que pretende conquistar el mundo. La segunda entrega ha supuesto el mayor reto de su carrera para su director y guionista, Vaughn - un hombre que ha revitalizado con aplomo el género de gánsteres, de superhéroes y de fantasía.
Plantar la semilla
"Planteé la primera entrega para dar lugar a una secuela", dice Vaughn. En las secuencias finales de Kingsman: Servicio secreto, Eggsy y Roxy unen fuerzas para acabar con la amenaza mundial representada por el villano multimillonario Richmond Valentine (Samuel L. Jackson), convirtiéndose así en auténticos Kingsmen. "Como director disfruté tanto de la primera entrega que me sedujo la idea de repetir. Pero las secuelas son complicadas. Al público le ha gustado la primera, pero si haces lo mismo resulta aburrida y poco original".
Vaughn se inspiró en ciertas secuelas que considera están a la altura o incluso superan a sus predecesoras, entre ellas El Padrino Parte II y Star Wars: Episodio V – el imperio contraataca; películas que no podrían calificarse ni de aburridas ni de poco originales. "Las secuelas que a mí me gustan son las que avanzan la historia", asegura el director. Y la historia principal que deseaba avanzar era la de Eggsy. "Nuestra idea no era hacer una secuela a lo James Bond en la que Eggsy se enfrenta a una amenaza nueva, pero su personaje no evoluciona" dice Jane Goldman, guionista colaboradora de Vaughn en todas las películas del director desde Stardust en 2007. "Comentamos la posibilidad de que emprendiera un viaje".
Y en ese viaje Eggsy mantiene una relación con la princesa Tilde (Hanna Alström), la princesa sueca a la que rescata al final de Kingsman: Servicio secreto, y que lo recompensa de una forma poca ortodoxa. "En las pelis de espías, suele haber un desfile de mujeres diferente en cada cinta", explica Goldman. "Con Kingsman queríamos darle una vuelta de tuerca y me gustó esa idea - ¿y si se tratara de algo más que de una relación pasajera? ¿Y si se convirtiera en una relación seria? ¿De qué manera afectaría su papel como espía?".
Kingsman: Servicio secreto fue la primera vez que Egerton pisó un plató de cine, ya ni se diga encarnar el papel principal. Desde entonces el joven actor galés ha subido como la espuma con papeles en Legend, Eddie el águila (producido por Vaughn), ¡Canta!, y, próximamente Robin Hood. Pero la posibilidad de retomar el papel donde todo empezó para él era irresistible. "Es la primera vez que me enfrento a una secuela, pero no me intimida porque estoy a las órdenes de Matthew", reconoce el actor. "Eggsy sigue siendo parte de mí".
A pesar de que cuando arranca la película Eggsy lleva casi dos años trabajando de Kingsman - cuyo nombre en clave es Galahad- tanto Vaughn como Egerton coincidieron en que el personaje no era ni sería infalible; la esencia de aquel joven chulito de clase humilde tenía que seguir presente. "Todavía hay que limar asperezas", explica Egerton. "Sigue cagándola. Es el agente que se ve obligado a huir por las cloacas y reaparecer cubierto de mierda. No estamos ante Harry Hart, sino Eggsy. Hasta saca su sudadera de Adidas - así es cuando se relaja".
A la hora de preparar el viaje que emprende Eggsy, Vaughn se inspiró nuevamente en una de sus películas predilectas -La guerra de las galaxias. "El mejor ejemplo de un personaje popular que emprende un viaje que transcurre a lo largo de varias cintas es Luke Skywalker", asegura. "En El imperio contraataca, te da la sensación de que tu héroe aún no lo es del todo, que sigue teniendo un conflicto interior. He intentado plasmar eso en El círculo de oro".
Crece la amapola
Cada héroe se mide con su villano, claro está. Y en El círculo de oro, ese conflicto se desata con la puesta en escena de Poppy Adams, una traficante de estupefacientes que, como jefa de la misteriosa organización criminal El círculo de oro, pone en marcha un plan ruin que la colocará en el ojo de mira de Eggsy. Para Vaughn, la línea argumental de la villana era de suma importancia.
"Me desperté una mañana con la trama entera en la cabeza", recuerda. "Me preocupaba el tema del villano. No es nada fácil crear una línea argumental de un villano que no resulte ridícula, que sea relevante y por su fuera poco, creíble". En la primera entrega puede que la idea de Valentine de reducir la población mundial para aliviar la carga del medio ambiente mediante la transmisión de una señal que hacía que la gente cediera a impulsos homicidas fuera totalmente insidiosa, pero surgió de buenas intenciones mal encaminadas. "El pensamiento de Valentine tiene sentido puesto que el medio ambiente está en apuros" añade Vaughn. "Os aseguro que la gente debatirá el plan de Poppy. ¿Lleva razón o no? Sus aspiraciones tienen sentido, pero la forma de conseguirlo no es muy bonita que digamos".
Para encarnar semejante papel tanto Vaughn como Goldman estaban convencidos de la necesidad de presentar al público algo que no habían visto antes, por lo que contactaron con Moore para dar vida a Poppy (vía Colin Firth, con el que había trabajado con anterioridad). "Me encantó la primera, me pareció muy ingeniosa y divertida", explica Moore. Poppy se aferra a su tierra y sueña con retornar a Estados Unidos, por lo que, aunque se encuentra en el sudeste asiático, decide reformar unas antiguas ruinas e invertir parte de su gran fortuna en la construcción de Poppyland, una especie de guarida del lobo con un aire de parque de atracciones en donde todo recuerda a Norteamérica –desde el salón de belleza, la bolera, o un auditorio, pasando por una magnífica cafetería que hace las veces de su despacho, presidida por una reluciente y siniestra picadora de carne. "Le fascina la cultura pop norteamericana y la echa de menos", añade Moore. "Cada detalle que forma parte de su mundo satisface sus ansías de volver a casa".
Vaughn siente predilección por los efectos, secuencias especiales y decorados prácticos, de la vieja escuela y por ello Poppyland tenía que recrearse de verdad en los Estudios Longcross, a las afueras de Londres. "Estamos hablando de un set interior/exterior completísimo", dice el productor Adam Bohling, refiriéndose al impresionante decorado, calificado por su colega el también productor David Reid de "Camboya, ¡en la salida de la M25!"
El set de Poppyland fue supervisado por el director de producción Darren Gilford, así como por el director artístico Joe Howard. Refiriéndose al director artístico dice entre risas Gilford: "Básicamente vivió en dicho set durante cinco meses. Supervisó cada detalle. Nos lo hemos pasado en grande imaginando cómo sería Poppyland. Matthew quería algo a caballo entre Las Vegas y Disneyland, pero con unas ruinas ancestrales como telón de fondo. ¿Cuál sería la ocupación de Poppy? Construimos una bolera, una peluquería, un puesto de perritos calientes… cosas extravagantes y caprichosas. Quiere recrear un pedacito de américa en su prisión, por lo que metimos el rollo Martha Stewart".
Vaughn describe a Poppy, una expatriada incapaz de volver a los Estados Unidos por la vía legal por razones ilegales como "La novia de América que acabó en mal lugar". Moore amplía la idea: "Es muy humana y cercana. Pero es una gran villana. Es un personaje divertido, pero claramente padece sociopatía. Como actriz esa dualidad me intriga, no es el típico villano del bigote rizado, pero sí tiene cierto encanto".
A la hora de diseñar el look de Poppy, Moore trabajó estrechamente con Arianne Phillips, la diseñadora de vestuario de la primera entrega. "Arianne es asombrosa" dice Moore. "Matthew buscaba una estética clásica, la típica dama americana, y tanto Arianne como yo queríamos que su imagen fuera atemporal. Su look es muy norteamericano, muy bonito y femenino". El vestuario no aporta pista alguna sobre cómo es ella en realidad, una decisión consciente por parte de Phillips. "Quería que vistiera de colores fuertes" explica. El color que predomina en Poppy y por tanto en Poppyland es el rojo. "Es optimista al más puro estilo americano, y de trato amable. Con lo mala que es, resulta simpática y no deja de sonreír. He intentado incorporar ese contraste en su vestuario".
Presentamos a los Statesmen
El círculo de oro comienza con un plato fuerte al producirse un devastador ataque al cuartel general de la organización. "Dicho acontecimiento obliga a Eggsy a abrirse, a extender sus alas y conocer a gente nueva", explica Vaughn refiriéndose al atentado que sacudió a la agencia. "No que fuera necesario hacer estallar a Kingsman, simplemente me pareció lo más natural".
A raíz del ataque Eggsy y Merlin -aparentemente el único superviviente- forman equipo para investigar lo sucedido. El ‘Protocolo del fin del mundo’ de Kingsman los conducirá hasta el estado norteamericano de Kentucky, donde descubren que Kingsman no son los únicos protagonistas del espionaje internacional. Presentamos a la agencia norteamericana dotada de los mejores recursos, Statesman.
"Son el equivalente norteamericano de Kingsmen, y ahora se ven obligados a trabajar juntos", dice Vaughn, "norteamericanos e ingleses compartimos la misma lengua, pero somos muy distintos culturalmente. He querido sacar partido de esa relación tan especial. Lo que gustó tanto a los espectadores de Kingsman: Servicio secreto fue ver el choque entre los mundos tan distintos de Colin Firth y Taron Egerton, y he querido dar continuidad a esa idea con la colisión del mundo norteamericano con el nuestro".
Vaughn y Goldman imaginaron a Statesmen como multimillonarios que forjaron su fortuna en el negocio del güisqui, permitiéndoles así la capacidad de construir artilugios y armas increíbles, a una escala que supera con creces la de Kingsmen. Mientras que en Kingsman prima el estilo y la sofisticación, Statesman representa la esencia norteamericana más rústica. "Me apasionaban las pelis del Oeste de niño", dice Vaughn. "Los vaqueros eran alucinantes y nos hemos divertido con el estilo norteamericano. Si en la primera entrega de Kingsman veíamos una secuencia de acción con un paraguas, aquí la idea era hacerlo con un lazo. Además, los látigos son la hostia, y hemos modificado la pistola six-shooter para pasar a un revólver con doce balas".
Donde Kingsman opera -u operaba más bien- desde una sastrería de Savile Row, un comercio discreto y elegante a la altura de una agencia igualmente discreta y elegante, el cuartel general de Statesman no tiene nada que ver: es mucho más amplio y tosco. Se trata de una destilería de güisqui gigantesca en pleno corazón de Kentucky, un reto enorme para el director de producción Darren Gilford. "Sin duda Matthew quería que la sensibilidad norteamericana estuviera presente" dice Gilford, que además tuvo que construir el lujosísimo avión privado de Statesmen. "Empezamos a documentar la cultura sureña. Ese fue el tapiz sobre el cual tejimos todo lo que rodea a Statesmen. En el caso de la destilería no se aprecia pista alguna de la presencia de la agencia secreta, al menos a pie de calle. Pero todo cambia bajo tierra, donde plasmamos esa cultura del güisqui en el laboratorio secreto; el resultado es chulísimo".
Vaughn trabajó de cerca con Arianne Phillips para confeccionar un look singular para Statesmen. Como apunta Halle Berry con ironía, "No les visten los mismos sastres, no". Esa fue precisamente la idea de Phillips. "Mi pensamiento era centrarme en las señas de identidad norteamericanas. La tela vaquera no podía faltar, ni las botas tejanas. A pesar de esa estética cowboy la sastrería es similar a la de Kingsmen. Los tejidos son distintos, sí, pero se nota esa conexión sutil que enlaza a los dos mundos".
A pesar de la gran escala de Statesmen, los agentes con los que se topan Eggsy y Merlin son principalmente los siguientes: Champagne (Jeff Bridges), Tequila (Channing Tatum), Ginger Ale (Halle Berry) y Whiskey (Pedro Pascal). "Casualmente, todos los espías de Statesman parecen estrellas salidas del firmamento de Hollywood", dice Egerton entre risas. "Es muy raro".
El primer Statesman en desfilar es Tequila, encarnado por Channing Tatum, un espía arrogante que no tarda ni dos segundos en someter a los intrusos británicos. Tatum nos habla de su personaje: "Es uno de los miembros más jóvenes de Statesmen, en cuanto a experiencia se refiere. Y sin duda es un chico problemático". Tatum era la primera opción de Vaughn y Goldman para el papel. "Channing es muy divertido" dice Jane Goldman. "Además es imponente físicamente".
El personaje de Ginger Ale de Halle Berry es la gurú tecnológica del equipo, el equivalente de Merlin en muchos sentidos. "Nunca he interpretado a un personaje así de cerebral y técnico" dice la ganadora del Oscar. "Y Ginger es mucha Ginger, no es lo que parece. Es peligrosa".
Champ (abreviatura de Champagne, que le resulta "demasiado delicado"), es el líder curtido de la organización. Vaughn se acercó al gran Jeff Bridges para proponerle el papel. No es la primera vez que el actor encarna a un vaquero, por lo que Bridges tiró de recuerdos de su padre, Lloyd Bridges, así como de personajes previos como Wild Bill Hickok para preparar el personaje. "Puede que en ocasiones Champ sea un hombre de pocas palabras, y un personaje que encierra mucha tensión", dice Bridges. "Y le encanta su güisqui, de eso no cabe duda. Ama su trabajo como jefe de la agencia, trabajando codo con codo con gente brillante, ese amor al trabajo y al placer es algo que observé en mi padre".
El agente Statesman con el más trata Eggsy y por tanto el público, es el Agente Whiskey, interpretado por la estrella de Juego de Tronos Pedro Pascal. "La relación con Whiskey es fantástica" dice Egerton. "Eggsy ansía la guía paternal de Harry y de algún modo Whiskey también toma ese lugar. Pero en su caso es más joven, un canalla, un donjuán, no es tan íntegro como esperarías de alguien como Harry".
Al igual que la inspiración para Harry Hart fue David Niven, Vaughn manejó una serie de referencias muy concretas a la hora de crear al Agente Whiskey. "Diría que es una mezcla entre el ‘Hombre Marlboro’ y James Coburn junto con Burt Reynolds", dice el director. "Es arrogante. Tiene ese algo Reynolds. ¿Cuándo fue la última vez que vimos a un personaje tipo Burt Reynolds sonriendo, con bigote y sombrero de vaquero? Y entonces llegó Pedro y supe que era él, que lo había encontrado".
Pascal, conocido por interpretar a La víbora roja en Juego de tronos de HBO, se sumó al proyecto tras mantener una conversación telefónica con Vaughn, quien le contó su visión del personaje. Confiesa que le atrajo la picardía de Whiskey, un hombre que ha ido siempre por libre. "La lógica de Jack es aplastante", dice. "Carpe diem y disfrutar de cualquier oportunidad que se te presente. No diría que se trata de una filosofía barata, más bien, inteligente. Para él es muy importante pasársela bien".
Algo que comparten todos los actores que interpretan a los agentes Statesmen es que a todos les gustó Kingsman: Servicio secreto. "No me lo pensé dos veces" admite Bridges. "Pensé que sería una fiesta divertida a la que asistir". Pascal recuerda con cariño cuando llegó a Londres y descubrió que la primera entrega se había convertido en algo así como un tesoro nacional. "Hablaba con gente en la calle y me contaban lo mucho que les había gustado Kingsman", dice entre risas. "Me decían: ‘¿y qué haces en Londres?’ A lo que contestaba, ‘Rodar una secuencia para Kingsman’ y respondían entusiasmados: ‘¡O DIOS MÍO! ¡ME ENCANTA ESA PELÍCULA!"’
En cuanto a Tatum, reconoce que la primera le sorprendió. "Supuso una vuelta de tuerca al género", recuerda. "A Matthew le gusta repetir aquello de que ‘No hay reglas. En cuanto estableces una norma la incumples.’ Y por eso ha logrado un tono tan especial…"
Y hablando de romper las reglas…
Hablemos de Harry
No podía ser de otra manera. Harry Hart está muerto. Asesinado a manos de Richmond Valentine en la puerta de una iglesia de Kentucky donde Harry acababa de cargarse a un centenar de personas en la secuencia de acción más celebrada de Kingsman: Servicio secreto. Y para disipar toda duda, lo disparó en la cabeza. No podía ser más concluyente.
Y sin embargo…
"Recuerdo que sentí náuseas cuando murió Harry", dice Vaughn. "Pero la forma en la que lo rodé no permite ver cómo fallece en realidad". Y es verdad - la secuencia de la muerte de Harry se grabó a cierta distancia, para evitarle al público los detalles más cruentos. Es casi, casi como si el subconsciente de Vaughn dejara una puerta abierta, aunque solo fuera un poco, para posibilitar el retorno de Harry.
Y eso es precisamente lo que ocurre en Kingsman: El círculo de oro. Harry Hart ha vuelto. Vaughn y Goldman no sueltan prenda de los detalles de su retorno (Vaughn se limita a adelantar que Harry padece una "cefalea intensa"), pero sí admite la pareja de guionistas que eran incapaces de imaginarse la secuela sin el espía elegante y gallardo, el caballero inglés. Y sin duda, mucho menos podían imaginársela sin su protegido, Eggsy. "La dinámica de los dos es tremendamente interesante", dice Goldman. "Fue realmente emotivo en la primera entrega. Y queríamos desarrollar esa historia, darle contenido. Lo hemos pasado muy bien explorando cómo sería su relación, poniéndola a prueba".
Vaughn se muestra contundente a la hora de justificar el regreso de Harry. "Es el Kingsman por excelencia", explica. "La franquicia son ellos dos. Es muy bonito ver lo mucho que gustó en la primera entrega la relación entre ambos. La química es evidente. Siempre me han encantado las películas que incorporan un dúo cómico, y ellos son mi dúo cómico".
Pero salta a la vista que Harry está cambiado, tal y como se aprecia en el póster en el que figura con un par de gafas con lentes distintas, "ha perdido un ojo" confiesa Vaughn. Este hecho le permitió al director y la diseñadora de vestuario Arianne Phillips jugar con el nuevo look de Harry. Mientras que sigue vistiendo el tradicional traje Kingsman en ocasiones, sus gafas nuevas "son un recuerdo constante del cambio" según Phillips. "La idea de tapar uno de los lentes se le ocurrió a Matthew y realmente es un recuerdo constante de que Harry ha vuelto, pero no es el mismo. Es mejor aún".
¡Acción!
Si Kingsman: Servicio secreto destacó gracias a la valentía de sus personajes y humor, también se debe a sus secuencias de acción. Desde la efímera aparición de Jack Davenport como Lancelot, eliminando con absoluta calma a una pandilla de malotes antes de desaparecer, a las masacres en santuarios religiosos al son de Lynyrd Skynyrd, pasando por la batalla final en el refugio de Valentine en la montaña donde finalmente Eggsy se gana el mérito de ser un agente más, Vaughn y su director de segunda unidad Brad Allan, crearon un hilo de piezas veloces, propulsoras y estimulantes. Vaughn admite que el desafío que entrañaba El círculo de oro era no limitarse a repetir esos momentos. "Nuestras secuencias de acción son diferentes" explica. "No estallan cabezas porque sí. Eso se debe al argumento y la gente disfrutó de ello porque visualmente era un espectáculo, pero tiene su razón de ser. Hemos procurado incluir un par de secuencias en las que la historia me ha llevado a diseñar momentos muy locos y alucinantes, pero que conste que no doy puntada sin hilo".
Pero no penséis que Kingsman: El círculo de oro va a escatimar esa locura Kingsman patentada, pues desde una persecución en coche en la secuencia inicial en la que Eggsy luchará por su vida en un taxi Kingsman que recorre las calles de Londres, a una batalla campal en el asalto a Poppyland, pasando por una pelea de bar que recuerda deliberadamente a la de la primera entrega, la emoción está asegurada. "Las peleas son aún más locas", dice Egerton. "Pero en cuanto a los decorados, Matthew ha intentado variar. Hay una secuencia en la película que tiene esa sensación de toma única, larguísima, pero es imposible superar la escena de la iglesia. Ha preferido pasar página y hacer algo distinto".
Vaughn insiste en hacer las secuencias especiales y de acción de la forma más real posible. "La planificación que requirió la persecución en coche fue increíble", dice el productor Adam Bohling. "Rodamos gran parte de la secuencia en Londres. Fabricamos dos taxis para derrapar que nunca se habían fabricado". Steven Warner, supervisor de efectos especiales de la película, explica exactamente cómo ocurrió. "Matthew quería que el taxi de Kingsman se comportara como un coche de rally, por lo que tuvimos que fabricar semejante vehículo de la nada. El cuerpo del taxi original es un chasis customizado con un motor Chevy V-8 y 680 caballos de potencia de frenado. Al parecer los especialistas se lo pasaron bien".
El director también tiró de su experiencia personal para otro de los momentos clave de acción cuando Eggsy y Whiskey se infiltran en los Alpes italianos y se topan con peligros inesperados a bordo de un telesquí tipo góndola que empieza a dar vueltas sin parar. "Estas cosas giran de verdad", dice Vaughn, al que se le ocurrió la idea a bordo de una góndola, eso sí, en un paseo más tranquilo durante unas vacaciones en familia. "Me pregunté qué podría pasar si aquello empezara a girar sin control". El resultado es una secuencia frenética en la que Egerton y Pascal realmente lo experimentaron. "Montamos un teleférico que alcanzaba las treinta revoluciones por minuto", dice Steven Warner. "Cuando veas a los actores pegados a la pared es porque realmente lo estaban".
Pero la apuesta de Vaughn no termina aquí. Ya está contemplando la tercera entrega de la franquicia en la que Eggsy, Kingsman, y Statesmen emprenderán una nueva aventura. "Se me ha ocurrido una idea genial para Kingsman 3", ríe Vaughn. "Y la llevaré a límites insospechados. Esta película prepara el terreno para lo que vendrá después en Kingsman 3. Ahí es donde se unen todos los cabos. Nos espera un mundo nuevo, a punto de estallar…".