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Custodia compartida cartel reducidoCustodia compartida(Jusqu'à la garde)
Dirigida por Xavier Legrand
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Una película de Xavier Legrand protagonizada por Denis Ménochet y Léa Drucker.


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Una entrevista con Xavier Legrand

P: Al igual que en el cortometraje Antes de perderlo todo, la historia gira en torno a un drama social, la violencia doméstica, de tal forma que genera una gran tensión en el espectador.

R: CUSTODIA COMPARTIDA se construye a partir del miedo. El temor que inspira un hombre dispuesto a todo con tal de regresar con la mujer que le ha dejado para escapar de su comportamiento violento. El personaje de Antoine, interpretado por Denis Ménochet, es una amenaza continua para los que le rodean. Consigue que su entorno viva en una tensión constante, solo siente su propio dolor y manipula a la gente, incluso a sus hijos. Las mujeres que han padecido violencia doméstica, como el personaje al que da vida Léa Drucker, nunca se relajan. Saben que el peligro puede aparecer en cualquier momento, en cualquier lugar, y que nadie está a salvo. En Francia muere una mujer cada dos días y medio por violencia doméstica, y aunque se habla de esto en los medios, es un tema que sigue siendo tabú. Las víctimas no se atreven a denunciar, la familia y los vecinos no dicen nada por miedo a interferir en la relación de la pareja. Todo está bajo el manto del secretismo. Mi intención no ha sido enfocarlo como un tema de actualidad. Al igual que en Antes de perderlo todo, mi objetivo era concienciar a la gente de la existencia de esta crisis mediante el poder del cine, algo que siempre me ha fascinado, como hicieron y hacen Hitchcock, Haneke o Chabrol. Me refiero a un cine que capta al espectador jugando con su inteligencia y sus nervios.


P: También cita La noche del cazador, de Charles Laughton, así como El resplandor, de Stanley Kubrick, como sus principales fuentes de inspiración.

R: Me guiaron tres películas mientras escribía el guion, Kramer contra Kramer, La noche del cazador y El resplandor. Las olvidé por completo durante el rodaje, pero me ayudaron a enfocar los temas que quería plasmar y a encontrar los estados de ánimo por los que pasan los personajes. Kramer contra Kramer es una película sobre los derechos parentales que me conmovió mucho. Por primera vez se ve a una mujer entregar sus derechos de custodia en exclusiva y describe con gran exactitud el dolor de la separación. En La noche del cazador usan a unos niños para conseguir un fin. El resplandor me inspiró para la última parte de la película en cuanto a la locura, el aislamiento, el terror. La violencia doméstica puede alcanzar proporciones terroríficas y es lo que quería mostrar.


P: ¿Cómo se sirvió de los diversos códigos de géneros cinematográficos, como el realismo, el drama social, el suspense, el thriller, para enriquecer los subtextos de la película?

R: Empecé documentándome mucho. Estudié cómo funcionan los jueces de familia, entrevisté a abogados, agentes de policía, trabajadores sociales, e incluso fui unas cuantas veces a un grupo de terapia para hombres violentos. Tratar un tema tan sensible requiere un acercamiento máximo a la realidad sin llegar a hacer un documental o un drama social, que acabaría por contar la historia de un acontecimiento trágico. Invertir el punto de vista me permitió recalcar el suspense del día a día. Escogí un enfoque dramático en el que se sigue a un "protagonista", a Antoine, y a los diversos obstáculos que debe superar para alcanzar sus fines: la juez, su hijo y su exmujer. El espectador vive las dudas que siembra en la juez, la presión a la que está sometido el niño y el terror de la esposa acosada en tiempo real. Quería ofrecer una lectura política y universal del tema, al mismo tiempo que sumergía el espectador en la historia del cine de género (el monstruo buscando a la presa) donde el suspense y la tensión alimentan la narrativa y viceversa.


P: En su primer largometraje ha tomado decisiones de realización muy firmes, sobre todo en lo que respecta al sonido.

R: Sí, la música es casi inexistente. La tensión surge a partir de los sonidos cotidianos y de su resonancia; el eco del piso, el ruido del intermitente, un reloj, una alarma. Es algo que se me ocurrió muy al principio, los efectos sonoros dramáticos ya estaban en el guion. No intento aportar un elemento de fantasía a la narración, sino captar los ruidos de una realidad que produce tensión. Ocurre lo mismo con la realización, no busco efectos espectaculares, me baso más en la repetición del encuadre en decorados que aparecen varias veces con la intención de crear cierta familiaridad y, a la vez, la sensación de estar atrapados, de entrar en una espiral terrible.


P: ¿Por qué explora el mismo tema en sus dos primeras películas?

R: Ya pensaba en CUSTODIA COMPARTIDA cuando rodé Antes de perderlo todo. Es un tema que me afecta mucho como ciudadano y que me parece que no se trata adecuadamente. Recorrí Francia e incluso salí al extranjero con el cortometraje porque se mostró en colegios para dar pie a un debate entre los jóvenes. Quería seguir indagando en la naturaleza de esa violencia, la dominación masculina en la relación, la locura de la posesión y los crímenes relacionados con la familia. Es un tema que me fascina. También quería saber más de la distinción entre pareja matrimonial y pareja parental. ¿El compañero violento e inadecuado es un mal padre per se? ¿Cómo se sabe? ¿Cómo se juzga? Me documenté acerca de esto. Hable con una juez de un juzgado de familia que me permitió observarla mientras trabajaba.


P: La película empieza casi como un documental. La escena con la pareja delante de la juez es de un realismo aterrador.

R: Hay que tener en cuenta que estas vistas orales son muy breves, unos veinte minutos en los que se decidirá el futuro del niño. El sistema judicial considera que si la violencia va dirigida a uno de los padres y no al niño, no es necesario romper la conexión. Sin embargo, es una cuestión sumamente compleja. El niño puede necesitar a ambos padres, pero puede convertirse en un medio de presión, una herramienta para el miembro de la pareja al que se ha apartado. Un juez tiene unos 20 casos diarios y solo dispone de unos minutos para entender la situación y asegurarse de que se respeta la ley teniendo delante a personas frágiles que a menudo representan un papel y a abogados más o menos competentes. Intenté comunicar la tensión y la carga emocional del momento rodándolo casi en tiempo real y colocando al espectador en el lugar de la juez. Los dos miembros de la pareja están representados por sus abogadas y sentados en la misma posición ante la juez. ¿A quién va a creer el público? ¿Qué ocurre? ¿Qué razones le convencerán más? El espectador se sumerge en la incertidumbre, pero debe tomar una decisión. A continuación, la película enseña lo que ocurre después, algo que la juez nunca verá.


P: Los actores han sabido captar con brillantez la fragilidad y la carga emocional. Háblenos del reparto y de la dirección de actores.

R: Escribí el papel de Miriam pensando en Léa Drucker. Creo que se parece a Miriam por su mezcla de fuerza y fragilidad; es una mujer con los pies en la tierra que nunca cae en el patetismo, que ha sobrevivido a un huracán y debe rehacer su vida poco a poco. Léa trabajó mucho el papel antes de empezar a rodar. No le di muchas indicaciones psicológicas, solo insistí en que nunca debía actuar como una víctima.

La había visto en un cortometraje que describía una relación muy cariñosa con Denis Ménochet. Pienso que él también es un excelente actor, y me apetecía verles en una situación diferente, otra fase del amor. Trabajé mucho con Denis en el plató. Hablamos de los detalles más ínfimos. Es un papel difícil que le obligó a meterse de lleno en la violencia, la manipulación y la parte más oscura de un ser, sin que el público perdiera contacto con el personaje, le rechazara y dejara de entenderle. Debía interpretar a un hombre muy infeliz, atrapado en un terrible conflicto interno, que por encima de todo desea ser querido, pero cuyo comportamiento lleva a lo opuesto. Denis Ménochet está genial en el papel. Comunica una mezcla de tremenda virilidad con un doloroso infantilismo que a menudo habita en los hombres violentos con sus parejas.


P: Tanto Julien como su hermana tienen papeles muy importantes en la película y deben expresar muchas emociones con muy pocas palabras. ¿Qué aporta la perspectiva de los hijos, sobre todo la de Julien, a la película?

R: Los hijos tienen muy poco diálogo porque son la esencia del tema: en los casos de violencia doméstica, nadie suele escucharles. La película empieza con la juez leyendo la declaración de Julien ante los padres. Aquí ya se cristaliza el tema principal de la película; descubrimos una relación matrimonial y parental rota, y Julien, al ser el más joven, está en el centro del conflicto. Suele haber dos caminos para los chicos que crecen en un entorno de violencia doméstica: o bien reproducen la violencia o desarrollan un sistema de hipervigilancia para asegurarse de que no pase nada más. Julien pertenece a la segunda categoría; está pendiente de todo para proteger a su madre. Joséphine, por su parte, espera ser mayor de edad para huir de la unidad familiar. A través de estos dos niños intento mostrar las diferentes repercusiones transgeneracionales de la violencia doméstica en una familia.


P: ¿Cómo trabajó con los actores más jóvenes y cómo preparó el rodaje con ellos?

R: Mi enfoque fue diferente a la hora de trabajar con Thomas Gioria y con Mathilde Auneveux. Thomas nunca había actuado y era muy importante que entendiera el trabajo de un actor y que distinguiera entre realidad y ficción, sobre todo porque su personaje es muy complicado y vive situaciones extremas. Desde que fue seleccionado, hasta el rodaje, Amour Rawyler, una especialista en interpretación infantil, le preparó para la tarea que debería realizar. Thomas tiene un don muy especial, sobre todo en un niño de su edad, y es su forma de escuchar y respirar. Por escuchar me refiero a su presencia, a cómo está atento a lo que dice el otro. Thomas habla con la mirada, y la intensidad del diálogo se logra a través de su respiración. Nos esforzamos en sacar a la superficie estas cualidades sin hacer mella en la maravillosa espontaneidad de un joven actor como él. En cuanto a Mathilde, que encarna a Joséphine, ensayamos mucho porque las secuencias en las que participaba presentaban dificultades técnicas, como la del retrete en el colegio o su cumpleaños. Debía seguir una coreografía con total precisión para poder actuar libremente a pesar de las restricciones impuestas.


Xavier Legrand
Nacido en Francia en 1979, estudió Arte Dramático en el Conservatorio Nacional de París. En teatro ha trabajado en obras de Chéjov, Shakespeare, Harold Pinter, Michel Vinaver y Peter Handke, a las órdenes de varios directores. En la gran y pequeña pantalla ha colaborado con realizadores como Philippe Garrel, Laurent Jaoui, Benoit Cohen y Brigitte Sy. Su primer cortometraje como director, Antes de perderlo todo, participó en más de cien festivales internacionales y fue galardonado en numerosas ocasiones, entre los que destacaremos cuatro premios en Clermont-Ferrand en 2013 y el César al Mejor Cortometraje en 2014.