Hace diez años, Jean dejó atrás a su familia y su Borgoña natal para dar la vuelta al mundo. Al enterarse de la inminente muerte de su padre, regresa a la tierra de su infancia. Allí se reencuentra con sus hermanos, Juliette y Jérémie.
Desde la muerte de su padre al comienzo de la vendimia, y en el espacio de un año al compás de las estaciones, estos tres jóvenes adultos recuperarán su fraternidad, evolucionando y madurando al mismo tiempo que el vino que producen.
Entrevista a François Civil
P: Antes de rodar con Cédric Klapisch, ¿qué opinión tenías de su cine?
R: En mi adolescencia, incluso antes de interesarme por el cine y de pensar en ser actor, Le Péril Jeune era una película de culto para mis amigos y para mí. ¡El tipo de película de la que te sabes todos los diálogos! Después, fui un gran fan de la trilogía Una casa de locos, Las muñecas rusas, Casse-Tête Chinois. Me identifiqué inmediatamente con la trayectoria de Xavier, un joven con una vida caótica y profundamente multicultural. Las películas de Cédric han contribuido a convertirme en cinéfilo porque su cine es moderno y vibrante.
P: ¿Qué tal fue vuestro encuentro en la serie Dix Pour Cent?
R: Nuestro verdadero primer encuentro fue en 2009. Me habían pedido que eligiera un padrino para la velada de los nominados al César a la Mejor Promesa. Mencioné a Cédric quien, para mi sorpresa, aceptó. Yo estaba tan estresado e impresionado de conocerle que no conseguí dirigirle la palabra en toda la velada. ¡Así que en realidad no nos conocimos! Años después, en el casting de Dix Pour Cent, nos reímos recordando aquella situación tan embarazosa. Él me eligió para hacer el papel de Hippolyte en la serie, pero no coincidimos en el plató porque los dos episodios que dirigió él fueron los únicos en los que yo no aparecía. ¡Otro encuentro fallido! Así que tuve que esperar al año siguiente y al rodaje de Nuestra vida en la Borgoña.
P: ¿Cuándo te habló de Nuestra vida en la Borgoña?
R: Quedamos para tomar café a finales de marzo de 2015. Por aquel entonces sólo existía un embrión de la historia. Hermanos, vino, Borgoña... No me ofreció el papel directamente, primero quería asegurarse de que había una buena sinergia entre los dos hermanos y la hermana. Debíamos conocernos y hacer unas pruebas.
P: ¿Qué te interesó de esta película y del personaje de Jérémie?
R: Mi abuelo es viticultor en Châteauneuf-du-Pape. Crecí pasando los veranos entre viñedos y cubas, así que me identifiqué enseguida con el contexto de la película, incluyendo los problemas de herencia, de reparto, de familia. La relación entre los hermanos también es un tema que me gusta mucha. Son relaciones sencillas y complejas al mismo tiempo que conforman nuestra identidad. Encontrar el lugar que ocupa Jérémie entre su hermana y su hermano era el aspecto más interesante de mi personaje. Además, también estaba muy contento de participar en una película donde la naturaleza está tan presente y es tan hermosa. Hablar de la relación entre el hombre y la naturaleza en una época en la que la situación ecológica es tan seria me parece un acierto.
P: Rodar Nuestra vida en la Borgoña te obligaba a estar disponible durante un período bastante largo. ¿Te dio miedo? ¿Te obligó a rechazar otras cosas?
R: No me dio ningún miedo. El hecho de que la película se rodara durante tanto tiempo le daba una dimensión nueva y muy atractiva. ¡La emoción de vivir una aventura humana y artística tan increíble hizo que me olvidara de todo lo demás! Sólo era cuestión de organización.
P: ¿Cómo te preparaste para el papel?
R: Leí todo lo que pude sobre lo que implicaba ser viticultor en Borgoña. Sus vidas transcurren al compás de las estaciones y cada una conlleva un cierto número de actividades. Me importaba mucho conocer todas las formas de elaborar el vino para que mi personaje resultara creíble cuando habla. En cuanto al papel en sí, dado que el guion seguía evolucionando a lo largo del rodaje, no teníamos una idea clara de quien era Jérémie antes de empezar. Esa enorme flexibilidad nos permitió explorar pistas en el plató que acabaron definiendo su personalidad con el paso del tiempo. Es una forma de trabajar extraña y electrizante.
P: Para ti, ¿quién es Jérémie?
R: Jérémie es un personaje que sufre. Es un joven sencillo, sincero, pero tiene problemas para expresar lo que piensa y para hacer oír su voz. Enseguida se ve superado por sus sentimientos y por lo general, acaba metiendo la pata. Tiene sentimientos contradictorios. Le impresiona su padrastro, pero no quiere ser como él... admira a su hermano, pero le tiene muchísimo rencor, etc. ¡Es joven y no está seguro de nada!
P: Háblanos de tu llegada a Borgoña y del día de la cata...
R: ¡Hicimos una entrada triunfal en Borgoña! Almorzamos todos juntos y catamos al menos 12 vinos durante la comida. Luego, por la tarde nos invitaron a visitar varios viñedos. Y en cada una de esas visitas hicimos una cata de vinos. Ese día maravilloso marcó el tono del resto del rodaje.
P: Uno de tus compañeros fue Jean-Marc Roulot que es actor y viticultor a la vez. ¿Le consultaste algunos aspectos de tu papel?
R: Jean-Marc, además de ser un excelente actor, ha sido de gran ayuda en la película. Antes de las escenas que incluían aspectos técnicos, nos ayudaba para que lo que dijéramos o hiciéramos fuera creíble y realista. Además, puso a disposición de la película sus viñedos y sus equipos de trabajadores agrícolas y de vendimiadores. Pero más allá de su aportación "técnica", lo que más valoré tanto dentro como fuera del plató es al compañero de juegos.
P: La película se basa en parte en los hermanos y en el vínculo entre Juliette, Jean y Jérémie. ¿Qué relación había entre Ana, Pio y tú?
R: No quiero parecer pretencioso, pero el vínculo y la complicidad que tuvimos en esta película no es nada habitual. Nos compenetramos de forma muy natural desde el principio y eso se ve en la pantalla. Los tres compartíamos casa en cada sesión de rodaje. Era como un curso intensivo entre hermanos, con risas, bajones, peleas, actividades... Espero que esa conexión tan especial se refleje en la película.
P: Cédric Klapisch rodó parte de Nuestra vida en la Borgoña como un documental. Cuéntanos como fue esa experiencia...
R: Vivimos en una época en la que cada vez se reducen más los días de rodaje por temas de presupuesto, así que rodar durante todo un año era un auténtico lujo. Permitió a Cédric seguir todo el proceso de elaboración del vino al ritmo real de las estaciones, de la naturaleza. Así que estuvimos en el momento de la vendimia, en el momento del encubado, en el momento de la vinificación... Hemos tenido tiempo para observar, para grabar. Para un actor, esa inmersión es muy agradable.
P: ¿Qué tal era el ambiente en el plató?
R: Un ambiente de felicidad completa. Pasé un año con un equipo de personas con talento y con un enorme valor humano. Además, Borgoña y los borgoñeses nos acogieron maravillosamente bien. ¡Este ambiente tan distendido nos permitió alcanzar el equilibrio perfecto entre trabajo y fiesta!
P: ¿Resultaba fácil volver a sumergirse en el rodaje después de una pausa de varias semanas?
R: Exigió un pequeño periodo de adaptación, pero hubo dos cosas que facilitaron el proceso. La alegría de reencontrarse, y también el hecho de que Cédric y Santiago seguían escribiendo el guión entre cada período. Así que descubríamos nuevas escenas, nuevas dinámicas, nuevas tramas narrativas, y eso nos mantenía siempre alertas.
P: Cédric Klapisch tiene un enorme sentido de la observación. En tu opinión, ¿qué te ha "robado"?
R: Soy la persona menos adecuada para saber lo que Cédric me ha "robado", pero lo cierto es que admiro muchísimo su sentido de la observación. Nos observaba cuando estábamos fuera del plató y eso le permitía aportar constantemente ideas y actitudes nuevas. Elaboramos el personaje de Jérémie escuchándonos el uno al otro, adaptándolo.
P: Tienes una escena de una gran pelea. Cédric dijo que la interpretación entrañaba una gran dificultad debido al ritmo del diálogo. ¿Es cierto?
R: Cuando leí esa escena, que es la piedra angular de la relación entre Jérémie y su padrastro, experimenté dos tipos de sentimientos. Por una parte, estaba emocionado de interpretarla porque me parecía perfecta y al mismo tiempo, me angustiaba hacerla mal. Se basaba en el anti-monólogo. Mi personaje tiene mucho que decir, pero todo lo que dice le sale mal.
Así que era imprescindible que no pareciera mecánico. ¡Tuve que balbucear muchísimo y Cédric tuvo mucho trabajo en el montaje!
P: ¿Esta película ha cambiado tu perspectiva sobre el vino y el oficio de viticultor?
R: Me gustan las personas apasionadas. Y todos los viticultores que conocí a lo largo de este año lo son. He descubierto un mundo con una gran riqueza, una gran diversidad y una belleza descomunal. Hay una relación muy respetuosa con la naturaleza. Una relación con el tiempo diferente y más sana de lo que suelo ver.
P: Al igual que Cédric, ¿te parece que hay paralelismos entre los oficios del vino y los del cine?
R: Es cierto que se pueden hacer un montón de analogías entre estos oficios... ¡Se vendimian imágenes, se vinifica durante el montaje, se embotella en los cines! Son gente apasionada que, gracias a un trabajo de equipo y a un poco de suerte, intentan elaborar el mejor producto posible.
P: ¿Qué recuerdos tienes del rodaje?
R: Después de la última toma de la primera sesión de verano, al final de la tarde, el sol rozaba los viñedos en las colinas de Meursault. Los encargados del sonido pusieron en marcha un equipo, los realizadores trajeron comida y bebida y todo el mundo se puso a bailar... Así que estábamos deseando que llegara la siguiente sesión...
Entrevista a Jean-Marc Roulot
P: Háblanos de tu primer encuentro con Cédric Klapisch...
R: Fue durante el casting de Riens Du Tout. Como conservo todas mis agendas, recuerdo que le dije a Cédric durante el rodaje de Nuestra vida en la Borgoña: "¡Te vi el 10 de mayo de 1991, a los diez años exactos de la elección de Mitterrand!"
P: No habíais trabajado juntos, pero seguíais en contacto...
R: Sí... No recuerdo de lo que hablamos en 1991, pero él sí se acordaba de que yo vivía en Mersault, y de que hacía vino. Vino a Borgoña para hacer una cata con sus padres... era antes de TAL VEZ, porque cuando estábamos en la bodega me dijo que estaba preparando esa película. Así que también pasé un casting para Tal Vez. ¡Y no me dieron el papel! (risas) Después, en 2010, me llamó para decirme que le gustaría asistir a la vendimia y vino una primera vez. También participó en la Paulée.
Yo conocía sus películas así que sabía que el ambiente de la vendimia y de la Paulée le iba a gustar mucho. Creo que él ya sabía que le iba a gustar ese ambiente de la vendimia, esa micro sociedad en torno al vino que es propia de la Borgoña... Se enganchó y regresó al año siguiente. Y después la idea de la película empezó a tomar forma. Mientras tanto, hizo otra película en Nueva York... Y en enero de 2015, me envió un mensaje que decía: "¡Está decidido, vamos a hacerla!" ¡Así que mi paciencia dio sus frutos, ya que terminé rodando con él!
P: Entre esa primera reunión en el casting de Riens Du Tout y esta película, ¿qué opinión tienes del realizador Cédric Klapisch?
R: Por supuesto que he visto todas sus películas, pero me gustan sobre todo las primeras, Riens Du Tout, Le Péril Jeune, Cada uno busca su gato... Para los actores de mi edad, son películas muy importantes. No he vuelto a hablar sobre ello con Cédric, pero recuerdo que le escribí después de ver su cortometraje, Ce Qui Me Meut... Pero a Cédric le ocurre igual que a nosotros los viticultores, ¡hay cosechas que son mejores que otras! (risas)
P: El rodaje tuvo lugar en tu casa ya que eres viticultor y actor al mismo tiempo. ¿Cómo ha sido la experiencia?
R: Hay dos sentimientos: la experiencia del rodaje y después la película terminada. Tengo que decir que hace 30 años que soy actor. Es decir que cuando soy actor no soy viticultor. Hago una cosa o la otra. Suelo decirle a mi equipo que me voy de rodaje, cojo el tren y me voy... Ellos no saben lo que hago y año y medio después me ven en la televisión o en el cine... No hay ninguna conexión. Lo que me gustó de Nuestra vida en la Borgoña fue la mezcla de equipos. Especialmente durante la vendimia, cuando los equipos del rodaje, de los viñedos y de los vendimiadores se fusionaron tan bien. Que funcionara tan bien fue un gran placer para mí. Así que estoy muy contento de haber trabajado en la película, pero lo que me ha hecho aún más feliz es que mi equipo haya participado en mayor o menor medida. Algunos sólo hicieron una aparición, otros tuvieron un diálogo... Pero todos aparecen en los créditos de la película y es fantástico haber podido compartir todos esos momentos con ellos. Después, cuando veo la película, cuando veo todos esos sitios que me conozco de memoria, esa escena en mi bodega, en nuestras viñas, esas imágenes de la vendimia que conozco tan bien, las botellas de mi padre... Todo eso me llega al alma. Y luego está el vino. Mi vino se menciona. Esta es la segunda vez que me ocurre después de la película de Gilles Legrand, Tu Seras Mon Fils. Creo que nadie puede vivir una emoción tan fuerte como es la de ver cómo se vierte mi vino en una película, porque más que cualquier otro viticultor, sé perfectamente lo que significa aparecer en una película. Es muy emocionante. Me faltan las palabras.
P: Además, existen similitudes entre la película y tu propia historia...
R: Esta no es mi historia, pero es cierto que mi padre murió joven, cuando yo aún estaba en el Conservatorio. En aquel momento, mi hermana y yo tuvimos las mismas discusiones en el notario, etc... Y también teníamos un Marcel que había trabajado toda la vida con mi padre... Al buscar el nombre para mi personaje en la película, le dije a Cédric y a Santiago Amigorena que teníamos a un Marcel en el viñedo al que quería mucho y al que me gustaría hacer un pequeño homenaje. Y por eso me llamo Marcel en la película. Cuando eres joven, cuando tus padres ya no están, buscas pilares y Marcel es uno de ellos. Eso es lo que he intentado transmitir en el papel: Marcel no puede tomar una decisión en nombre de Juliette o de sus hermanos, pero es alguien con quien pueden contar.
P: ¿Es lo que hicieron Cédric Klapisch y Santiago Amigorena contigo durante la escritura del guión? ¿Contar contigo?
R: Al igual que cuando hizo la película sobre el mundo de las finanzas [Ma Part Du Gâteau], a Cédric le gusta documentarse. Y está muy bien porque en el cine se habla a menudo de vino, pero se dicen y se filman muchas estupideces y él quería evitar esos errores. Cuando los viticultores ven esas cosas se parten de risa. Al final del rodaje de Nuestra vida en la Borgoña vino un periodista y me preguntó cuál es mi papel en la película además del personaje que interpretaba. Le respondí: "¡Mi trabajo es asegurar que nadie se ría cuando la película se vea en Beaune! ". No se trataba de ser demasiado técnico porque es una película para el público en general, pero no debía tener errores. Y lo cierto es que no hay errores. Esa es la razón por la que me gusta esta película, porque se refiere a situaciones que conozco. No se ha inventado nada, es la Borgoña que yo conozco.
P: Los actores también se han beneficiado de tu experiencia y tus consejos...
R: Les he ayudado en cosas pequeñas, en los gestos. Cuando cortan la vid, cuando los vemos en los viñedos, trabajan de verdad, no es un decorado. Y lo mismo ocurre durante las catas. La forma en que se cata, la manera de sujetar la copa, de hablar sobre el vino... les ayudé en algunos diálogos. Y como Ana, Pio y François son buenos, fue un placer compartirlo con ellos.
P: Al parecer también compartiste buenos vinos con ellos...
R: Sí, antes del rodaje cenamos en casa... ¡y nos pasamos un poco! Había un ambiente muy festivo... ¡y allí fue donde Ana se olvidó de las vocales por primera vez! (risas)
P: Has esperando 25 años para rodar con Cédric Klapisch. ¿Qué es lo que más te ha impresionado de su forma de trabajar?
R: Admiro la visión de conjunto que tenía de la película incluso antes de rodar la primera toma. Antes lo veía desde el otro lado de la cámara, como un actor que hace su trabajo y se va. Pero ahora que he visto Nuestra vida en la Borgoña, comprendo mejor cómo funciona Cédric. Necesita mucho material donde escoger. Hubo cosas que filmó y que no podía prever, como cuando se arrancan las cepas. Y como el proyecto cambiaba de un día para otro, demostró tener una gran flexibilidad. Con esta película, he comprendido que el trabajo de preproducción y de posproducción son tan importantes como el rodaje. Y Cédric me impresionó porque lo domina todo de principio a fin. También hay que felicitar al productor Bruno Levy porque empezó a financiar la película cuando no había mucho escrito ya que es una película que se iba elaborando cada día.
P: Es gracioso, porque opinas lo mismo sobre la película que Ana sobre el vino. ¡Ella tampoco se imaginaba todo el trabajo que conlleva! ¿Existe una relación entre estos dos mundos? ¿Entre el oficio del viticultor y el oficio de realizador?
R: Las personas que no saben mucho de vino creen que se vendimia, se pone el vino en barricas, se espera algunos meses y luego se embotella. Y no es así. Hay que podar, plantar, cuidar la tierra, cultivar la vid, vinificar el vino, dejarlo madurar, embotellarlo... Todo eso forma una cadena hecha de miles de detalles. El buen vino es el fruto de un montón de pequeñas decisiones... Y creo que una buena película se le parece bastante. Y lo comprendí al ver cómo trabaja Cédric. A mí me gusta mucho la vendimia, aunque hay viticultores a los que no les gusta nada. Y la verdad es que hay similitudes con un rodaje, esa misma forma de vivir en comunidad. ¡Y disfrutar de ese ambiente y en mi propia casa... fue un auténtico privilegio!
Entrevista a Loik Dury & Christophe "Disco" Minck (Compositores)
P: Esta es vuestra octava colaboración con Cédric Klapisch, pero es su primera película que no se desarrolla en la ciudad... ¿Cómo abordasteis la banda sonora de Nuestra vida en la Borgoña?
Loïk Dury: Al principio fue inquietante porque "Disco" y yo somos muy urbanitas. Cuando hablamos de música con Cédric, empezamos hablando de todo y de nada. Hablamos de adjetivos, deseos, ganas. Nos gusta delirar a tope... Pero Cédric nos habló enseguida de un western. Ahora, después de ver Nuestra vida en la Borgoña, seguimos buscando qué relación tiene con un western. Pero la idea del western estaba en la horizontalidad. Y la horizontalidad nunca había formado parte de las películas de Cédric. En Nuestra vida en la Borgoña, no hay ángulos, ni paredes, ni rebotes. Sólo hay tierra y horizontalidad. Empezamos a hablar, a escuchar sonidos, y surgieron dos ideas claras: la sensación de espacio -y para nosotros eso lo representa el delay (el delay no es un instrumento, sino un tratamiento de los sonidos), y la tierra. Como siempre hemos hecho esas músicas urbanas con cierto peso rítmico que le gustan a Cédric, no pensábamos en introducir baterías de jazz o ese tipo de cosas. No queríamos fingir que "estábamos en el campo", sino darle más fuerza. Nos daba miedo no conectar profundamente con el poder de la tierra. Fue entonces cuando se nos ocurrió el adjetivo telúrico que lo desbloqueó todo. Al darle vueltas a la idea de "telúrico" pensamos inmediatamente en el Cristal Baschet. Es un instrumento acústico inventado por los hermanos Baschet en los años 50. Ellos querían imitar el sonido a los sintetizadores de sonido que empezaban a surgir. Este instrumento se compone de grandes conos de tubos de aluminio y cristal y hay pocas personas que saben tocarlo. Pero somos amigos de Thomas Bloch, que es un virtuoso de este instrumento y que ha grabado con Radiohead, Daft Punk y también con Hélène Ségara. Ya habíamos grabado con Cristal Baschet con él para la música que había compuesto para el pabellón francés en la Expo de Shanghai. Pero en general, recurrimos a Thomas al final, para "repintar" un poco la música. En Nuestra vida en la Borgoña quisimos empezar por el Cristal Baschet. Así que grabamos con él una sesión de dos días en el Estudio Ferber. Él estaba solo en medio de una gran sala con 21 micrófonos (todos los instrumentos se grabaron con un mínimo de 14 micrófonos para recomponer un sonido 5.1). Pero grabar la música no es suficiente, debe notarse su presencia en la sala de cine. Y la verdad es que era complicado que una música tan delicada tuviera fuerza. Lo estudiamos con Philippe Avril, que mezcla nuestra música desde hace años, y nos dijimos: "Si queremos transmitir una fuerza telúrica, vamos a probar esta técnica de grabación". Así que preparamos secuencias de acordes, sin un tema de verdad, a veces con un esquema de tema y grabamos el Cristal Baschet. Y después creamos la música a partir del Cristal Baschet.
Christophe "Disco" Minck: Corrimos un pequeño riesgo, pero acordamos con Cédric que no iba a escuchar las piezas en las que nos habíamos embarcado. Normalmente, empezamos a trabajo y él viene, escucha, nos dice si le gusta...
Loïk Dury: Pero en Nuestra vida en la Borgoña el acuerdo fue diferente porque nos pidió que compusiéramos la música antes del rodaje. Por regla general, componemos la música durante el montaje. Así que nos dejó hacer lo que quisiéramos y además nos dio recursos para tener libertad. En lo que se refiere al presupuesto, la música de la película se paga al final. Te pagan en el momento del montaje. ¡Pero esta vez había que pagar a los músicos con un año de antelación! Terminamos las mezclas en diciembre de 2016 aunque habíamos empezado a grabar en febrero, ¡es decir 10 meses antes! Y para eso era necesario poder pagar a los músicos, el estudio... y pudimos hacerlo gracias a nuestra excelente relación con Cédric y Bruno Lévy, el productor. No era para malgastar el dinero por adelantado, sino para probar otra cosa. Así que trabajamos en esas músicas alrededor del Cristal Baschet. Después, cuando llegó el verano, antes de que Cédric se fuera de vacaciones, le hicimos un CD con unas diez piezas. Cuando volvió, había elegido tres. Quería una repetición, temas que fuera casi obsesivos. Y eso fue lo que hicimos.
Christophe "Disco" Minck: Aunque algunos de los temas descartados se utilizaron al final.
Loïk Dury: Es la primera vez que hacemos el 100% de la música en una película de Cédric. ¡Sólo hay un tono de teléfono que no es nuestro! Al principio había elementos de música clásica, pero Cédric nos pidió que pusiéramos nuestra música y confió en nosotros. ¡Pero no es nada fácil reemplazar a Debussy! Sobre todo, en las escenas ligeras, en las que los equilibrios son muy frágiles. Ese es el verdadero reto de esta banda sonora: debía transmitir una fuerza telúrica y llegar a ser sensible y frágil. Pero además no había que ser parisino, y ser orgánico sin ser cursi.
P: De hecho, salisteis de París y fuisteis al rodaje para la canción de la Paulée...
Loïk Dury: La historia de la Paulée es una pasada. Cédric me había dicho que iba a grabar una Paulée. Yo no sabía lo que era así que me envió un link de YouTube donde no hay música sino tíos gritando, se oye el tintineo de las copas, un montón de ruidos de fondo... ¡Así que le llamé para decirle que me inspiraba nada! Y como Cédric suele llevarme a sus localizaciones, al saber que iba a celebrarse una verdadera Paulée antes de la que él iba a rodar, le pedí que me llevara. Para la música de esa secuencia, Cédric tenía en mente rock popular...
Christophe "Disco" Minck: Una especie de rock alternativo...
Loïk Dury: Y ni a mí ni a "Disco" nos gusta mucho ese género... Así que fui a la verdadera Paulée y de repente vi en el jardín a unos vendimiadores de la Isla Mauricio tocando una melodía muy bonita con una guitarra. Y esa melodía me rondó toda la noche por la cabeza. Así que fui a ver a aquellos hombres y me explicaron que ellos habían compuesto esa pieza, la letra y la música. Y me dije que esa pieza, una mezcla de soul criollo, es lo que necesitaba la secuencia de la Paulée. Así que hablé con Cédric, que no dijo nada y con el productor al que no le gustó nada. Les dije: "Veréis, traeré al rodaje a "Disco" en la guitarra y a Fixi en el acordeón para apoyar a los dos músicos mauricianos y os va a encantar. "Para convencerles, les dije a los mauricianos: "Enseñad vuestra canción a todos vuestros compañeros vendimiadores. ¡Y cuando estéis en los viñedos, en cuanto llegue el equipo de la película os ponéis a cantarla! "Y la noche siguiente después del rodaje, Cédric me llamó y me dijo: "¡Sabes, en el rodaje, los vendimiadores estaban cantando la canción, y me parece que tienes razón, es genial!" (risas) ¡Sólo se pueden hacer esas cosas con Cédric! ¿Conoces a muchos directores que aceptarían contratar a dos mauricianos desconocidos para la canción de una escena de película? Nos hubieran dicho: "¿Pero qué Francia es esa?" Precisamente, con esta canción se habla de la verdadera Francia, de la actual. ¡Y si mañana sacamos esta canción en un single, se convertirá en la canción más popular de las paulées!
Christophe "Disco" Minck: ¡Y por eso salgo en la película! ¡Es la primera vez! Por lo general es Loïk quien aparece en una fiesta o en el metro. ¡Pero esta vez soy yo!.
Loïk Dury: Una de las particularidades de Nuestra vida en la Borgoña, es que hay dos canciones. Una para los títulos de crédito, que canta Piers Faccini y otra en los genéricos del final que interpreta Camélia Jordana. Pensamos que tenía esa fuerza y esa fragilidad que encaja muy bien en nuestro espacio telúrico. Y de repente, Cédric que siempre había querido escribir letras, se puso a escribir la letra de la canción con Camélia que interpreta uno de los temas de la película.
Christophe "Disco" Minck: Y creo que es la primera vez que hay una canción en francés en una película de Cédric.
P: ¿Cómo veis vuestra colaboración con Cédric Klapisch después de ocho películas en común?
Loïk Dury: Cuando trabajamos con Cédric, solemos decir que no hacemos música sino "klapischeries". De hecho, Cédric podría ser el tercer compositor de la música que hacemos para sus películas...
Christophe "Disco" Minck: ... Un poco como George Martin para los Beatles.
Loïk Dury: "Disco" y yo somos muy generosos, tenemos mucho entusiasmo y muchas ideas. Pero a veces nos falta perspectiva. Así que preferimos hacer diez temas diferentes para Cédric y pulirlos muy bien en vez de hacer solo tres. Porque además, Cédric escoge tres temas, pero a veces nos dice que en el séptimo le ha encantado un instrumento, etc. Nos pide cosas surrealistas... pero Cédric hace que nos superemos. Nos anima, confía en nosotros, nos pide que nos dejemos llevar. Porque la creación está llena de dudas. Pero nunca nos hemos sentido frustrados con él. Y la verdad es que siempre acierta a la hora de escoger entre lo que le proponemos, y también sabe guiarnos.
Christophe "Disco" Minck: En la banda sonora de Nuestra vida en la Borgoña, no hemos hecho la música que solemos hacer normalmente. Cuando hicimos la banda sonora de Muñecas Rusas, que es la continuación de Una casa de locos, sabíamos cuál era el estilo. Nos gusta el funk, el hip hop, ese es nuestro mundo. Hemos tomado un rumbo musical que no dominamos tanto, con temas más emocionales, y eso nos llevó a explorar otras cosas.
Loïk Dury: No lo podíamos disimular. Era tan minimalista que a veces nos daba la impresión de haberle engañado, de no haber trabajado lo suficiente...
Christophe "Disco" Minck: Al principio, los primeros temas nos parecían un poco cursis. Esa especie de cantinelas no van mucho con nosotros.
P: Pero, como ha dicho Cédric Klapisch sobre las imágenes, para lograr esa simplicidad aparente se necesita mucha sofisticación...
Christophe "Disco" Minck: ¡Eso seguro!.
Loïk Dury: Está claro que le hemos dado muchas vueltas a lo que queríamos hacer, a la 'mise en abyme' sonora... Pero ahora somos un poco más mayores, hemos hecho unas cuantas películas y tenemos más experiencia lo que, unido a la libertad que nos da Cédric, hace que nuestra música sea más legible, más simple, más serena, más aérea... De hecho, al salir de la proyección para el equipo, nos dijo: "Hemos pasado a otro nivel".