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El desentierro cartel reducidoEl desentierroDirigida por Nacho Ruipérez
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Una película del director valenciano Nacho Ruipérez, su primer largometraje.

El largometraje está protagonizado por Leonardo Sbaraglia (Relatos Salvajes, Nieve negra) y Jan Cornet (Goya actor revelación en 2011 por La piel que habito), junto a Luis Bermejo (Magical Girl y Kiki, el amor se hace), Rosana Pastor (Tierra y libertad, Las edades de Lulú), Raúl Prieto (Que Dios nos perdone) y Arben Bajraktaraj (Harry Potter 1 y 2). El equipo artístico lo completan hasta 28 personajes de diferentes nacionalidades: bosnia, albanesa, argentina y española.


Notas del director
Escribí el primer borrador de "El Desentierro" durante el Master Iberoamericano de Guión para Cine en la UIMP y, como todos los primeros guiones, fue debidamente abandonado en la oscuridad de un cajón. Más tarde nuestro país entró en crisis y sentí que había llegado el momento de desenterrar aquel argumento para -desde un punto de vista más maduro y mediante la ayuda de profesionales como Mario Fernández Alonso (coguionista de "Amar", de Esteban Crespo), Joan Marimón (ESCAC) o Yery Bermúdez (Filmax)- convertirlo verdaderamente en una película de género que hablara de los tiempos convulsos en los que vivimos y poniendo el foco de interés en un imaginario pueblo aislado entre los arrozales del marjal valenciano, un potente escenario agrario, puramente visual e idóneo para retratar un mundo pendenciero donde se anteponen los intereses económicos por encima de la moral, en el que la violencia y la corrupción están a la orden del día, donde la verdad y la honestidad son perseguidas y silenciadas...

En definitiva, el mundo en el que hoy vivimos.

Queremos hablar del desentierro de los restos mortales del padre de Jordi -una exhumación- pero también de un desentierro figurado a través de la voluntad de nuestro protagonista cuando descubre algo que le atormenta: ¿Dónde está enterrado el padre?.

A través de esta incómoda cuestión shakespeariana, se pretende llevar al espectador mediante la sutileza temática, la poesía visual (donde no excluimos las posibilidades plásticas del feísmo propio de la época) y la emoción profunda y redentora que permite el thriller, a un contexto sociopolítico que todos los españoles de varias generaciones hemos conocido bien: el de la memoria histórica. Así las cosas, hemos puesto toda nuestra energía en enarbolar una especie de "parábola de los desentierros", trazada desde el multitudinario entierro de Félix (antiguo alcalde del pueblo, ahora Conseller, y que ha perecido debido a un supuesto accidente de coche), pasando por el desentierro de los restos mortales de Pau y Tirana (revelados por sendos agujeros de bala en sus cráneos), el descubrimiento del verdadero pasado oscuro de Félix como un político comprado y, finalmente, el traslado de los huesos de Pau y de Tirana a una nueva fosa de la que nunca deberían haberse movido: la Caseta de la Mar, su único remanso de paz.

Una España negra, no del todo enterrada
Al tratarse de una narración multitrama, la historia transcurre aparentemente por varios frentes. Un paseo por el universo del añorado Festival Valenciano (la conocida Ruta del Bakalao o Ruta Destroy) es el encargado de abrir el telón, un universo nocturno que miles de jóvenes vivieron con pasión enfermiza y generando toda una subcultura no solo musical, sino también sociológica, pues tuvo consecuencias a largo plazo sobre la forma de ocio nocturno tratándose del mayor movimiento clubbing que ha vivido nuestro país. A pesar de ello, considero que es un fenómeno cultural poco retratado en cine y, afortunadamente, parece que ha encontrado su lugar en esta historia, donde se entremezclan en un único lienzo los universos de la fiesta nocturna y la drogadicción con los de la trata de blancas y el dinero negro.

Por otro lado, Argentina representa para nuestra historia un puente temático de fuerza radical, tal y como nos recordaba algunos años atrás en un reportaje del diario El País el legislador de la provincia de Tucumán, Gerónimo Vargas Aignasse, hijo de Guillermo, que ocupaba ese mismo cargo cuando la dictadura lo hizo desaparecer en 1976: "Uno siempre tiene la esperanza de que va a encontrar a quien está desaparecido. Esa condición es el limbo del horror, no se puede terminar de resolver el duelo".

Puede que el mundo esté cambiando, pero lo cierto es que el sistema sigue persiguiendo a quienes pugnan por dignificar a aquellos que lo perdieron todo, a las verdaderas víctimas de un conflicto que no se puede -no se debe- olvidar, porque, al fin y al cabo, somos el eco de los sucesos del pasado, para bien y para mal. Y ahí reside la auténtica voluntad de nuestros pequeños héroes -Vera, Jordi y Diego- supervivientes adormecidos de una cadena de mezquindades del pasado y que ahora se han empeñado en desenterrar una verdad incómoda. Una verdad que, en su ausencia reveladora, puede corromper gravemente el alma de cualquier ser humano, porque la corrupción no solo carga contra lo económico, sino también contra lo espiritual. Y de eso justamente habla esta película, de un presente aún perjudicado por la consecución de un pasado criminal, conflictivo y espiritualmente irresoluble. Y todo esto con un paisaje costero de fondo que se fue plagando, cual enjambre de libélulas, de edificios prometeicos y hotelería paradisíaca, a medida que los indicadores de la bolsa se precipitaban de manera imparable hacia el trágico cataclismo del que hoy seguimos siendo víctimas.

Tonalidades
Aquí no se pretende hablar de color, sino de textura: "El Desentierro" es una película que busca representar dos épocas (1996 - 2017) a través de un innovador tratamiento visual de extremo realismo, tanto en lo que se refiere a los escenarios (nada de decorados, queremos rodar en escenarios naturales que respiren veracidad, a favor de la tesis acerca del valor de la verdad sobre la que se articula la película), como a la luz (preferimos la ausencia de luz artificial como recurso fotográfico dominante, además trabajaremos una estación distinta para cada una de las épocas, apostando por un verano caluroso y sofocante para el presente y, en contraste, un invierno gélido y aislante para el pasado), así como en el tratamiento y desarrollo de los personajes (de ahí la importancia de un gran casting, con nombres iniciales como los de Leonardo Sbaraglia, Ana Torrent o Jan Cornet). Un elemento importante en la historia son sus flashbacks continuos que comunican ambas épocas, mi idea es rodarlos exactamente con la misma fotografía que la del presente, es decir, nada de cambios de color o de añadir filtros de postproducción para representar el pasado, queremos representar las imágenes de ambas épocas con el mismo tratamiento de exposición y colorimetría, algo que -si el guion lo permite, y pensamos que así es el caso- resulta más original que cualquier tipo de recurso manido y efectista que complica sin necesidad la narrativa de la obra. Sin embargo, el espectador percibirá una ligera variación: las secuencias de 1996 las filmaremos con una puesta en escena de corte más "clásico" y perfeccionista, mediante movimientos de cámara suaves y con dinámicas de composición equilibradas. Mientras que, para el presente, a favor de los sucesos turbulentos que hacen evolucionar la vertiente dramática de la historia, los planos serán registrados mediante una suave cámara en mano que se adaptará con pulso a cada acción de los personajes.

Referentes
- Rashōmon (羅生門) (Akira Kurosawa): nuestra película ha pretendido desde el principio investigar sobre el llamado "Efecto Rashomon",
producido por la subjetividad y la percepción personal a la hora de contar la misma historia o situación. Esta técnica narrativa inspirada en el cuento popular de "los 6 ciegos y el elefante" se articula a partir de la idea de que nuestra verdad es solo la porción de realidad que percibimos, es decir, la verdad, para el que observa, aparece en la suma de varios relatos: cualquiera de las versiones de los hechos que los personajes van aportando a Jordi y a Diego a medida que avanza la historia es razonablemente posible, ninguna de ellas tiene por qué ser falsa, simplemente están influidas por la propia variabilidad y la percepción individual, yuxtaponiendo los diferentes relatos de los implicados mediante el flashback (y siempre respetando el punto de vista de los actantes para que se produzca este mecanismo).

- Lone Star (John Sayles): desde el principio fue nuestro principal referente a la hora de concebir el guion, no solo porque la voluntad del protagonista reside en buscar al padre desaparecido, sino porque se hace valer también del recurso del flashback para articular la investigación en el presente. Nuevamente asistimos al desentierro del pasado mediante la suma de los relatos de sus supervivientes, responsables o participantes en mayor o menor medida de los hechos.

- True Detective (Nic Pizzolatto): el juego temporal que se establece en la primera temporada para comunicar el presente con el pasado le da una dimensión abismal al transcurso de su narración. También tenemos mucho en común con el tono, la ambientación y con su estilo neo-noir que le aporta a la serie una atmósfera enrarecida e inquietante. Algo similar a lo que sucede en La Isla Mínima (Alberto Rodríguez). Son claros ejemplos de un tipo de narración que sigue más vigente que nunca y que aporta en su mayoría éxitos a la taquilla, la del hard-boiled, herencia audiovisual de la novela negra, la cual introduce a los personajes en universos detectivescos y de espionaje para alcanzar una situación envolvente de misterio.

- El Secreto de sus Ojos (Juan José Campanella): por la manera en la que el guion se va reservando la capacidad de mantener la intriga hasta su desenlace gracias a la dosificación de la información, trabajando para ello a fondo sobre el subtexto. En vez de explicar lo que ocurre, se aportan pequeñas pistas que el espectador va almacenando para intentar comprender la situación. Resulta interesante cómo logra abordar un tema crítico (la corrupción del sistema judicial argentino) sin necesidad de explicar su denuncia, algo que posiblemente resultaría convencional y tosco para el espectador de hoy.

- Breaking Bad (Vince Gilligan): ya tenía ganas de poder detonar una historia "in media res", al más puro estilo gillianesco, y El Desentierro me permitirá hacerlo abriendo la película con un Jordi que conduce malherido de un disparo de bala. A partir de ahí, su narración nos sitúa unos días antes durante la investigación que le ha llevado hasta tal complicada situación pero, por si esto fuera poco, esta historia posibilita hilvanar el flashback dentro del flashback, al "modo matrioska", con segundos narradores que nos ayudan a dar otro salto más en el tiempo, conduciendo la acción 20 años atrás o, lo que es lo mismo, hasta el mismo germen de la cadena consecutiva del mal que lo originó todo.
Finalmente, me gustaría añadir que esta película representa la oportunidad de poder dirigirme a un público joven en su mayoría. O no tan joven, pero con la mente joven en definitiva. Es por ello que he puesto toda mi energía en generar secuencias emocionantes, algunas con carga de elementos violentos o eróticos, así como la apuesta por el uso de un lenguaje coloquial, atendiendo al slang asociado a cada personaje o grupos de ellos, siempre a favor de un realismo extremo que aproxime más al espectador a la veracidad de los sucesos. Este es el auténtico quid de la cuestión, el valor de la verdad... Y por eso queremos contar esta historia.