Isabelle es adicta a las causas benéficas. Está siempre yendo de una acción humanitaria a otra. A menudo utiliza su filantropía como una forma de sentirse culpable con su familia y amigos. La llegada de una carismática benefactora al centro social donde trabaja amenaza su posición. Como una forma de restaurar su reputación, la implacable Isabelle decide abrir una autoescuela para refugiados, cueste lo que cueste.
Isabelle, 50 años, dos hijos, casada con un refugiado bosnio, vive en París.
Es voluntaria en muchas ONG, adicta a la ayuda humanitaria. Viene de una familia burguesa, su madre siempre la ha rechazado, comparándola con su apuesto hermano emprendedor. Isabelle reivindica su compromiso y, a menudo, lo impone torpemente entre su entorno.
Cuando una profesora empieza a hacerle sombra en el centro social donde trabaja, Isabelle anima a sus alumnos extranjeros a sacarse el carnet de conducir con la ayuda de un instructor bastante malo. Cuestionada por el director del centro social, que ya no tolera sus comportamientos, se monta la primera autoescuela social. Pero su familia también empieza a cansarse. Su marido, Ajdin, y sus dos hijos adolescentes le reclaman esa atención que Isabelle solo tiene para los extranjeros.