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Sobre ruedas cartel reducidoSobre ruedas(Tout le monde debout)
Dirigida por Franck Dubosc
¿Qué te parece la película?

Comedia francesa SOBRE RUEDAS ("Tout le monde debout") escrita, dirigida y protagonizada por Franck Dubosc ("Barbacoa de amigos"), junto a la actriz Alexandra Lamy ("Vuelta a casa de mi madre", la serie de TV "Última oportunidad").

Esta comedia romántica cuenta también con las interpretaciones de Elsa Zylberstein ("Hace mucho que te quiero", "Un plus une") y Gérard Darmon ("Astérix y Obélix: Misión Cleopatra").


Entrevista con Franck Dubosc

P: ¿Cuánto lleva queriendo pasarse a la realización y por qué motivos?

R: He querido ser realizador siempre y nunca. Digo ‘siempre’ porque mis primeros pasos en el universo cinematográfico los hice tras una cámara de super 8. Tenía 14 años, escribía pequeños guiones propios de mi edad que rodaba. Y añado ‘jamás’ porque me di cuenta rápidamente que para devenir realizador había que ser jefe, lo que no me apetecía. Al hacerme actor, a lo largo de los años, cada vez más gente me decía: «escribes tus espectáculos, los escenificas, escenificas otras películas, entonces dirígelas también». Sistemáticamente, respondía que se trataba de un oficio totalmente distinto y que lo asumiría con la condición de tener un tema que lo justificara. Hoy, una vez que he dado el paso, todavía no me considero realizador más que de Tout le monde debout. Hay que ser humilde. Dicho esto, nada de lo que había hecho antes me había excitado, entusiasmado y colmado tanto.


P: ¿Cómo ha germinado en su espíritu esta idea de película? ¿De la confusión de partida –alguien sentado en una silla de ruedas es forzosamente un inválido– o de alguna cosa más íntima?

R: La motivación ha sido doble y doblemente personal.
Un día, debido a la edad y a que no podía ya desplazarse mucho, mi madre se vio en una silla de ruedas. Ésta, símbolo de minusvalía, devino una solución porque por fin iba a poder moverse de nuevo, salir. Pero objetó: «no podré ir al mercado de Navidad pues se han de subir peldaños». Aquello me alcanzó de pleno. Lo que parecía una oportunidad se convertía en un obstáculo. Y entonces pensé en todos aquéllos que, impedidos, se enfrentaban a lo mismo. Por otro lado, siempre he tenido ganas de narrar una historia de amor que se fundamentara en la diferencia no cultural o social sino física. Hay una pregunta que a menudo me he planteado, que me interpela: ¿y si te enamoraras de alguien inválido? Es una visión de futuro un tanto complicada, cierto. ¿Será el amor más fuerte que la razón? Creo que sí, y por ello he querido realizar esta película.


P: Así pues, ¿está la diferencia física en buena parte en el núcleo de su película?

R: Eso me interesa, me atrae desde siempre. Cuando era pequeño, me enamoré de una niña con un estrabismo considerable. Todo el mundo se burlaba de ella. Pero yo la miraba con otros ojos, por expresarlo así. Inmediatamente, me pareció que la diferencia era una ventaja, una gracia. Pero sé que hay que ser muy valiente para aceptarlo, para hacer vida con alguien diferente, para amarlo. No estoy seguro de haberlo sido lo suficiente.


P: ¿Se inspira el título en la metedura de pata del cantante François Feldman en la décima telemaratón?

R: El título provisional era «Lève-toi et marche» (Levántate y anda), pero no me parecía muy gracioso. Efectivamente, he usado lo que dijo François, que es amigo mío. Todo el mundo se burló mucho de esta metedura de pata cometida ante gente que no podía levantarse, pero finalmente me pareció muy positivo. Porque estar de pie está en la cabeza. Por otro lado, mi personaje lo dice al hablar de Florence, que es inválida: «ella reflexiona con mayor agilidad, va más rápida, vive más que nosotros». Quiere decir: “mucho más que yo”.


P: ¿Se ha dicho en algún momento que evocar la invalidez con humor podía ser arriesgado, incluso peligroso?

R: Sí. Al principio, lo pensaba en cada página que escribía. Pero luego, una vez metido en la historia, me olvidé. Igual que pasa en la vida. Cuando uno se cruza con alguien impedido, primeramente se pone mucha atención a todo cuanto se dice, pero cuando la relación se fija verdaderamente, ya no se presta ninguna en absoluto. De lo contrario, querría decir que no se acepta la diferencia, que se sitúa distante al otro. Y además, mi intención nunca fue burlarme. Espero que eso se vea.


P: ¿Ha habido asimismo, a través del personaje de Jocelyn, voluntad de estigmatizar los clichés y los prejuicios para con la diferencia?

R: Ciertamente, al mostrar todas las estupideces que se pueden proferir por ignorancia y que desaparecen a partir del momento en que se mira al otro con amor. Tout le monde debout (En pie todo el mundo), sobre todo esto también va por Jocelyn, para decirle: levántate, anda, cobra envergadura. Porque finalmente, el más inválido de los dos es él.


P: La mayor parte de los personajes no dejan de repetir que no está bien mentir acerca de la minusvalía. ¿Es una cuestión de moralidad o de traición?

R: De traición. Quería una situación difícilmente perdonable pero que con todo pudiera serlo. Él la ha traicionado, pero ella no ve más que la mentira, pues lo perdona. Digamos que, finalmente, la mentira que conduce a una traición es más importante para él que para ella.


P: ¿De dónde viene ese personaje que usted encarna, mentiroso, deshonesto, que ha tenido éxito pero que no deja de buscar ser otra persona?

R: Su hermano le dice: «tu no amas, por eso te escondes». No ve a los otros porque no quiere mirarse. Está lleno de defectos, y se intuye que lo que esconde es más interesante que lo que nos muestra. Seguramente, la parte autobiográfica es la más importante del film. No me quiero mucho, aunque con el tiempo he aprendido a apreciarme. A menudo me miento a mí mismo. No soportaba verme en un espejo. Para seducir, no era jamás yo mismo. Ser otro era mucho más satisfactorio. En fin, lo que quería era que Jocelyn fuera más agradable en su mentira que en la realidad donde resulta, humanamente, más espantoso. Sí, definitivamente es más agradable en silla de ruedas que en su Porsche rojo chillón.


P: ¿Quería desde el principio que Tout le monde debout fuera una comedia?


R: Comencé a escribir, igual que en mis espectáculos, imaginando el clímax dramático, es decir el accidente evitado al final, y luego remonté el hilo de la comedia. Pero en esta historia también hay mucho de la ternura y amor que se halla igualmente en las comedias románticas.


P: Hay una escena muy bella, justamente romántica, en una piscina. ¿Se escribió en el guión tal como aparece en el film?

R: Sí, se escribió del mismo modo que se rodó. Aprovecho para quitarme el sombrero ante todo el equipo técnico. Buscamos una casa con piscina cuyo piso descendiera hasta el agua por medio de un mando a distancia. ¿Por qué? Porque al principio me preguntaba cómo iban a hacer el amor por primera vez. Por todos los motivos imaginables, no quería que fuera en una cama. En la piscina, cuando el piso desciende tras la cena, flotan, se liberan de todo en tanto que sus sillas de ruedas quedan en el fondo.


P: Productor, realizador, guionista, actor principal de la película, eso es un montón de cometidos. ¿Cómo surge tal voluntad de control?

R: Sí, es cierto, pero no he asumido todas esas responsabilidades al mismo tiempo. Cuando comencé a escribir, no sabía aún si iba a dirigir o siquiera si iba a actuar. Mejor así, ello me evitó imaginarme un papel a medida, lo que hubiera podido perjudicar la historia. Al acabar la escritura, decidí dirigirla. Entonces el director se preguntó si incorporaría al actor. Los financieros me aconsejaron hacerlo.


P: ¿Con qué dificultades se ha topado distintas de aquéllas en películas donde simplemente ejercía como actor?

R: A parte del tiempo invertido, que forzosamente resulta más cargado, la dificultad principal, cuando actuaba, estaba en el hecho de gritar: «corten, la toma es buena». Realizador y actor, prácticamente no hace falta otra cosa que tener confianza en uno mismo, ser capaz de juzgarse. Es decir, mirar todas las tomas en el monitor de control, algo que no hacía nunca cuando me limitaba a actuar porque me horroriza. Al principio del rodaje, tenía tendencia a descuidarme frente a los otros actores, a no permitirme otras tomas para no perder tiempo. Para mí, que soy un eterno insatisfecho, era verdaderamente complicado, al borde de la esquizofrenia. Pero luego me relajé, estaba muy bien acompañado.


P: ¿Cómo eligió el reparto femenino que lo acompaña en esta aventura, y en primer lugar Alexandra Lamy en su encarnación de Florence?

R: Buscaba a una actriz de unos cuarenta años, bella, fresca, luminosa, llena de vida, muy buena actriz, que nos hiciera olvidar la invalidez, y además que perteneciera a mi familia de actores. Pensé de inmediato en Alexandra, se correspondía con todos mis criterios. El director Eric Lavaine me había repetido cien veces lo sencillo que resultaba trabajar con ella. Me topé con una perla rara. Tenía una interpretación muy difícil, en que además de ser una inválida en silla de ruedas estaba la cuestión ambivalente: «sé desde el principio que él miente, pero no debo mostrárselo». Alexandra es una trabajadora increíble que jamás se queja. Ensayó tenis en silla de ruedas, trabajó el violín. Admiro su entusiasmo por todo, como si todo fuera un regalo, y cómo llega a disfrutar con la interpretación. Es muy agradable.


P: ¿Cómo le surgió la idea de hacer que Elsa Zylberstein interpretara ese sabroso papel de asistenta mema y completamente bloqueada?

R: Ya habíamos rodado juntos, la veo a menudo, la conozco bien. Elsa es también una excelente actriz de comedia. Ahora lo comprende porque se le dice cada vez más pero no sabe cómo. No quería realizar una comedia burlesca, así que me pareció muy interesante disponer de una actriz cerebral, como lo es Elsa, a la que iba a hacer graciosa, chiflada. Elsa lo quiere comprender todo, desmenuzarlo todo. Jamás he visto un guión más anotado que el suyo. Pero el resultado es fenomenal, porque lo da todo, no hay contención alguna en lo que propone.


P: Y su mejor amigo en la película lo encarna Gérard Darmon, que compone un personaje formidable como médico gay...

R: Que sea gay resulta banal y no se insiste demasiado en ello, no es un tema. Gérard Darmon es uno de mis actores franceses preferidos. Siempre resulta extraordinario. Por otro lado, me acuerdo que hace ya algún tiempo escribí un proyecto que se titulaba «Sábado 14, la película que da más miedo que Viernes 13», y él fue el primer actor a quien se lo propuse, y el primero en aceptar. Necesitaba este personaje de amigo más maduro, más centrado, más padre que compañero.


P: ¿Dónde dio con Caroline Anglade, que encarna a Julie, la hermana de Florence?

R: Buscaba a una joven bonita para justificar la mentira de partida. Era preciso que esto fuera creíble. Hicimos una audición para este papel. Apareció ella de inmediato correspondiéndose perfectamente con el personaje. Caroline tiene la frescura, la belleza, la juventud, pero también una forma de madurez que me parecía esencial.


P: Por medio de esta comedia tierna, chiflada y sentimental, ¿qué mensaje ha querido ofrecer?

R: Aquéllos que se han visto condenados a quedarse sentados en una silla de ruedas no son distintos. Sólo lo son en apariencia, pero en el fondo en absoluto. Soy sensible a este tema pero no proclamo nada, no doy lección alguna. Sólo quería decir que es preciso interesarse en la gente por lo que son en su interior. Todos estamos de pie. Si se quiere.


Entrevista con Alexandra Lamy

P: Antes de rodar bajo su dirección, ¿qué pensaba de Franck Dubosc en tanto que actor?

R: Compartimos el reparto de Bis, de Dominique Farrugia, con pocas escenas en común. Pero ya lo había visto en el cine y en el teatro. Tras la serie de películas Camping, se le colgó una etiqueta que no le corresponde en absoluto. Franck es un actor extraordinario y por cierto el público retiene como recuerdo algunas frases cultas de estas películas. Lo que Franck aporta, en términos de comedia y de reírse de si mismo, es muy difícil de hacer. Hay que afrontarlo, y muy pocos actores de nuestra generación son capaces. Guardo mucha admiración por él, por lo que da, también por su capacidad de trabajo.


P: ¿Le ha sorprendido que se haya pasado a la realización?

R: No. Me parece normal que una vez se ha rodado tanto surjan las ganas de dirigir. Creo que eso forma parte, a modo de prolongación, de nuestro oficio, que por encima de todo consiste en narrar historias. Es interesante ver a un actor pasarse al otro lado de la cámara. El modo de narrar resulta entonces bastante distinto, pues a menudo da prioridad a la interpretación, lo que es lógico, y se hace forzosamente interesante para los intérpretes, dirigidos por uno de ellos.


P: ¿Recuerda su primer encuentro con Franck Dubosc a propósito de este proyecto?

R: Me extrañó, porque nos conocíamos poco, y me sorprendió muy agradablemente que viniera a buscarme, porque sé que Franck es un trabajador empedernido, muy exigente consigo mismo, ¡y eso me encanta! Mencionamos de inmediato el volumen de trabajo: había que practicar la invalidez, el hecho de que ella sabe la verdad pero no permite que aflore, y luego, tenía que iniciarme también en el violín, y sobre todo en el tenis en silla de ruedas. El partido de tenis es una escena clave de la película porque Jocelyn se enamora de ella cuando la ve jugar, y el espectador debe sentir un poco lo mismo que él: esta mujer es una guerrera, es la vida personificada. Discutí con Franck para no ser doblada, para que fuera verdaderamente creíble. Para mí, era muy importante. En fin, luego era preciso dar el callo.


P: ¿Cómo se preparó?

R: En un primer momento, me habitué a estar en silla de ruedas en mi casa, donde nada está pensado para ello, traté de desplazarme y también de adquirir automatismos. Luego, me entrené en el sur de Francia con un profesor de tenis. Dos horas diarias durante un mes. Una antigua campeona que vive en la región me prestó gentilmente su silla de ruedas y me dio consejos. Luego, continué el entrenamiento con Emmanuelle Morch, que integró el equipo de Francia y que participó en los Juegos Olímpicos de Río. Más allá de lo que me enseñó, fue un encuentro formidable. Me inspiré mucho en ella, en su vitalidad, en su sonrisa radiante. Y pese a las dificultades, me ha resultado enormemente gratificante prepararme de este modo.


P: ¿Cómo fue el trabajo que efectuó previamente para familiarizarse con el violín?


R: Estudié con una violinista experimentada. En seguida comprendí que no había más remedio que alcanzar en tres meses lo que ella aprendió en treinta años, particularmente porque Franck había elegido fragmentos muy complicados que interpretar. El violín no es en absoluto como el tenis o la silla de ruedas. Es mucho más ingrato porque los progresos tardan muchísimo más en producirse. Llegué a trabajar tanto para unos resultados tan nimios, casi insignificantes... Logré asimilar lo que era necesario, más o menos, para la mano derecha, como por ejemplo situar el arco en el lugar idóneo, centrarlo bien. En cuanto a la mano izquierda, pronto se evidenció imposible, irrealizable. Me hubiera hecho falta demasiado tiempo. Así que se me dobló.


P: Usted ya se cruzó con la invalidez en el cine en Con todas nuestras fuerzas, de Niels Tavernier, pero no tiene nada que ver... ¿Qué le ha seducido en esta historia?


R: Mi primera impresión me decía que se trataba de una bella comedia romántica escrita con sutileza, sin gratuidades o pesadeces. La relación entre este donjuán mentiroso y esta joven sencilla, inválida, en suma dos seres que no tienen nada que hacer juntos, era muy seductora. Era fuerte y conmovedor, esperanzador. El amor abole las diferencies. Es más, todo indica que es ella la roca de esta pareja de cine.


P: Florence, a quien usted encarna, lo adivina todo muy rápidamente pero no parece tomarse esta mentira como una traición. ¿Por qué?

R: Lo discutimos inmediatamente, Franck y yo. Nos pareció evidente que ella lo iba a adivinar inmediatamente, hay signos que no engañan, pero también que ella fingiría. Se explica con su hermana en una escena muy bella: ¿por qué no aprovechar esa mirada enamorada, vivir tan sólo el instante presente, este paréntesis tan agradable? Creérselo un momento, no hacerse demasiadas preguntas. Eso es bueno, ¿no?


P: Cada vez es más complicado reírse de todo. ¿Le ha parecido arriesgado este proyecto, o en absoluto?

R: Por fuerza se piensa un poco en ello. Actualmente, cualquier cosa que se diga conlleva el riesgo de ser asesinado, quiero decir verbalmente, por las redes sociales. Me deshice muy rápidamente de esta aprensión porque en esta película no hay ninguna burla gratuita, ninguna maldad. En esta configuración, digo que se puede reír de todo. Además, el personaje que está más maltrecho no es Florence la inválida, sino Jocelyn el válido.


P: Actuar en silla de ruedas ¿cambia el modo de interpretación o en absoluto? ¿Es un papel como otro?

R: Le pedí a los peluqueros y maquilladores que magnificaran toda la parte superior del cuerpo de mi personaje porque todo se juega allá. He trabajado mucho la sonrisa. Quería que fuera luminosa, que tan sólo su rostro pudiera apoderarse de la mirada de un hombre. Luego, procuré acostumbrarme a no mover las piernas, a olvidarlas, a no recordar que me sirven de apoyo sobre el suelo. Con sinceridad, esto no es evidente, es difícil.


P: Ella dice: «con él, me siento entera, me mira como una mujer». ¿Entiende usted que si esa mirada no existiera podría ser un problema?

R: Ciertamente, y esa fue una de mis primeras reflexiones. No mentirse. Cuando uno está inválido, es muy difícil encontrar a alguien. Tampoco imposible del todo. La mirada es importante. Quería que ella se sintiera sexy. Aprendí con Fabien, que encarnaba a mi hijo en Con todas nuestras fuerzas, que la diferencia de las miradas puede ser destructiva. La piedad, sola, es muy violenta. Hace falta otra cosa.


P: Una noche, Florence, sin poder mover las piernas, lleva zapatos en una mano como si hubiera bailado toda la velada, como cuando todavía no era inválida. Hay una clase de poesía en esta escena...

R: Es eso, es lo que me encanta de esta película. Franck demuestra una forma de humor muy dulce y muy sensible. No es preciso que los espectadores se digan únicamente: ah, me voy a morir de risa con Dubosc y Lamy. No, creo que también se quedarán atrapados por la emoción.


P: ¿Cómo definiría a Franck en tanto que realizador?

R: Tiene miedos y dudas como todos los actores. Duda, y a mí me parece que es algo esencial. La gente segura de sí misma es una catástrofe. Tan pronto como Franck termina una escena, pide confirmación. «¿Te ha gustado? ¿Ha estado bien? ¿He estado bien?» Lógico. En tanto que realizador, presta mucha atención a los otros, a sus compañeros. Está en todo, lo ve todo. Es muy meticuloso, no deja nada al azar, pero también es muy generoso. Algunas veces demasiado. Al principio del rodaje, su trabajo como realizador lo tenía absorbido, y yo comprendí que se olvidaba del actor. Entonces le dije: «Franck, deja de mirarnos la interpretación cuando estés con nosotros, piensa también en tu papel. Piensa en ti». Por supuesto, lo entendió en seguida.


P: ¿Qué mensaje ha tenido usted la sensación de dar?

R: Si se quiere, todo es posible. Hay que luchar, procurarse los medios. Es un mensaje, me parece a mí, muy optimista. Sin hablar del amor, que permite pasar por encima de todo. Quizá es un cliché aseverar esto, lo que no quita que el amor, aún hoy, permita reducir las diferencias y derribar fronteras.


Han dicho
"Comedia romántica llena de encanto y humor, con una chispeante Alexandra Lamy" - Femme Actuelle

"Limpia, rítmica, elegante. La comedia interpretada por Franck Dubosc está repleta de momentos graciosos" - Le Parisien

"Éxito del elenco para esta primera producción de Franck Dubosc, que agrega humor a momentos tiernos. Mención especial para Alexandra Lamy" - Closer

"Una tierna comedia romántica, desprovista de todo cinismo, donde todos ruedan para Alexandra Lamy, brillante" - BIBA

"Franck Dubosc firma una comedia romántica sin notas falsas que aborda la discapacidad con delicadeza, sin condescendencia y sin burla" - Le Journal du Dimanche