Frances Mayes (Diane Lane), una escritora de San Francisco, acaba de divorciarse y se siente completamente perdida. Sorprendentemente, una casa va venir en su rescate.
Para ser más exactos, lo que la salva es una forma de vida completamente distinta. Decide ser espontánea e incluso atrevida respecto a las cosas que la asustan. Casi nada tiene sentido; pero se presenta una oportunidad.
¿Por qué no comprar una casa en la Toscana?
Cual soldado del corazón, Frances siente que tiene que olvidar sus temores, afrontar con valor la tormenta, permanecer impasible ante los muros que se derrumban con un bramido y colmar ese vacío que ha quedado en su interior, pero ¿con qué? Más difícil aún, la vida le pide que vuelva a creer en el amor.
Al principio, el desafío es el amor que le profesa su amiga Patti, que recurre a todo menos a la fuerza para que acepte un regalo, un viaje a Italia. Ya en la Toscana, otra mujer, la hedonista Katherine (Lindsay Duncan) la anima angelicalmente a, en palabras de Fellini, "vivir esféricamente", a disfrutar de la vida mientras pueda. Frances lo intenta y se deja seducir por el Signor Martini (Vincent Riotta), un amable y atractivo corredor de fincas que la ayuda a comprar "Bramasole", una preciosa villa de la que ha quedado prendada. También la conmueve y al mismo tiempo le hace reír la historia de amor adolescente medio cómica, medio fatal que viven Pawel (Pawel Szadja), uno de sus carpinteros, y Chiara (Giulia Steigerwalt), la hija del terrateniente local. ¿No tiene ya bastante como para verse envuelta en los dramas de otras personas?
Cuando un italiano increíblemente guapo llamado Marcello (Raoul Bova) se cruza en su camino, Frances siente que todo su ser vuelve a la vida. La felicidad le hace señas. Pero ahora sí que tiene algo de lo que asustarse.
¿Será capaz de superar que le vuelvan a romper el corazón? ¿Ocurrirá en la Toscana?
Extracto:
ÉL: Tienes unos ojos preciosos, Francesca. Me encantaría sumergirme en ellos.
ELLA (riéndose): ¡Guau! -- Ese es exactamente el tipo de cosas que las mujeres americanas creen que dicen los hombres italianos. (Cuando se da cuenta de que a él le ha dolido su comentario chistoso:) Perdóname, Marcello. Estoy nerviosa. Estuve casada mucho tiempo. Desde entonces no ha habido nadie. Y creo que... (Oh ,¿Por qué no?) ¿Te gustaría ayudarme a cambiar eso?
ÉL: ¿Me estás pidiendo que me acueste contigo?
ELLA: Sí.
ÉL (sonriendo): Ese es exactamente el tipo de cosas que los hombres italianos creen que dicen las americanas.