RIFKIN'S FESTIVAL mezcla situaciones surrealistas con historias entrelazadas de amor y tristeza para rendir un cariñoso tributo al poder transformador de las películas.
Sobre la producción
En un inicio, Woody Allen se imaginó a Mort Rifkin, el protagonista de RIFKIN’S FESTIVAL, como un hombre joven. «Al principio, tenía en mente la idea del típico protagonista masculino», cuenta. Pero cuando su amiga de toda la vida y antigua directora de casting, Juliet Taylor, le sugirió que escogiera a Wallace Shawn para el papel, cambió de parecer. «Pensé: "Dios mío, ¡es perfecto!". Wally tiene una imagen muy cómica, al igual que la capacidad de representar ese lado más emotivo», dice Allen. «Aunque lo más importante es que realmente es muy inteligente. Algunos de los actores que había barajado para el papel quizás eran intelectuales, pero no desprendían ese aura especial. Fue entonces cuando pensé: "¿Y por qué no cojo a un intelectual de verdad?". Una vez ya había cambiado el chip en mi mente, la persona que había nacido para interpretar el papel apareció ante mis ojos».
Shawn ya había interpretado anteriormente numerosos e inolvidables papeles secundarios en películas de Woody Allen, tales como DÍAS DE RADIO, SOMBRAS Y NIEBLA, LA MALDICIÓN DEL ESCORPIÓN DE JADE o MELINDA Y MELINDA, pero muy pocos saben que Allen fue, en realidad, el que lanzó la carrera de actor de Shawn. Sucedió cuando Juliet Taylor fue a ver la primera obra de teatro en la que Shawn actuó, «La mandrágora» de Wilford Leach, y le preguntó a este si le gustaría conocer a Allen. «En aquel momento, llevaba años escribiendo obras de teatro, y pensé que "La mandrágora" sería mi única incursión en el mundo de la interpretación», nos cuenta Shawn. «No obstante, acabé yendo a la oficina de Woody. Lo que recuerdo -y esto creo que es una fantasía de mi mente- es que estaba subido a una escalera, mirando algunos libros en la biblioteca, y que apenas me prestó atención. Me preguntó si tenía algún plan para el verano, y yo le dije que no. Y esa fue mi audición».
El resultado fue que Shawn interpretó uno de los cameos más memorables de todas las películas del director neoyorquino, Jeremiah, el exmarido de Diane Keaton, en MANHATTAN. Aunque Shawn solo aparecía en pantalla unos breves instantes, antes de dejarse ver su personaje ya era mencionado en bastantes ocasiones, por lo que su aparición en escena causó un gran impacto. Al poco tiempo, Shawn ya recibía numerosas ofertas como actor. «Después de un par de años, me di cuenta de que podía ganarme la vida como actor, seguir escribiendo y pagar las facturas», relata Shawn. «Juliet y Woody fueron los que me descubrieron. Si no hubiera sido por ellos, ahora mismo no sería actor».
Shawn cree que Mort Rifkin es la mayor oportunidad que ha tenido en su carrera. «Es un papel maravilloso y un desafío enorme», afirma. «Aún no me creo que Woody haya confiado en mí de esta manera. Me he volcado por completo de una forma que me ha sorprendido incluso a mí». Y Allen ha quedado muy satisfecho con el resultado. «Me emocioné mucho cuando vi cómo Shawn estaba interpretando a Mort», cuenta Allen. «Hizo todo lo que le pedí que hiciera, y lo ha hecho muy bien».
Mort Rifkin es un antiguo profesor de cine. Tras haber escrito un guion que muchos han calificado de «grandilocuente», vuelve a probar como escritor por segunda vez, esta vez con una novela. A pesar de esforzarse al máximo, sigue bloqueado y es incapaz de alcanzar el nivel de perfección que él mismo se ha impuesto, ya que solo aceptará realizar una obra maestra. «Revisa y retrasa todo constantemente, volviéndolo a intentar una y otra vez, pero simplemente no tiene el don», relata Allen. «Es así de sencillo. De cada un millón de personas, solo una tendrá el don». La frustración de Mort con la escritura le ha convertido en un cascarrabias, cuya constante melancolía amenaza de forma directa a su matrimonio con Sue (Gina Gershon), una publicista de cine. «Está como en un estado inicial de depresión», cuenta Shawn. «De alguna manera, ha entrado en esta espiral en la que cree que será un completo inútil si no consigue escribir una gran novela».
Mort acompaña a Sue al Festival de Cine San Sebastián en España, más por vigilarla que por tener ganas de ver películas. Está convencido de que Sue está enamorada de su cliente, un director de cine francés llamado Philippe (Louis Garrel). «Philippe es un seudointelectual pretencioso», afirma Garrel. «Al parecer, ha dirigido una película "contra la guerra", un mensaje con el que la gente se identifica fácilmente, así que recibe numerosos elogios cuando hace entrevistas». Sin embargo, bajo el punto de vista de Sue, Philippe tiene un gran talento, y es el tipo de artista que busca como cliente. «La pasión de Sue es educar el talento», cuenta Gershon. «Y con Philippe siente que ha dado con un purasangre, así que está muy emocionada. Realmente cree en él y quiere impulsarle para que gane todos los premios del festival, pero Mort no le respeta ni le apoya en lo que está haciendo».
De hecho, parece que Mort no pierde la oportunidad para ridiculizar todo aquello relacionado con Philippe y sus películas. «Sue tiene un trabajo maravilloso», afirma Shawn. «¿Por qué querría estar con Mort si este se dedica a burlarse de alguien a quien ella admira? Pero Mort está viviendo, según él mismo cree, en un mundo de falsos valores en el que se ignora todo aquello que destaca por su excelencia y su belleza, y en el que las palabras que deberían aplicarse a las grandes obras cinematográficas se están utilizando para complacer sentimentalmente al público. Claro que podría guardarse esos comentarios para él mismo, pero dado que no está de buen ánimo, no tiene ganas de ser amable».
En última instancia, los tormentos internos de Mort acaban afectándole de forma física, y empieza a sufrir dolores en el pecho. Mientras que Sue, que lo ha presenciado todo, achaca la dolencia de Mort a los tacos del avión, Mort siente que necesita ir al médico urgentemente. Siguiendo la recomendación de un amigo productor de que fuera a ver al doctor Joe Rojas, se sorprende al descubrir que, en realidad, el doctor es una mujer llamada Joanna «Jo» Rojas (Elena Anaya). Al poco de conocerse, Mort descubre la enorme cantidad de cosas que tiene en común con ella: un gusto por el cine marcado por la común aversión hacia la película de Philippe, un amor nostálgico hacia Nueva York y París, y un infeliz matrimonio. «Es algo que sucede en la vida», afirma Allen. «De vez en cuando, conoces a alguien y piensas: "Me gusta esta persona. Piensa lo mismo que yo, y tiene los mismos gustos"». Poco a poco, este primer encuentro se va estrechando a medida que Mort y Jo se van dando cuenta de que son almas gemelas. «Creo que a veces la vida te hace un regalo, y eso es lo que le sucede a Jo cuando conoce a Mort», dice Anaya. «Está totalmente sola, desesperada y desconsolada por su matrimonio, y, justo en ese momento, se encuentra con esta persona que resulta que la entiende, la escucha y la ayuda, y ve que Mort también necesita un amigo».
El marido de Jo, Paco (Sergi López), es un pintor egoísta e impetuoso que la engaña constantemente y hace que su vida sea miserable. «Es uno de esos tipos que se piensan que está por encima de todo», afirma Allen. «De los que piensan: "Soy un artista, un genio, así que no tengo que obedecer las reglas de la clase alta, puedo hacer lo que quiera. Soy libre sexualmente y puedo emborracharme, y mi mujer tiene que aceptarme tal y como soy"». López cree que Paco se comporta así porque está sufriendo. «Paco es una persona con muchos problemas emocionales con su mujer, con su vida, consigo mismo y con el universo. Es un niño grande y, para él, Jo es más una madre que una esposa. Cuando dice que se va a suicidar, no creo que lo diga de verdad, sino que solo busca que Jo haga de madre y se lo impida». Jo está atrapada en esta relación tóxica con Paco, pero no es capaz de salir. «Está locamente enamorada», afirma Anaya. «Quiere a Paco y él la quiere a ella, pero no de la manera adecuada, lo que la hace sufrir».
Shawn siente que Mort y Jo pueden encontrar el uno en el otro todo aquello que sus parejas ya no les dan. «En cierta forma, su marido es fascinante y romántico, pero creo que a él ya no le interesa lo que le importa a ella», cuenta Shawn. «Mort es capaz de apreciar a Jo de una forma que su marido ya no hace, y Jo está en una posición que le permite apreciar las admirables cualidades de Mort que Sue ya no valora».
Al igual que Jo, muchos de los personajes de RIFKIN’S FESTIVAL no han sabido elegir bien a sus parejas sentimentales. «Es una enfermedad muy común», afirma Allen. «Hay un millón de razones que lo justifican, y en cada caso son distintas». Jo tiene debilidad por los artistas que no la tratan bien, como su primer marido, que era poeta y que la abandonó por otra mujer. «Creo que a Jo le atraen los artistas porque piensa que estos entienden la vida de una forma distinta», declara Anaya. «Pero ella se enamora del sueño, no de la persona real. Cree que son personas sensibles y hermosas pero, en realidad, son lo contrario, son más bien crueles». Desde que era un adolescente, Mort también se ha sentido atraído siempre por las chicas y mujeres que le han rechazado, en gran parte porque no tenían los mismos intereses intelectuales que él. Estuvo saliendo con Doris (Tammy Blanchard), que no sabía apreciar su refinado gusto por el cine y que, para desgracia de Mort, encontró en su hermano Jake (Steve Guttenberg) a un hombre mucho más de su agrado, tanto que acabó casándose con él. En Sue, Mort encontró a alguien que idolatraba su destreza intelectual aunque, al final, el matrimonio se fuera a pique por la incapacidad de Mort de vivir acorde a sus expectativas. «Durante mucho tiempo se han llevado muy bien», cuenta Allen, «pero Sue ha acabado cansándose de él. Y seguro que alguien la defendería y diría: "¿Y quién la puede culpar?". Él no se siente cómodo con el mundo». Gershon considera que Sue simplemente ha llegado a su límite después de tanto tiempo apoyando a Mort, y ya pensaba nunca más se enamoraría, hasta que llegó Philippe. «Creo que no buscaba enamorarse de Philippe», afirma. «Es una mujer sensata, nada caprichosa, pero creo que, de repente, él le pone en bandeja la vida que ella siempre ha deseado, y ve ese momento como una segunda oportunidad para seguir lo que le decía su propia consciencia y su corazón». Garrel cree que hay una cierta fantasía en la forma como Philippe corteja a Sue. «Existe toda una mitología en torno a los hombres franceses y el amor, y creo que la película juega con esa idea de una forma muy cómica».
A diferencia del resto de miembros del reparto, Wallace Shawn ya había trabajado anteriormente con Allen en numerosas ocasiones, por lo que ya estaba preparado para su forma de trabajar y sabía lo que tenía que darle. «En mi opinión, a Woody le gusta que se interprete con espontaneidad», afirma Shawn. «Si algo parece que se ha improvisado de forma artificial, no le gusta. No quiere que los actores vayan con una idea preconcebida de cómo alguien se comportaría en una situación y luego intenten imitarlo. Quiere que no tengan un plan previo y que dejen que su subconsciente les sorprenda».
Para Gershon, que se considera una actriz secundaria que, en sus propias palabras, «se pone cosas en la cara y usa acentos», interpretar un personaje tan parecido a ella supuso todo un desafío. «Al principio fue muy difícil, porque Woody quería que fuera yo misma, sin añadir nada, algo que, sinceramente, nunca he hecho antes. Y yo pensaba: "Pero ¿y cómo soy yo misma?". Su primera indicación fue: "No pienses. Estás pensando demasiado, solo deja de hacerlo". Yo le dije que vale, así que, desde ese momento, dejé de pensar. Accedí e seguí adelante».
Elena Anaya describe el trabajo con Allen de forma distinta. «Me daba unas indicaciones increíbles», cuenta. «Todos los comentarios eran muy precisos y ciertos. Me decía: "Cuando has dicho esta frase, estabas pensando en esto, pero tienes que pensar en esto otro". Y tenía toda la razón. Era como si me leyera la mente, era capaz de ver todo lo que estaba pensando».
Garrel, fan desde hace mucho tiempo de Woody Allen, era un manojo de nervios la primera vez que estuvo en el set. «He visto todas sus películas y tenía mucha curiosidad por ver cómo trabajaba», afirma. «Le pregunté si podía añadir esto y lo otro, y me dijo: "Claro, solo tiene que sonar natural. Puedes añadir lo que quieras". Fue entonces cuando me di cuenta de que no tenía ningún secreto especial, sino que solo busca la naturalidad».
Christoph Waltz, el dos veces ganador de un Oscar®, se unió al reparto interpretando el papel de La Muerte, aunque solo aparece en una única escena. «Quería trabajar con Woody Allen», cuenta el actor. «Mejor una escena que nada. Quizás la próxima vez tendré dos escenas. Me alegro de tener que ganármelo». Sorprendentemente, la Muerte de Waltz es un personaje muy cómico y con un gran corazón. «Es muy cariñoso, y se preocupa mucho por los demás», afirma Waltz. «Entiende los problemas y las preocupaciones de los seres humanos, es muy empático».
El establecimiento de dos mundos visuales radicalmente opuestos en una misma película es un aspecto común en las cuatro colaboraciones de Vittorio Storaro con Woody Allen. Por ejemplo, los diferentes enfoques de Storaro del Hollywood clásico en comparación con la vida nocturna de Nueva York en CAFÉ SOCIETY o la yuxtaposición que crea con el sórdido apartamento en el que viven los protagonistas y los suntuosos colores de Coney Island en WONDER WHEEL. En RIFKIN’S FESTIVAL, Storaro fotografía la realidad externa del festival y de San Sebastián en color, y la vida interna de Mort en blanco y negro. «La mayoría de la gente sueña en color, pero creo que Mort sueña en blanco y negro porque se identifica mucho con las películas clásicas que tanto le gustan», afirma Storaro. «Si lo piensas, hay más imaginación que realidad en la fotografía en blanco y negro, porque el blanco y negro no existen en la naturaleza». Storaro, que ha escrito bastantes libros sobre la simbología del color, lleva sin hacer una película en blanco y negro desde los inicios de su carrera. «Si Woody o cualquier otro director me preguntara si me gustaría hacer una película en blanco y negro, le diría que no», afirma. «Es como si tuvieras un piano con muchas notas con las que puedes jugar. No quiero volver a tener solo tres: blanco, negro y gris. No obstante, en RIFKIN’S FESTIVAL tenía la parte en color y la parte en blanco y negro, lo que me permitió crear un diálogo visual».
El director artístico Alain Bainée (VICKY CRISTINA BARCELONA) y la diseñadora de vestuario Sonia Grande (MIDNIGHT IN PARIS) son amigos desde hace mucho tiempo y han trabajado juntos en numerosas películas. «Trabajamos juntos al 100% y de forma fluida», afirma Bainée. «Al trabajar con Vittorio Storaro, nos centramos de forma específica en cómo los colores de Sonia funcionarían en los escenarios que yo había diseñado». Las secuencias en blanco y negro supusieron un desafío aún mayor. «Dado que una sección de la película se rodaría en blanco y negro y era importante que hubiera más color en las otras partes, todos teníamos claro que no solo había que diferenciar la realidad del sueño, sino que también había que darle un ritmo visual a toda la película», cuenta Grande. Bainée y Grande también intentaron recrear el Festival de Cine de San Sebastián con todo lujo de detalles, para que la cómica historia y los personajes de Allen tuvieran de fondo un escenario que fuera creíble. La película se rodó en localizaciones reales del festival, como el Auditorio Kursaal o el Teatro Victoria Eugenia, pero se modificaron los logos del festival y los carteles tuvieron que crearse desde cero. «Fue muy divertido intentar que todo fuera lo más realista posible a pesar de que todo era inventado», relata Bainée. Grande prestó especial atención a los detalles, como los vestidos de los extras. «Para mí, el aspecto final del entorno es fundamental, y siempre me obsesiono bastante con cuidar hasta el más mínimo detalle», afirma, «Todo juega un papel crucial para la credibilidad y la belleza de la película».
Como gran amante de las películas, Mort le debe su identidad y el sentido de aquello que es importante valorar en la vida a las películas que vio durante sus años de formación, especialmente a aquellas de los años 50 y 60 de Ingmar Bergman, Federico Fellini, Luis Buñuel, François Truffaut o Jean-Luc Godard, entre otros. «En los años 50 y 60, la gente se preocupaba mucho por aquello de "¿qué sentido tiene estar vivo?"», afirma Shawn. «Bergman estaba obsesionado con ese tipo de preguntas. LA DOLCE VITA de Fellini estaba repleta de ese tipo de cuestiones. Y creo que fue realmente al ver estas películas cuando Mort se dio cuenta de que estas son las preguntas que de verdad importan en la vida». Quizás motivado por su lucha constante con estas cuestiones, Mort siente una cierta atracción por las iglesias, a pesar de ser un hombre fundamentalmente agnóstico que creció siendo judío. «Algo le arrastra a ir allí. Quizás es porque las iglesias siempre han jugado un papel importante en estas películas, así que piensa que sacará algo si deambula por ellas», afirma Shawn.
Es más, Allen cree que a Mort incluso le gustaría ser creyente. «La religión, Dios, el significado de la vida o su falta de significado son cosas que Mort siempre ha tenido en mente», cuenta. «Por ello, cuando un cineasta como Philippe hace películas sobre algún tema político o sobre la guerra, aunque estos temas son importantes, para Mort no lo son tanto. Él siente, tal y como deja claro en la película, que aunque tengas una vida perfecta, siempre estarán esas otras preguntas inquietando y aterrando a la gente».
Mort también sacó sus ideas sobre el amor y el romance de películas francesas como JULES Y JIM de Truffaut o AL FINAL DE LA ESCAPADA de Godard. «Para Jules y Jim, el amor es el aspecto más importante en la vida de una persona», afirma Shawn. «Creo que Mort tiene también esta influencia de las películas francesas en cuanto a la seriedad con la que hablan de este tema, algo de lo que trata con mucho entusiasmo». Allen considera que las películas europeas de aquella época trataban el tema del amor de forma mucho más adulta que las de Hollywood. «Los europeos mostraban una mayor madurez sexual en pantalla», afirma. «Una pareja casada no tenía que dormir en camas separadas, algo de lo que se reían en Europa. Cuando por fin nos dejamos influir por los europeos, los directores estadounidenses hicieron películas en las que hombres y mujeres podían dormir juntos, y los finales de Hollywood ya no eran siempre felices».
Cuando Mort intenta gestionar todos los problemas a los que tiene que enfrentarse en su vida, como su deteriorado matrimonio o sus nuevos sentimientos por Jo, siempre lo hace a través del filtro del amor que siente por el cine clásico. «Mort es un personaje al que le gusta soñar despierto porque ver una película puede ser como soñar despierto», cuenta Anaya. «Creo que todos nos proyectamos en nuestros sueños, independientemente de lo que queramos conseguir, vivir o sentir. Y Mort hace esto mismo pero a través del cine y las películas». A menudo, estas reflexiones de Mort le alejan unos cuantos pasos de la realidad. «Hay situaciones llenas de fantasía», afirma Shawn. «Y, aun así, Mort siempre se comporta de forma muy creíble y natural, todo lo contrario a lo que haría la mayoría si este tipo de situaciones fantásticas sucedieran en la vida real. Pero Mort se comporta tal y como él es, no puede hacer otra cosa más que ser él mismo ya que nunca se ha preparado para otra cosa».
RIFKIN’S FESTIVAL empieza en la oficina de un psicólogo, y Mort es el encargado de narrar la historia mientras reflexiona sobre todo lo que ha vivido no solo durante su viaje a San Sebastián, sino durante toda su vida. Habla sobre sus padres, sus primeras relaciones con mujeres, su matrimonio y su lucha por encontrarles significado. En cierta forma, al público se le otorga el papel de psicólogo, para que le escuche e intente encajar todas las piezas de ese puzle que hace que él esté tan triste al principio de la película, por si hubiera alguna esperanza para él. «Cuando Mort conoce a Jo, es como si renaciera», afirma Shawn. «Se despierta y ha vuelto a nacer. Pensaba que nunca más volvería a emocionarse tanto por algo, pero se da cuenta de que estaba equivocado».
Rifkin's festivalDirigida por Woody Allen