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Adam cartel reducidoAdamDirigida por Maryam Touzani
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Notas de producción
Adam es la historia de dos almas solitarias que llegan a apreciarse, primero a través de los enfrentamientos y después a través de la comprensión y el apoyo. Dos mujeres atrapadas por su propio destino que buscan refugio en la huida y la negación.

Samia está atrapada por el hijo que lleva dentro, por esa vida que crece día tras día, materializándose muy a su pesar. Abla está atrapada por una muerte que ha congelado toda su existencia, un luto que evita y que la ha transformado en una persona incorpórea. Las dos mujeres se ven obligadas a enfrentarse a la vida a través de su más bella y su más cruel expresión. Y en el centro de todo ello está la maternidad, eso que nos desborda, nos supera y despierta nuestros instintos más primarios sin importar lo profundamente escondidos que estén. En Adam la vida impone todo esto, de la misma manera que lo hace la muerte, con toda su omnipotencia...

La película nació de un encuentro real, doloroso pero inspirador, que dejó una marca imborrable en mí. Conocí a una mujer que me inspiró para el personaje de Samia. Esta mujer llegó a Tanger huyendo de su familia tras quedarse embarazada del hombre que le había prometido matrimonio, pero la abandonó. Muerta de miedo y de vergüenza, no se lo había contado a ninguno de sus amigos ni parientes y había escondido su embarazo durante meses. Tenía la esperanza de poder dar a luz a su hijo en secreto lejos de casa y entregarlo antes de regresar. Mis padres la acogieron cuando apareció en la puerta de casa, aunque no la conocían de nada. Se suponía que iba a quedarse unos pocos días, pero fueron varias semanas, hasta que nació su bebé. La Samia que yo conocí era amable e introvertida. Amaba la vida. La vi sufrir, pero también la vi fuerte y alegre y sobre todo la vi destrozada por ese bebé que pensaba que no tenía otra alternativa que abandonar para continuar con su vida. Fui testigo de su rechazo inicial al bebé al que no miraba, ni tocaba ni aceptaba. Vi como el bebé gradualmente se iba imponiendo y su instinto maternal se iba despertando lentamente a pesar de sus esfuerzos por lo contrario. La vi amar a ese bebé en contra de su voluntad, con un inquebrantable amor de madre, sabiendo que su tiempo con él se iba agotando. El día que se marchó para entregarlo, ella quería mostrarse fuerte y digna. Entendí que su gesto y su pensamiento era terriblemente valiente ya que podía sentir el sufrimiento que este abandono implicaba. Muy en el fondo, yo tenía la esperanza de que se quedaría con él, que plantaría cara a la sociedad, a sus padres y a su familia. Es cierto que yo era un poco ingenua y probablemente aún lo soy. No tenía ni idea entonces de la cantidad de años que llevaría a esta mujer y su historia conmigo.

Tuve la urgencia de escribir y contar todo esto al convertirme yo misma en madre. Su historia venía acompañada de mis propias heridas, de mi experiencia con la pérdida, la angustia que se puede sentir, la negación, el duelo pendiente de resolver. También estaba toda mi alegría por ser madre. Así fue como Adam empezó a coger forma.


Entrevista con la directora

P: Conociste a la mujer que te inspiró para el personaje de Samia ¿Cómo fue ese encuentro?

R: Fue hace 17 años, en Tánger, en mi familia. Mi padre y mi madre habían acogido en casa a una joven embarazada de ocho meses que huía de su pueblo porque no estaba casada, lo que desgraciadamente en ese momento e incluso todavía hoy, es un crimen a los ojos de la ley marroquí. Ya éramos una familia de cinco hijos, todos criados en el respeto a los demás. Mis padres dieron la bienvenida a esta joven y le proporcionaron un techo, sin hacer preguntas y sobre todo sin abrumarla a pesar de lo que su estado representaba a los ojos de la sociedad. Para el parto fue un poco más difícil. Mi padre, que era abogado, se las arregló para que todo saliera bien, tanto en el hospital como en el futuro. Mis padres intentaron ayudarla a encontrar diferentes opciones para que pudiera cuidar a su hijo. Incluso a través de las monjas de Tánger que conocíamos muy bien porque mi abuela era católica. Pero ella quería entregar a su hijo para volver a casa de sus padres y pasar página. Nosotros teníamos que respetar su elección y procurar que todo saliera bien. Mis padres fueron bastante valientes y, al mismo tiempo, muy humanos. Por eso y por muchas otras cosas, los admiro. Pero lo que me impresionó de por vida fue la desesperación y la dignidad de esta joven madre.


P: ¿Tu marido Nabil Ayouch te ha ayudado?

R: Más que eso. Nabil, que es productor de la película, me animó desde el principio. El paso del cortometraje al largometraje es un momento bastante especial y no sabía si estaba preparada. Pero Nabil estaba ahí para animarme, para hacerme creer en mí misma. Me sentí apoyada y comprendida todo el tiempo y esa es una muy buena sensación. Nabil es un hombre que me inspira. Admiro su sensibilidad, inteligencia y búsqueda de la verdad. Tuve la suerte de tener su mirada y su benevolencia. Sin embargo, una de las cosas más admirables de Nabil es haber permanecido en su lugar de productor, sin intentar nunca influir o actuar sobre mi manera de hacer la película. Aunque siempre estaba ahí, la clave fue darle los medios que como productor necesitaba, para yo poder hacer la película que quería hacer. He aprendido mucho sobre el rodaje en las últimas películas que hicimos juntos. Viniendo del periodismo, para mí, los años pasados en el plató con él representaron una auténtica escuela de cine. Verdaderamente Nabil ha sido mucho más que un productor. Y además compartimos una pasión común: la pasión por el ser humano.


P: El paso a la ficción requiere ciertas adaptaciones, opciones y elipsis...

R: Sí, opciones, parcialidades, abstracciones que nunca deben perder de vista lo real... Adam es una historia que se inspira en lo real, que se inscribe en lo real, pero cuya narración y los personajes están liberados de esa realidad ya que la película no sucede en una familia como la mía sino en otro status social. Tampoco sucede en Tánger como la historia original, sino en Casablanca, una ciudad con el encanto de sus contradicciones (modernidad y tradición, suciedad y belleza) pero sobre todo extremadamente inspiradora.


P: Concretamente la acción se sitúa en la Medina de Casablanca ¿por qué?

R: Porque es un barrio que me gusta mucho. Amo a sus habitantes, sus callejuelas laberínticas que me conozco de memoria pero que no dejan de sorprenderme. Me encanta perderme en ella, en sus olores, sus rostros, su ambiente. Esta Medina destila una forma de verdad humana muy lejana a las postales. Es una especie de ciudad dentro de la ciudad, casi un pueblo, aislado de ruidos ensordecedores de la ciudad nueva, aunque sus callejones rebosan vida. Yo quería en esta película alejarme de ese mundo exterior, aunque manteniéndome anclada a esa sociedad que condiciona el destino de mis personajes. También quería contar la historia de las mujeres que, a su manera, intentan separarse del mundo sin poder escapar de sus reglas. Para mí, la historia de estas dos mujeres, de este encuentro, de lo que son y en lo que se convierten, está en el centro de lo que he querido contar. De ahí el deseo de hacerlas evolucionar en un entorno casi privado, como en un escenario de teatro, con una ventana al mundo.


P: ¿Cómo fue el trabajo de los decorados, los encuadres y la luz?

R: La casa, para mí, constituye un verdadero personaje en la película asi que, en realidad, buscaba algo más que un decorado. Buscaba un espacio donde los personajes pudieran evolucionar también en paralelo. Realmente, buscaba una casa con alma. Y esta antigua casa la tenía. Trabajé mucho con Pilar Peredo, la decoradora jefa, para preservar esta alma. Cada detalle tenía una importancia vital. El trabajo sobre la elección del mobiliario, las paredes, los materiales o la composición de los colores lo hicimos junto a Virginia Surdej, la Directora de Fotografía. Siempre me ha fascinado el trabajo de Caravaggio, Vermeer o De La Tour, y esta inspiración encontró una forma de expresión en la dirección de fotografía de Virginia. Para contar este Adam, queríamos dar a ciertas escenas un aspecto muy pictórico, casi bíblico en sus tonos y en sus colores. En cuanto a los cuadros, hemos ido a buscar encuadres sencillos y formales que, ante todo, cuenten la profundidad de la relación entre Abla y Samia, que den tiempo al tiempo, que permitan a los personajes dictar su propio ritmo cuando sea necesario. He querido que mi cámara esté al servicio de lo que expresan, pero también que las observe a veces, que se "desprenda" de ellas, que se alimente de sus vidas y de sus momentos de interioridad. Quería que penetraran en sus almas, a través de los gestos más pequeños, más insignificantes, ir a buscar debajo de la piel de estas dos mujeres, cavar para hacer brotar su verdad a la imagen, dejar hablar a sus silencios. En el patio, en las habitaciones, la luz se vuelve más clara, más penetrante, a medida que los lazos se tejen y los humores se desatan.


P: Incluyes la receta de la rziza en la película...

R: Crecí comiendo rziza, una antigua repostería tradicional hecha a mano de una manera muy laboriosa. Hoy en día apenas se encuentran excepto durante el ramadán y fabricada de manera industrial Para mí, traer la rziza a esta película es una forma de rendirle homenaje, y de rendir homenaje a todas esas cosas que constituyen nuestra identidad y que estamos poco a poco perdiendo. La rziza es también para mí una manera de detenerme en cosas que considero importantes, de no tener miedo de tomarme el tiempo necesario. Adam es una película de ambientes, de sensaciones, donde se entra por la imagen y el sonido en el cuerpo de estas dos mujeres, de la misma manera que sus manos se mezclan amasando. El trabajo de amasar la pasta es algo que he elegido para filmar de una manera orgánica, sensual, casi carnal, porque para mí es parte integrante de los personajes. La alimentación y su preparación son un elemento clave del encuentro entre estas tres generaciones de mujeres.


P: En una de las calles de la Medina filmas a tres adolescentes, dos de ellas con velo y la tercera con el cabello al viento...

R: La realidad de las jóvenes marroquíes hoy en día es la convivencia, a veces explosiva, del pañuelo y el no pañuelo. Pero ello no impide que estas tres chicas sean jóvenes, hermosas y les guste reir. Suelo estar muy atenta a este tipo de detalles que me conmueven y creo que son muy reveladores. En la película, a veces, podemos encontrarlos en las relaciones hombre/mujer. Por ejemplo, a través del personaje secundario pero primordial de Slimani, el repartidor de harina, interpretado por Aziz Hattab. Es un buen hombre, que seduce amablemente a Abla, la dueña de la tienda, pero sin pesadez ni ambigüedad malsana. Más allá de todo, la ama y la respeta en un país como Marruecos, donde una viuda tiene a veces mucho que luchar para sobrevivir a los ojos de la sociedad, con mujeres que ven en ella una rival, y hombres que a menudo ven en ella una mujer fácil y accesible.


P: En la escena en que Abla recuerda la muerte de su marido, hay una frase muy dura: "la muerte no pertenece a las mujeres..."

R: Sí, por aquí la presión social impide que las mujeres vivan el luto que ellas quisieran. Por ejemplo, una mujer no tiene derecho a ir al cementerio el día del funeral, sólo tres días después. No importa si es el funeral de un hijo, una madre o un padre. Es la sociedad la que elige, y las mujeres se doblegan a ello en el dolor y el silencio. Es simplemente repugnante.


P: ¿Por qué nunca se habla del hombre que dejó embarazada a Samia?

R: Porque a mí no me importa. Lo que quiero contar es la relación de Samia con este niño que ella "sufre" durante su embarazo y durante su llegada al mundo. Me interesa mostrar cómo termina por imponerse a ella porque su instinto maternal se despierta muy a su pesar. No quería que la juzgáramos, ni para bien ni para mal. Ella es víctima de un hombre que le prometió matrimonio o que concibió a este niño en una aventura de una noche, no importa. Lo que a mí me importa es el presente, lo que siente, su verdad, el vínculo con este niño y el futuro que les espera.


P: ¿Cómo elegiste a tus tres actrices principales?

R: Cuando amas a tus personajes como yo amé a los míos, a veces es difícil imaginar quién los interpretará. Me preocupaba el momento del casting porque sabía lo complicado que iba a ser para mí. Al principio, para el papel de Samia, comencé a buscar entre madres solteras, sobre todo a través de asociaciones, porque pensé que habría una parte de verdad que se derivaría de su experiencia. Pero pronto me di cuenta de que esto podría ser demasiado pesado, demasiado difícil de llevar para ellas así que me puse en contacto con actrices profesionales. Cuando conocí a Nisrin Erradi, fue obvio. Era cruda en sintonía con sus emociones. Había algo poderoso y extremadamente sensible que salía de ella. A Lubna Azabal la admiraba desde hacía tiempo sobre todo por su papel en Incendies. Fue ella la que llamó pidiendo leer el guión. Yo estaba buscando una actriz en Marruecos y no había pensado en ella. Luego nos vimos, y hablamos del personaje, de su fragilidad, sus fisuras, sus resistencias. Hicimos improvisaciones, le di la réplica, y me di cuenta de que llevaba consigo la verdad que buscaba para interpretar a Abla. Las dos actrices desarrollaron una especie de creencia brutal y completa en sus personajes. Pasaron tiempo en la Medina, aprendiendo sobre la realidad de estas mujeres, impregnándose de ella. Nisrin pasó mucho tiempo con madres solteras también, escuchándolas y observándolas. Y luego aprendieron a trabajar la masa y a hacer pasteles tradicionales. Pasaban entre dos y tres horas al día aprendiendo repostería. Para mí, era esencial. Quería que este contacto con la materia, con la masa y con los personajes fuera auténtico. Para el papel de Warda, la niña, me presentaron a muchos niños, pero ninguno me enamoró. Estábamos a un par de semanas del rodaje, y estaba empezando a preocuparme. Y entonces un día, mientras hacía una búsqueda en la Medina, me encontré con tres niñas que corrían por el callejón donde estábamos. Una de ellas era Douae Belkhaouda. Cuando se volvió hacia mí, algo pasó. Traté de verla de nuevo.
Al principio era muy tímida, y todo el mundo me decía que estaba loca, que nunca podría soportar el rodaje de un largometraje. Pero resultó ser de una madurez y una sensibilidad asombrosas. Al final del rodaje, me dijo que siempre había soñado con ser actriz, pero que sus padres le decían que dejara de soñar.


P: Warda es también el nombre de una de las divas más famosas de la canción árabe...

R: Sí, Warda es una leyenda en el mundo árabe. Aunque parezca raro descubrí realmente a Warda durante la escritura. No sé cómo, ni por qué, pero la canción de la película, "Batawaniss Bik", que conocía remotamente, vino a mí. La escuchaba una y otra vez. La encontraba tan poderosa y tan bella y dura al mismo tiempo. La letra dice "Querer la presencia en la ausencia" y se me venía a la cabeza la vida de Abla, su huida, su negativa a aceptar la terrible ausencia del ser amado, como si hubiera sido escrita por ella o para ella. No puedo escucharla sin llorar. Pero a la vez es un canto de esperanza. Preguntarse qué se puede hacer con la terrible ausencia de los demás y cómo reconstruir sobre la base de esta ausencia. Es a través de esta canción que Abla se enfrentará a la vida de nuevo.


P: ¿Cómo cree que recibirán la película cuando se entrene en Marruecos?

R: Espero que su proyección dé lugar a discusiones y aporte su granito de arena a los debates sobre las libertades individuales, sobre los derechos de la mujer y su lugar en la sociedad. Que ayude a desatar las lenguas y a acompañar este trabajo admirable que Asociaciones feministas han liderado durante décadas. Creo que, para cambiar las leyes, primero hay que cambiar las mentalidades y la mirada de una sociedad y, francamente, siento que estamos en un momento de nuestra historia contemporánea que llama a este cambio, sin rodeos, y que la sociedad no sólo está preparada, sino que lo reclama. El caso de esta periodista, Hajar Raissouni, acusada y condenada a una pena de prisión por haber tenido relaciones sexuales fuera del matrimonio y haber abortado, y luego todo el movimiento de apoyo que siguió para lograr su liberación, están aquí para atestiguarlo. Sitios, peticiones, debates, manifestaciones... Las mujeres marroquíes ya no están dispuestas a ceder. Reclaman el derecho a la igualdad, el derecho a disponer de su cuerpo. Las generaciones jóvenes se mezclan y se unen a las antiguas. Es algo nunca visto y es realmente muy conmovedor. Espero también, de todo corazón, que la joven que inspiró a Adam vea la película y que esto le dé consuelo, que sepa que nunca la he olvidado, que esta película le dará quizás esperanza y valor. A pesar de estas luchas, ser madre soltera es todavía una de las peores cosas que puede suceder a una mujer en la actualidad en Marruecos, incluso en las clases sociales educadas o llamadas modernas. El número de niños abandonados por madres solteras es aterrador. Una madre soltera que da a luz en un hospital puede ser condenada a prisión. Su destino está en manos de un juez, generalmente un hombre, que decidirá. En los tribunales, son siempre las mujeres las que a priori deben justificar sus agravios. La responsabilidad de los hombres nunca se cuestiona. Pero Marruecos es un país joven y me atrevo a esperar que esta película pueda contribuir a hacer que las cosas cambien.


P: Por qué escogió el nombre del bebé como título de la película.

R: En árabe moderno, para decir "ser humano" se dice "Beni Adam", es decir "hijo de Adán". El niño que viene al mundo en la película es ante todo un ser humano, es la génesis, el origen. Creo que, si volviéramos al inicio, si fuéramos conscientes, pero realmente conscientes, de que cada hombre ha sido parido por una mujer, eso arreglaría muchas cosas. Es nuestra parte de humanidad y el derecho a la dignidad lo que quiero cuestionarme.


Biografía de la directora
Directora, guionista y actriz, Maryam Touzani pasó la infancia en su Tánger natal antes de mudarse a Londres para cursar sus estudios de Periodismo. Amante de la escritura, regresó a Marruecos después de graduarse para trabajar como periodista cultural, especializándose en cine del Magreb. Pronto tuvo la necesidad de expresarse a través de sus propias películas y en el año 2008 escribió y dirigió su primer documental para la Jornada Nacional de la Mujer en Marruecos.

Le siguieron otros documentales como When they slept, su primer corto rodado en el año 2012 que fue seleccionado por numerosos festivales internacionales de prestigio y recibió un total de 17 premios. En 2015, su segundo trabajo Aya Goes to the Beach, siguió el mismo camino, siendo reconocido con importantes galardones como el Premio del Público al Mejor Documental en el Festival de cine de El Cairo.

Junto a su marido, el director Nabil Ayouch, Touzani trabajó en el guion de la película Much Loved, seleccionada para la Quincena de los Realizadores del Festival de Cannes en 2016. También coescribió e interpretó uno de los papeles protagonistas de Razzia, la última película dirigida por Ayouch en 2017. Razzia se presentó en competición en el Festival Internacional de cine de Toronto y fue elegida como representante de Marruecos para los Oscar. Maryam Touzani se pone por primera vez delante de la cámara con esta película.

Adam, elegida como candidata a los Oscar para representar a Marruecos, es su ópera prima como directora.


Ficha artística
LUBNA AZABAL - Abla
NISRIN ERRADI - Samia
DOUAE BELKHAOUDA - Warda
AZIZ HATTAB - Slimani
HASNAA TAMTAOUI - Rkia