Comedia de Michaël Youn (Vive la France, Fatal, El chef), ganara del Gran Premio y el Premio de la Prensa en el Festival de l'Alpe d'Huez 2020.
Con Arnaud Ducret (Historias de una indecisa, Familia a la fuerza), François-Xavier Demaison (Normandia al desnudo, El papel de sus vidas) y Audrey Fleurot (Las gacelas, Intocable).
Nos cuenta las aventuras de Ben y Patrick, dos hombres divorciados que se enfrentan a las penas y las alegrías que una separación conlleva. ¿Podrán con ello? ¿Cuál será el resultado de esta mezcla explosiva? ¿Un club de divorciados, quizás?.
Entrevista con Michaël Youn
P: El club de los divorciados, su tercera película como director en solitario, llega a la gran pantalla siete años después de Vive la France: ¿por qué ha tardado tanto tiempo en volver a ponerse detrás de las cámaras?.
R: No es que yo haya querido esperar tanto tiempo. Ha sido por mi faceta de actor, afortunadamente, me han surgido muchas propuestas interesantes relacionadas con el mundo de la comedia durante estos años y he apostado más por esa dirección.
Pero para ser completamente sincero, me quedé decepcionado con el resultado final de Vive la France, aunque es cierto que superó el millón de espectadores, pero que no cumplió con mis expectativas. Desde entonces, he intentado encontrarme a mí mismo artísticamente como autor y como director, y cuando uno se busca a sí mismo, vive más despacio. Eso es lo que me ha pasado a mí.
Y, ya sabe, hacer una película cuesta muchísimo trabajo: hay que encontrar una idea que le guste a todo el mundo, pelear para conseguir la financiación, encontrar una buena localización, fabricar la película y luego dirigir la posproducción, encargarse de la promoción... Al juntarse todo, los proyectos se alargan de dos a tres años. Así que, antes de lanzarse de cabeza, uno debe asegurarse de que tiene las ganas suficientes de llevar a cabo un proyecto que merezca la pena. Todo este proceso me ha llevado años y, por supuesto, ¡yo no pensaba que fuese a tardar tanto!.
P: Esta gran idea que le ha devuelto las ganas de dirigir una nueva película, ¿de dónde sale?
R: La verdad es que ha sido un cúmulo de circunstancias. Por un lado, las ganas de la distribuidora SND y las del productor Clément Miserez de proponerme una película sobre un divorcio y sobre dejarse llevar, y, al mismo tiempo, por otro lado, el haber pasado por una separación en mi vida personal que me ha dado algo de experiencia en el tema. Pensé que no me podía haber caído el proyecto en mejor momento. Me puse en contacto con mi guionista de confianza, Matt Alexander, y escribimos el guion del tirón.
En el fondo, creo que tenía ganas de dejar atrás mi patética vida sentimental entre risas. Ha sido a través del humor como he intentado cerrar este capítulo de mi vida.
P: ¿Soñaba entonces con un lugar que, como en la película, pudiera acoger a personas con mal de amores?
R: Cuando uno se separa, se apoya en un buen amigo o una buena amiga que le entretenga hasta altas horas de la noche mientras te anima: «No te preocupes, ya verás como el divorcio es lo mejor que podía pasarte».
Todos pasamos por eso. Por desgracia, yo no he tenido la suerte de caer en un grupo tan guay como El club de los divorciados, donde los hombres y las mujeres, que especifico que es mixto, pueden consolarse unos a otros mientras lloran como adolescentes, pero con los medios de los adultos.
En cambio, al haber compartido piso durante casi quince años con amigos hasta que nació mi hija hace nueve años (es decir, ¡hasta los 38 años!), creo que tengo la suficiente experiencia como para hablar del tema. Hoy en día, no sería capaz de vivir en semejante caos, pero, sinceramente, mientras no tengas hijos, es una experiencia increíble. O si, como yo en aquella época, quieres huir de la soledad.
P: Eso es lo que consigue con la película gracias a las bromas y el humor, hablar de temas más profundos como el paso del tiempo, el concepto de perdón o de amistad...
R: La idea era crear, de una manera más tradicional, una historia de amor al estilo de Marivaux para hacerla explotar después en todos los sentidos para que la comedia lo invada todo. No obstante, los temas que se tratan, como la soledad, el matrimonio o la amistad, van dirigidos a todo el mundo: «Ahora estás soltero, por lo que no hay nadie que te vaya a echar la bronca cuando te lo estés pasando bien». Eso no va dirigido únicamente a los solteros, ¡todo lo contrario! Como bien dice el personaje de François-Xavier Demaison en la película: «La principal causa de divorcio es el matrimonio».
Pero, en realidad, tenía sobre todo ganas de hacer una comedia graciosa, y no, no es un pleonasmo. Hay una infinidad de comedias que no son graciosas. Ya sabe, es muy difícil conseguir que la película sea graciosa de principio a fin, sobre todo al final, donde, en general, se deja de lado la comedia para dar lugar a la resolución de la historia. Y, con toda la humildad del mundo, creo que esta vez somos lo hemos conseguido. Lo he comprobado en las proyecciones de los preestrenos y en el Festival Internacional de Cine de Comedia de Alpe d'Huez, donde ha tenido una acogida increíble. Hacer reír al público es muy complicado y arriesgado a la vez. ¿Cuántas películas francesas lo consiguen de verdad al año? Como mucho cinco o seis. Hacer reír con un humor que no sea ni muy anticuado ni muy burdo, sin caer en la maldad o la mezquindad, y aportando frescura y modernidad, y además mantenerse fiel a uno mismo y no traicionarse, es un gran número de equilibrismo. ¡Buena suerte!.
P: ¿Quiere decir eso que nunca se autocensura cuando escribe un guion?
R: No, nunca. Lo cual no ha ayudado a evitar discusiones acaloradas con la distribuidora. Pero eso también forma parte del proceso creativo. Estoy convencido de que se pueden rozar los límites siempre y cuando seamos benevolentes.
P: ¿Cómo ha abordado el aspecto visual de la película? El club de los divorciados es una comedia elegante.
R: Dirigir es un trabajo extraordinario. En cada rodaje continúas aprendiendo, y lo verdaderamente increíble es que nunca dejas de aprender de lo que te aportan los talentos que componen el equipo o, simplemente, de los riesgos que decides correr.
En el total de mis tres películas, he debido de pasar alrededor de treinta semanas detrás de una cámara, eso no es mucho comparado con la formación de un pastelero, por ejemplo. Entonces, cada vez, intento superarme, dar un paso más, ser más ambicioso. Me chifla la idea de que los espectadores salgan del cine con la impresión de que la película vale lo que les ha costado la entrada, que no es solo una película graciosa, sino que les ha dejado con ganas de más.
Un productor nos hizo un gran cumplido al decirnos: «Vaya, ¡habrá costado una fortuna!». Debió de pensar que nos había costado hacer la película unos doce millones de euros, cuando, en realidad, la habíamos hecho con la mitad de ese dinero. Le aseguro que he exprimido a todo mi equipo y cada euro del que disponíamos al máximo.
P: No me cabe duda después de ver la increíble mansión del famoso club. ¿Existe de verdad ese lugar?
R: Sí, es una propiedad que está en Le Pradet, cerca de Tolón. Se trata de una casa de la belle époque que además se acaba de vender por diecinueve millones de euros. Y, bueno, convencimos al propietario para que nos la dejara dos meses para rodar a precio de un AirBnB en Vesoul.
La casa es uno de los personajes de la historia: tan grandiosa como rococó, con rincones asombrosos, como una playita privada o unos jardines colgantes. Rodar allí nos ha aportado un valor de producción que no podríamos haber conseguido de otro modo.
Además, en general, no me gusta grabar en París, me siento menos creativo y no se me da bien encontrar lugares en los que rodar. Soy demasiado parisino, la verdad, por eso no puedo ver mi ciudad como un decorado de cine. No tengo ese talento. Estoy demasiado influido por cuarenta años de ir en moto, de atascos, de semáforos rojos y de vecinos insoportables como para rodar en París. Además, lo cierto es que no hay nada mejor que el sol y un horizonte sin fin para hacer soñar a los espectadores con una historia bonita.
P: Hablemos del reparto, empezando por el dúo de la película: Arnaud Ducret (Ben) y François-Xavier Demaison (Patrick)...
R: En un principio, contacté con Arnaud para que interpretara el papel de Patrick porque tiene, sin duda alguna, la energía de ese personaje y para nada la del de Ben. Ya lo había fichado en la época en la que actuaba en Spamalot en el teatro y enseguida me fijé en esa capacidad suya para saber hacerlo todo. Me encantan los actores que saben utilizar su cuerpo y su voz, imitar, cantar, emocionar, caerse y, por supuesto, hacer reír.
Arnaud es un actor completo. Sabe hacer de todo, y todo lo hace bien. Cuando volvimos a vernos para hablar de El club de los divorciados, me di cuenta de que tenía la profundidad para interpretar a Ben, pero le impuse la condición de que no se desmelenase desde el principio y esperase pacientemente el momento en el que la película gira hacia la exageración. Tuvo que aceptar estar fastidiado durante una parte de la película para que su actuación fuese lo más realista posible.
François-Xavier y yo somos amigos desde hace mucho tiempo y habíamos prometido que haríamos una película juntos en la que él hiciese de millonario excéntrico y Arnaud Ducret, de víctima desconsolada. François-Xavier también tuvo que estar contenido para destapar más adelante otra faceta, más oscura y profunda, inesperada, y en la que puede lucirse con esa intensidad suya que todos conocemos.
He tenido la oportunidad de grabar a dos actores que se han dejado la piel en interpretar a dos hombres completamente diferentes a cómo son ellos en la vida real. En un principio, muchos veían a François-Xavier en el papel de tío destrozado y a Arnaud en el de colega vividor. Me pareció más divertido eso de invertir los roles. Nos la jugamos por completo, pero tengo la sensación de que ha valido la pena.
P: Son dos actores con vis cómica: ¿les ha dejado desmelenarse, como decía antes, también a la hora de improvisar, por ejemplo?
R: Yo prefiero ceñirme al texto y a su musicalidad cuando estoy dirigiendo, pero me encanta que me sorprendan o me propongan algo que funcione mejor que mi idea original. No tengo un gran ego en ese aspecto porque, al final, de todas formas, soy yo quien firma la película, así que toda mejora es bienvenida.
Trabajamos mucho en los personajes y en los textos para poder estar tranquilos durante el rodaje. Una vez en plató, me gusta ir deprisa. Necesito a actores y actrices que lo hagan a la primera, porque creo que la inmediatez al actuar saca la mejor comedia. Soy un director que funciona básicamente con el entusiasmo y la energía comunicativa, y también es aplicable a mis técnicos: necesito un equipo que esté siempre alerta. Por supuesto, siempre preparo la segmentación de escenas con mi director de fotografía (Stéphane Le Parc), pero nunca me cierro a la posibilidad de modificar la escena durante el rodaje según se den los acontecimientos, o según estén el decorado o los actores. Hay que ser flexible ante los imprevistos.
Claude Lelouch dice: «Sigo el guion cuando no tengo un buen día». Bueno, yo no tengo esa audacia, pero siempre dejo espacio para hacer las cosas de otra manera.
Y, como no tengo papel protagonista en esta película, he podido dedicarle todavía más tiempo a la cámara y a los actores, y a dejarles improvisar y explorar. Arnaud y François-Xavier me han propuesto un montón de cosas en las que yo no había pensado y me ha tocado añadir un buen cuarto de hora al final. ¡Eso es mucho para una peli de hora y cuarenta y ocho minutos!
P: Usted interpreta a Thierry, apodado Titi, un personaje que ha cuidado en particular.
R: No quería frustrarme en exceso y que mis compañeros se divirtiesen demasiado tiempo sin mí, así que he interpretado a Titi. Titi «se deja llevar». Este personaje está muy alejado de mí, física y mentalmente, pero qué gusto da encarnar a cretinos, blandengues y mentirosos.
Por desgracia, he sido muy duro con él en el montaje. Lo he cortado de muchas escenas. Aunque sí era gracioso, no era fundamental en el desarrollo de la historia, y cuando uno hace una película de una hora y cuarenta y ocho minutos, no se puede permitir el lujo de irse por las ramas.
Pero a este personaje todavía le quedan cosas por decir: si El club de los divorciados tiene éxito, todos estamos de acuerdo en hacer la continuación, ¡El club de los divorcia2! Puede estar tranquilo, ese no será el título de la continuación. Pero ya tenemos todos ganas de volver a ponernos en la piel de los personajes para la despedida de soltero de Ben en la maravillosa villa de Patrick en el Palmeral de Marrakech. Ahora mismo todo está en manos de los espectadores...
P: También hay personajes femeninos en la película: Albane, interpretada por Audrey Fleurot; Marion, interpretada por Caroline Anglade; o Charlotte Gabris, que interpreta el papel de Gisèle.
R: Nuestra idea inicial era hacer una comedia sobre una ruptura y mostrar la vida de cuarentones como si fuesen adolescentes que comparten piso. Es un punto de partida que puede convertirse rápidamente en misógino o excluyente para las mujeres, así que, de entrada, decidimos que El club de los divorciados sería mixto y que tendría un personaje central femenino que vive su sexualidad tan libremente como un hombre. Una mujer moderna, en definitiva. Ese es el personaje de Albane, interpretado por Audrey Fleurot. Tengo la impresión de haber mejorado la forma en la que escribo comedia para mujeres. Ahora no solo las hago amables, sino también graciosas. En El club de los divorciados, la comedia está muy ligada las mujeres, lo cual supone un gran progreso en mi trabajo. Estoy especialmente orgulloso y es gracias a Audrey, pero también a Charlotte Gabris y, por supuesto, a Caroline Anglade. No nos reímos de ellas, sino con ellas y con lo graciosos que son sus personajes. Tener en cuenta lo que está pasando en nuestra época, pensar en mujeres modernas, ingeniosas, positivas, valientes, dueñas de su destino, de su sexualidad... me hizo hacer esta película de otra forma. Me fue bien plantearme estas cuestiones.
P: Ha mencionado el Festival de l’Alpe d’Huez en el que le otorgaron el Gran Premio del Jurado y el de la Prensa, pero en el que, además, tuvo una acogida excepcional por parte del público... No le había pasado a menudo esto de recibir tres reconocimientos a la vez.
R: Mejor dicho: ¡no me había pasado nunca! Significó mucho para mí. De pronto, tenemos la sensación de haberlo conseguido, de haber hecho un buen trabajo. De nuevo, El club de los divorciados no es una película social, asumo completamente su naturaleza de pura comedia para pasar el rato y que la gente se sienta bien al verla, , y conseguir una recompensa así no es fácil de con este tipo de proyectos.
Entonces, ese reconocimiento de las tres partes de las que habla (público, jurado y prensa) es maravilloso, pero, sinceramente, no me basta con eso: ahora hay que vender entradas, sobre todo en estos tiempos tan complicados. Los premios quedan bonitos sobre la chimenea, pero solo tienen sentido si los espectadores los validan. Así que les esperamos este verano en los cines a partir del 14 de julio.
Ya sabe, El club de los divorciados es una película algo excéntrica, algo difícil de publicitar, de anunciar y de vender. Creo que ese es un bonito defecto porque nosotros no queríamos contarlo y mostrarlo todo antes de estrenarla. Hay tantas películas que uno tiene la impresión de haber visto antes de entrar al cine... ¡Solo les hemos enseñado la punta del iceberg! La película es un milhojas que el público se morirá de ganas por devorar, o, al menos, eso esperamos.
Entrevista con Arnaud Ducret
P: ¿Cuándo conoció a Michaël Youn, director de la película y también compañero?
R: Creo que nos conocimos en el rodaje del programa de Arthur, Vendredi tout est permis... Hicimos un pequeño sketch de rap juntos y la conexión fue instantánea. Michaël me dijo que le gustaba lo que hacía sobre el escenario y en la televisión, y eso nos unió.
P: ¿Qué es lo que le ha gustado inconscientemente del personaje de Ben?
Me encanta la evolución de este personaje que empieza humillado por su mujer, que le pone los cuernos, mientras él es lo más amable del mundo y está completamente enamorado. Él lleva lo sucedido como un auténtico fracasado antes de rebelarse al final de la historia mostrando su simpatía. Ben es un tío que cae bien, un alma desamparada a la que te entran ganas de dar un abrazo.
Asociar esa ternura y la energía del personaje a salir de apuros debe de ser muy satisfactorio para un actor a la hora de actuar.
¡Desde luego, es genial! Pero ya me he encargado yo de acabar exhausto de la película... No me quedo a medias tintas cuando actúo, hago las cosas a conciencia. Incluso pedí hacer yo mismo las escenas más locas de la película como las del coche, ¡me encanta! Pero muchas escenas se ruedan de noche y el ritmo es agotador, sobre todo cuando das el 200 %. Para mí, esa es la clave de que una escena salga bien o de que Ben no deje de cambiar de ánimo: lesionado, borracho, triste, eufórico... Hay tantas posibilidades al actuar en esta película, que hasta mi agente dice que El club de los divorciados debería ser mi carta de presentación.
P: Este lugar en el que se reúnen solteros por obligación o por elección para compartir piso, ¿le ha traído recuerdos?
R: Conozco bien lo de compartir piso porque cuando estás empezando a actuar, recién llegado a París, te ves obligado a alquilar algo entre quince para poder permitirte pagar el alquiler de tus quince metros cuadrados. Así que sí, me trajo recuerdos de mis colegas: antes no teníamos tanto dinero, pero nos casábamos igualmente. En cambio, un club de solteros como en la película es algo novedoso y me parece una idea excelente. Michael y los guionistas se han lucido con los chistes y la impertinencia. Me encanta cómo empujan los límites sin dejar de ser una comedia para todos los públicos.
P: Es una película que se basa en el éxito del dúo que forma con François-Xavier Demaison...
R: Necesitaba un compañero generoso que interpretase la situación sin querer acaparar. François Xavier es así y en la última parte de la película aporta, además, una gran profundidad a su personaje. Su actuación es tan buena que consigue mejorar la mía. Es un actor con el que me identifico mucho, sobre todo con los personajes que hemos podido interpretar sobre el escenario en monólogos. Ha sido mi compañero de interpretación ideal.
P: También está muy bien acompañado por sus compañeras, Audrey Fleurot, Charlotte Gabris o Carolina Anglade...
R: Sí, son estupendas. Caroline, por ejemplo, es una actriz que no se piensa las cosas, ella se lanza, simplemente actúa y le funciona. Lo mismo con Audrey, es una gran actriz que se entrega por completo. También influye el talento que tiene Michaël como director, que ha sabido crear un espíritu de grupo y de equipo. Puedo decirle que todas las escenas de fiesta se han pensado y trabajado a fondo. Guardo un recuerdo increíble de ese rodaje y creo que el resultado final es totalmente fiel a todo lo que cada uno de nosotros ha puesto sobre la mesa.
P: ¿Cómo es Michaël Youn como director?
R: ¡No se deja llevar en absoluto! Yo sé que el rodaje ha sido muy agotador para él también, ha invertido mucha energía. En plató es alguien extremadamente profesional que no duda jamás en hacer y deshacer hasta conseguir el resultado que busca. Es igual en el proceso de montaje: ¡le ha llevado casi un año! Una vez me propuso ir a ver una carrera de coches y yo le dije: «¿Y me dejarás ver ya la película?». Estaba impaciente por verla, pero yo sé que ha esperado porque se ha preocupado por dejarla perfecta, y ha hecho bien. Michaël es la combinación perfecta entre un buen profesional y un amigo. Yo sabía que no podía ser de otra manera porque para conseguir todo lo que él ha hecho en la televisión o en el cine hay que ser un currante y, en calidad humana, ha sido muy generoso conmigo y lo sigue siendo al decir tantas cosas buenas sobre mí. Eso me emociona mucho porque este trabajo no es nada fácil y es necesario disfrutar de momentos así.
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