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Gagarine cartel reducidoGagarineDirigida por Fanny Liatard, Jérémy Trouilh
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Tras su estreno en el Festival de Cannes, la ópera prima de Fanny Liatard y Jérémy Trouilh participa en la Sección Oficial del SEFF.

"Una refrescante mezcla de géneros que abre horizontes espacio-temporales totalmente inesperados (...) respira cine en términos de puesta en escena, ingenio y astucia visual y sonora y sitúa a Fanny Liatard y Jérémy Trouilh entre los jóvenes talentos a seguir" - Cineuropa.

"Una historia dulce y sentimental. Alseny Bathily ofrece una interpretación soberbia en el emotivo debut de Fanny Liatard y Jérémy Trouilh" - IndieWire.

"Un conmovedor tributo a las aspiraciones estratosféricas que prosperan contra viento y marea incluso en las comunidades más difamadas y marginadas" - Variety.


Entrevista con los directores
A cargo de Tania De Montaigne.

P: Da la sensación de que hay dos personajes principales en la película: un adolescente y un edificio.

Fanny: Sí. En nuestra cabeza, Yuri (el adolescente) y Gagarine (el edificio) están en constante diálogo entre ellos.

Jérémy: Al crear el personaje de Yuri, nos imaginamos a sus padres mudándose al proyecto residencial antes de su nacimiento, tomando el nombre del lugar para dárselo a su hijo. Yuri se crio allí y desarrolló una imaginación igual de grande que esas enormes torres. Para él, la idea de su desaparición significa la muerte de los recuerdos y sueños de su infancia. También significa perder a su querida comunidad.

Fanny: Queríamos dar una imagen positiva de un lugar y una generación que suelen ser caricaturizados. Yuri ama su barrio. Para él, Ciudad Gagarine no es una utopía obsoleta: es su presente y la base de su futuro. Marcharse de allí significa perderlo todo: abandonar a su familia y su mundo imaginario. Así que se resiste.

P: Para alterar nuestra percepción del lugar y de la gente, es como si eligierais la dualidad. Todo en Yuri tiene otra cara: solitario, pero siempre conectado con la gente, apegado al pasado, pero inmerso en la hipermodernidad.

Fanny: Sí, Yuri está equilibrado. Sus raíces están en el proyecto residencial, pero su cabeza se encuentra en las estrellas, navegando constantemente entre sueño y realidad, entre el pasado y el presente del lugar.

Jérémy: Uno de los habitantes del barrio nos dijo un día que Yuri Gagarine vino a inaugurar el proyecto en los años sesenta. Era una escena completamente surrealista: el primer hombre que va al espacio regresa de su misión y termina en un proyecto residencial a las afueras de París. Buscamos imágenes de archivo de su visita. En los ojos de los nuevos habitantes ves sus esperanzas desmesuradas en este lugar y ese hombre. El cosmonauta y el edificio son símbolos de esperanza y progreso. Con ese metraje empieza nuestra película.

Fanny: Queríamos que Yuri quedara impregnado de eso, lleno de ese pasado heroico, para que su sueño espacial naciera de su casa. Queríamos filmar a un joven héroe, a un hijo de Gagarine en una aventura épica. Simbólicamente, el edificio es el vientre de su madre, que él se niega a abandonar. Nuestra película es la historia de una muerte y un nacimiento.

P: Al escribir la película, ¿cuál de los dos personajes se desarrolló primero?

Fanny: La localización es el origen de todo. En 2014 nos reunimos en París, apasionados por hacer películas. Unos amigos arquitectos se habían encargado de estudiar el posible derribo de Ciudad Gagarine. Nos pidieron que hiciéramos unos retratos documentales de los inquilinos del edificio.

Jérémy: Inmediatamente nos sentimos absorbidos por el lugar y la gente. Ya en nuestra primera visita pensamos ambientar allí una película. Nunca habíamos hecho ficción, pero era evidente que era ahí donde teníamos que empezar. Empezamos a escribir un corto, que se convirtió en la base de la película y que poco a poco fuimos desarrollando con los habitantes, al mismo tiempo que se despedían de su edificio.

P: ¿Qué recibimiento tuvisteis?

Jérémy: En 2014, las únicas imágenes de Ciudad Gagarine eran de los telediarios generales. El barrio tenía muy mala reputación, y esa imagen dolía mucho a sus habitantes. Cuando llegamos con nuestra cámara, se mostraron recelosos. Las primeras personas que conocimos fueron unos jóvenes fuera del edificio, quienes de inmediato pidieron ver nuestras identificaciones y credenciales [ríe].

Fanny: Enseguida nos pusimos en contacto con Vecinos Sin Fronteras, una entidad sin ánimo de lucro que se había constituido recientemente y que actuaba como paraguas para mujeres muy activas en la vida comunitaria. Eran su cemento, el verdadero motor de la vida colectiva. Aparecen en la película, en el baile en la azotea. Son increíbles. Nos llevaron directamente al corazón del lugar.

Jérémy: Pasamos años grabando los recuerdos de las personas, forjando grandes amistades con personas de todas las edades y procedencias. Les pedimos a todos que contaran su experiencia inicial en Ciudad Gagarine. Fue muy emocionante escuchar a los inquilinos expresar lo que querían y sus planes de futuro. Políticamente, es urgente revisar cómo la gente ve a esta joven generación, rica y diversa, que a menudo son representados con imágenes negativas, como si no tuviera futuro. Esos estereotipos hacen mucho daño. ¡Hay que derribarlos!.

Fanny: Abuelos, hijos y nietos: tres generaciones y múltiples visiones de la vida y de un mismo lugar. Cuando tiras abajo un lugar, destruyes historias familiares. Todo el mundo pierde una casa.

P: ¿Esos encuentros con los residentes dieron lugar al nacimiento de Yuri?

Fanny: Al igual que cuando una historia de amor llega a su fin, cuando se vislumbraba la posibilidad de la demolición se desató una oleada de acciones en el barrio. Vimos a sus habitantes desplegando las alas. Descubrimos un sentido de comunidad profundamente arraigado que queríamos infundir en nuestro protagonista. Es la familia de Yuri; es Houssam, su mejor amigo; es Fari, una activista del barrio que cuida a los vecinos de alrededor; y hay muchas personas, de una ventana a otra, que se encuentran conectadas y cuyas vidas resuenan hasta Yuri, a través de las chimeneas, hasta la azotea.

Jérémy: Esa energía también estaba presente en los talleres de vídeo que organizamos, algunos con residentes de todas las edades, y otros con alrededor de una docena de personas de entre 12 y 25 años. Algunos de estos jóvenes acababan de llegar de Siria, otros llevaban allí desde siempre. Hablamos mucho con ellos sobre sus vidas y sus sueños. Les preguntamos cómo se imaginaban a sí mismos en el futuro. Esas conversaciones fueron dando forma a Yuri. En el fondo, lo que se desarrolló en esos debates fue la necesidad de la película, y el motor que la impulsaba: proclamar que los jóvenes que normalmente son vistos desde un punto de vista estadístico o de espectáculo, pueden tener sueños e imaginaciones inmensas.

P: ¿Alséni Bathily, el actor que interpreta a Yuri, añadió algo a la dualidad del personaje?

Jérémy: Es justo decir que antes de conocer a nuestro actor, ideamos a un Yuri bastante frágil que encajaba en nuestra idea de un personaje con un pie aún en la infancia. Judith Chalier, nuestra directora de casting, se puso a trabajar y comenzó en el edificio real, y de allí pasó a otros lugares. Tardó seis meses. Y de repente apareció Alséni Bathily. Había visto una octavilla de audiciones en su escuela secundaria. Nunca había actuado antes. Alséni tiene un físico muy deportivo, es alto y con cuerpo de adulto, todo lo contrario de lo que nos habíamos imaginado. Pero el contraste entre su físico y su mirada, su sonrisa y su carácter amable acentuaba el elemento juvenil del personaje. Habíamos encontrado a nuestro Yuri.

Fanny: Sí, era él. Solo lamentamos que no fuera de Ciudad Gagarine, que sería la guinda del pastel. Pero como la vida está llena de sorpresas, más tarde, cuando el padre de Alséni vino al rodaje, supimos que había vivido en Ciudad Gagarine. Uno de sus primos vivía allí, y fue el primer lugar donde se alojó cuando llegó a Francia. ¡Pura magia! [ríe].

P: La magia es un aspecto importante de la película e impregna la historia y la fotografía.

Fanny: Jérémy ha vivido en Colombia, y yo en Perú. Nos sentimos identificados con el realismo mágico, omnipresente en América del Sur, y continúa inspirándonos. El ritmo de nuestro trabajo de dirección está marcado por ese equilibrio entre realismo y onirismo.

Jérémy: La dimensión mágica nos permite acercarnos a la realidad y su violencia desde otro ángulo. Lo que Yuri está experimentando es difícil. Simboliza la juventud excluida, herida por ese abandono y cerrada en sí misma. Parte de la lucha de Yuri al hacerse mayor proviene de las circunstancias que han ido minando su confianza. Nos interesaba que no se ocultara la dureza de su contexto, sino que se abordara de una manera algo fuera de lo habitual.

Fanny: Introducir una forma de realismo mágico permitió crear un ir y venir entre lo real y lo imaginario, y navegar entre el colapso (del personaje y el edificio) y la gravedad cero.

P: Yuri ve su casa como una nave espacial. ¿Cómo trasladáis esa visión a la realidad?

Fanny: Eso es lo que nos pareció el edificio la primera vez que fuimos: una enorme nave espacial. El gran problema fue encontrar la manera de filmar la arquitectura para que pudiéramos jugar con esa lectura dual.

Jérémy: Para entenderlo mejor, pasamos un tiempo en el Centro Nacional de Estudios Espaciales, donde asistimos a charlas que nos ayudaron mucho a reafirmar nuestra idea de lo que es una nave espacial y lo que significa vivir en el espacio. En particular nos ayudó una charla sobre “Habitar el espacio”. Nos permitió darle a nuestro personaje un enfoque sólido y técnico.

Fanny: Todos esos elementos supusieron que podíamos soñar con nuestra propia nave espacial. No queríamos que fuera demasiado aséptica o fría, sino viva, sucia y natural, porque Yuri construye la cápsula con objetos que va encontrando. Recorre apartamentos desiertos, recogiendo cosas que los inquilinos han dejado allí, cualquier cosa que pueda servir. Cada objeto se reutiliza para convertirse en parte de la cápsula. Improvisa con la idea de Yuri caminando por la cuerda floja entre vagabundo celestial y astronauta.

Jérémy: Una vez más, la vida hizo que el arte tomara forma. Se nos ocurrió el tema de la recopilación de objetos cuando estábamos escribiendo, pero en el rodaje la realidad nos alcanzó. Ante nuestros propios ojos, el conjunto residencial estaba experimentando exactamente lo que habíamos imaginado. Cuando empezamos a rodar, Ciudad Gagarine estaba vacía, pero los habitantes que se marchaban habían dejado en sus casas aquellas cosas que no querían: muebles, objetos, pósteres en las paredes... Vidas detenidas. Fue impactante y conmovedor.

Fanny: Sí, en el rodaje la realidad y la ficción estaban interconectadas. Todo se entremezclaba. Como los equipos de demolición comenzaron a trabajar justo cuando nosotros empezamos a rozar, la historia de Yuri devino la nuestra. Vivimos en tiempo real la destrucción de Ciudad Gagarine. Tuvimos que negociar con el equipo para rodar en una parte del edificio mientras ellos trabajaban en otra. Antes de empezar la demolición en sí, vacían el edificio y retiran el amianto. Vimos pasar a nuestro lado hombres con máscaras y trajes protectores blancos. ¡Eran astronautas! [ríe].

P: Esta idea de que la vida se abre paso a pesar de todo parece recorrer toda la película. Por supuesto en lo visual, pero también a través del diseño sonoro.

Jérémy: Yuri es un luchador de la resistencia. A pesar de que la demolición del edificio está programada, intenta mantenerlo vivo a toda costa. Cuando se da por vencido, surgen otras formas de vida. En la cápsula hay todo tipo de plantas. El mundo vegetal se impone. A través de ellas, el universo visual y sonoro evoluciona hacia algo más acuático. Mucho ruido desaparece y es sustituido por sonidos que se transforman, volviéndose cada vez más extraños, hasta desaparecer.

Fanny: El sonido no se transmite en el espacio. Nuestra idea era seguir una trayectoria que comienza con una realidad turbulenta y evoluciona hacia el silencio. Contar una historia vital hasta el momento final de la expulsión de Yuri de su edificio al cosmos. Allí, en el vacío, no hay sonido. Simbólicamente, es un viaje sonoro de la vida a la muerte.

Jérémy: Para interconectar el viaje entre el espacio real y el espacio onírico, ya cuando estábamos escribiendo, pensamos trabajar con sonidos de la vida real para los proyectos. Luego, en la edición, se nos ocurrió que el sonido podría revelar la pasión de Yuri antes de que hubiese cualquier signo visual.

Fanny: Sucede lo mismo con la música: la idea es tocar los sonidos de lo real como notas, y tocar las notas como si fueran los sonidos de lo real. Los hermanos Galperine y Amine Bouhafa recurrieron a viejos instrumentos electrónicos, como el theremín, que evoca voces femeninas algo lejanas, encarnando vestigios perdidos de vida.

P: Yuri es una persona solitaria, pero no está solo. Las mujeres tienen un papel importante en la película, uno muy diferente al que se les suele otorgar. A través de ellas, Yuri accede a la tecnología. Me viene a la mente Diana (Lyna Khoudri), por ejemplo.

Fanny: No es algo que realmente hubiésemos pensado, pero siento que nuestros personajes, tanto masculinos como femeninos, se alejan de las expectativas. Al igual que Yuri, a Diana le gusta entender cómo funcionan las cosas. Es lo que la empuja. No obstante, si la comparamos con él, tiene una visión de las cosas muy práctica y concreta. Es mecánica. Puede arreglar cualquier cosa.

Jérémy: El personaje de Diana surgió de algo que nos impactó enormemente. Al pie de las torres de Ciudad Gagarine se extendían campamentos de gitanos. Planos verticales y horizontales que nunca se cruzaban.

No había puntos de unión entre esos dos mundos. Queríamos presenciar un encuentro entre dos personas de esos dos lugares. Dos personajes rechazados por la sociedad que, sin embargo, se autoafirman fabricando su propio mundo y sus propias herramientas.

P: Entre las figuras femeninas de la película también aparece la astronauta Claudie Haignéré en los vídeos que Yuri ve para planificar su vida en el espacio. Estos vídeos son una de varias incursiones de imágenes de archivo en vuestra película.

Jérémy: En todos nuestros cortos incluimos tomas de fotos o vídeos de los habitantes de los barrios donde rodábamos. No vemos el material de archivo como imágenes muertas, sino como un movimiento que nos permite seguir desarrollando la historia en la sala de edición.

Fanny: Con Daniel Darmon, que ha sido nuestro editor desde nuestros primeros cortos, nos gusta crear un diálogo entre el drama y el archivo. Las imágenes de archivo son como un encuentro que se produce en la edición. Le da a la audiencia una pausa, cambia la narrativa e introduce otra dimensión. Las imágenes de archivo arrojan luz sobre el drama, y el drama añade profundidad a las imágenes de archivo.

P: Ciudad Gagarine ya ha sido demolida. Ya solo existe en vuestra película. El proyecto residencial de Ciudad Gagarine ya son imágenes de archivo y drama.

Fanny: En nuestras cabezas, la película es también una herramienta del recuerdo que da testimonio de la visión arquitectónica de la época y, sobre todo, de las personas que dieron vida al lugar. Están por todas partes en la película: en los archivos visuales y sonoros, en la pantalla y detrás de la cámara. Incluso un grupo de mujeres exresidentes constituyó una organización sin ánimo de lucro, Simmering Beauty, encargada del catering del elenco y del equipo durante los dos meses del rodaje.

Jérémy: Intentamos mostrar que el edificio es importante, pero al final lo que queda es la gente. Su relación con el lugar perdura pase lo que pase. Eso es lo que tratamos de capturar y transmitir, sosteniendo un espejo que refleja la belleza y complejidad de sus vidas. Creemos en el poder que tienen las imágenes para influir en la visión que las personas tienen de sí mismas. Es lo que hace volar la imaginación.


Fanny Liatard y Jérémy Trouilh
Antes de rodar su primer largometraje, FANNY y JÉRÉMY estudiaron juntos en el Instituto de Estudios Políticos de Burdeos. Más tarde se intersaron por el mundo del cine y viajando conocieron a personas que hicieron su sueño más accesible. Tras graduarse, Jérémy viajó a la India y después a América del Sur, desde donde decidió solicitar plaza en un master sobre documentalismo creativo en Lussas, en el sur de Francia. Mientras tanto, Fanny se fue al Líbano y posteriormente trabajó en Marsella en proyectos artísticos vinculados a la regeneración urbana y presentó una idea para un cortometraje en La Ruche de Gindou Cinéma, un curso de guionismo para autodidactas.

Dieciocho meses después de estas experiencias, se reencontraron en París con el deseo común de escribir y dirigir películas de ficción. En 2014 ganaron un concurso de guiones que les permitió rodar su primer corto, GAGARINE, que se proyectó en numerosos festivales (Message to Man, Flickerfest, Sundance Channel). Luego vinieron LA RÉPUBLIQUE DES ENCHANTEURS (Palm Springs, Clermont-Ferrand) y EL PERRO AZUL (nominada al Premio César 2020, Premio UniFrance de la Crítica Internacional), todas rodadas con habitantes de barrios populares. GAGARINE, su primer largometraje, se desarrolló a partir de su primer corto grabado con los habitantes de estos proyectos residenciales parisinos que están cambiando con tanta rapidez.


Ficha artística
ALSÉNI BATHILY - Yuri
LYNA KHOUDRI - Diana
JAMIL MCCRAVEN - Houssam
FINNEGAN OLDFIELD - Dali
FARIDA RAHOUADJ - Fari
DENIS LAVANT - Gérard