Daniel Merriweather, australiano de Melbourne y vecino de Manhattan.
Nació en una zona trabajadora del este de Melbourne. Sus padres trabajaban como profesores y eran tres hermanos. "Vivía en una ciudad al final de una línea de tren, al lado de un bosque. En nuestra infancia nos apañábamos como podíamos, vivíamos de forma humilde. De pequeño pasaba mucho tiempo solo, hacía grandes viajes sin que nadie me acompañara y reflexionaba mucho sobre las cosas. Tenía mucha imaginación y estaba interesado en la filosofía".
Cuando era adolescente, Daniel acabó metiéndose en problemas. "Estaba luchando contra algo
", explica. Fue entonces cuando se vio implicado en situaciones complicadas y a veces violentas. Cuando fue juzgado por agresión, parecía que podría terminar como alguno de sus amigos: en la cárcel. "Mi padre vino conmigo al juzgado. Fue él quien consiguió convencer al juez, cuando apareció allí con su forma de ser tranquila y sencilla, con sus viejos pantalones subidos por encima de la cintura, los mismos que llevaba desde los años 70. Gracias a él, el juez decidió: 'Las cosas pueden irle bien a este chico'". Daniel pudo evitar la cárcel, pero acabó dejando el instituto. "Por entonces no tenía muchas alternativas", cuenta. "No soy tonto, podría haber hecho las cosas de otra manera pero eran momentos duros porque había que buscarse la vida y sobrevivir. Trabajé en Kentucky Fried Chicken y vi que aquello no era para mí, así que al final probé con esto de cantar", dice riéndose.
La música ha formado siempre parte importante de la vida de Daniel. "Empecé a tocar el violín con cuatro años, el método Suzuki, aprendiendo a tocar de oído, sin estudiar solfeo. Con trece años tocaba conciertos de Vivaldi que aprendí sin saber leer las notas. Pero siempre he cantado y de alguna forma mi voz ha sido siempre mi primer instrumento, desde que cantaba canciones de Elvis Presley en la ducha, hasta que me enamoré del R&B y del hip hop en los 90. Siempre me ha interesado lo vocal, todas las voces que sonaban bien: D'angelo, Boyz II Men, Nas, Thom Yorke, Otis Redding, Jeff Buckley o quien fuera. Alcanzar la emoción no tiene por qué ser algo complicado. Puedes transmitir algo con pocas palabras. Me he dado cuenta de que no hay que dedicarle mucho tiempo a explicar demasiado las cosas, porque acabas dando vueltas sobre lo mismo".
Daniel consiguió entrar en la industria musical en Australia y empezó a trabajar en los temas de su álbum de debut, un disco que al final el propio Daniel arrinconó porque la compañía "no estaba preparada para sacarlo y yo no quería hacer las cosas mal". Varias discográficas del país estuvieron detrás de él, pero pocas podían ver más allá del potencial comercial de su música y trataban de colocarle dentro del rock local más convencional, el que dominaba las listas en aquel momento. Afortunadamente, sus maquetas cayeron en manos de Mark Ronson que se quedó fascinado con su voz. Y allí comenzó no solo una colaboración musical única, sino también una gran amistad.
En 2006, Daniel cambió las calles de Melbourne y su tierra natal de Australia para entrar en el bullicio cosmopolita de Manhattan, en el centro de la ciudad de Nueva York. El camino que le ha llevado hasta la publicación de su primer disco, Love & War, es aún más largo, y ha supuesto atravesar continentes, dejar atrás décadas, enfrentarse a relaciones, estados de ánimo y luchas cotidianas. Change es el primer single del álbum. Bailable, dinámica y con beats funky.
Siguieron 18 meses de composición y grabación, intercalados con muchos meses en la carretera cantando con el grupo de Ronson, Version Players. Y después llegó Love & War. "Sentí que algo había cambiado. Aunque me muriera mañana podría cantar estas canciones con toda el alma. Cantar es algo emocional; das mucho de ti. En todas las canciones yo empezaba tocando sentado con mi guitarra, pero acababa de forma completamente diferente. Por eso colaborar con Mark fue una auténtica bendición; él trabaja mucho con the Dap Kings. Les llevé un montón de canciones que no tenían que ver de forma natural con su estilo, pero estos músicos alucinantes hicieron evolucionar mis canciones de verdad. Yo quería dejar a un lado los géneros y hacer un disco de buenos temas interpretados por buenos músicos. Quería que fuese un disco natural, que encontrase su lugar de forma sencilla e inocente, incluso naif. En la actualidad se piensa mucho y se cantan pocas canciones. ¿Por qué se han dejado de cantar canciones?".