Hablemos de magia. Porque la música en su mejor estadio es una suerte de magia que te eleva y te trasporta. "Quiero que mi música suene como si saltases desde un árbol, o desde un edificio alto, o como si el océano te succionase a sus profundidades y no pudieses respirar", dice Florence Welch. "Es algo avasallador que te abarca y te llena, te hacer explotar o te desvanece".
Florence compone sus mejores temas cuando está borracha o resacosa, es entonces cuando la música libre y silvestre aparece, surgiendo de forma salvaje de la mezcla de fragmentos de sus notas apuntadas en cuadernos o de su mente. "Estas lúcido", explica, "pero no estás realmente ahí. Flotas entre tus pensamientos y puedes tomar lo que necesitas. Me gustan esas extrañas conexiones del universo. Siento que es como un viaje ácido, esas ocasiones en que las cosas se repiten en flasbacks".
Florence es en sí misma un conjunto de contradicciones: a pesar de que esté aterrorizada es un manojo de nervios y pasión, de oscuridad y alegría pura. "Siento con mucha intensidad y por ese motivo la música también ha de serlo. Puedo estar muy feliz o muy triste, muy cansada o hiperactiva. Entonces es cuando estoy más creativa pero también resulta peligroso para mí. Sé que podría escribir algunas canciones buenas o romper algunos corazones, o mesas, o vasos".
Como intérprete puede parecer que no conozca el miedo pero también pasa rápidamente a al autocrítica. Esta es la mujer que accedió al la escuela de arte de Camberwell con un arreglo floral auto dedicado que decía 'Eres gilipollas.' Dice que es cretina, que pierde el control cuando está enamorada. Es también un algo precioso y genuino cada vez más raro en estos tiempos de karaoke pop: una artista que ha creado su propia y auténtica voz.
Su voz épica y creciente con sus estrafalarias melodías y con su íntimo universo musical que le han granjeado el premio Critics Choice Award en la edición de los Brits del 2009. Algunos la comparan con Kate Bush. También se pueden escuchar toques de Tom Waits y Nick Cave en sus oscuras visiones y, si opinas que hay un poquito de Bjork también, para ella es un halago. Pero sobre todo, Florence está en su propio sitio: un lugar desternillante, dice, a veces puede dar algo de miedo.
Su álbum de debut 'Lungs' está hecho de harpas, coros, baterías, huecos de ascensores, partes de metal, amor, muerte, fuegos artificiales, cuartetos de cuerda, patadas, suspiros, extraños lamentos electrónicos, corderos, leones, enfermedad, vasos rotos, sangre, luna, estrellas, beber, féretros, dientes, agua, vestidos de novia... y los intermedios de silencio. Las canciones están repletas de imaginería gótica, de vuelos fantásticos a un mundo imaginario, pero a pesar de que muchas cosas se suponen tras la lectura de sus textos, Florence dice que normalmente es simple. "¡Todo trata de chicos!" se ríe. "Todo el álbum trata de amor y de dolor. La gente piensa que mis letras son alocadas, para mi son honestas, es un álbum sentido. No pretendía que fuese absurdo, sino emotivo".
Florence creció en Camberwell, al sur de Londres, la mayor de tres hermanos. Uno de sus primeros recuerdos musicales es estar bailando de pie encima del baúl donde su padre guardaba su colección de vinilos, con él, al ritmo de The Rolling Stones. Empezó a cantar con temas de Nina Simone y Dusty Springfield en casa, amplió su registro vocal con arias, después se convirtió en una pre adolescente katepunk antes de pasarse al drum'n'bass y a la música de baile en fiestas en squats. Es una mezcla ecléctica pero para ella el nexo de unión es siempre la emoción. "Todo lo que tenga un sentimiento auténtico me entusiasma siempre. El tema de Sam Cooke 'A Change is Going To Come', Eva Cassidy cantando 'Wade In The Water', hasta Rhianna con 'Umbrella' Soy una obsesa musical. Pongo Beyonce, Lil Wayne, de Bob Dylan 'Hurricane', de Bruce Springsteen 'Going Down'. No puedo mantenerme en un sitio o quedarme con un solo género. Por eso tenía que hacer mi propio tipo de música".
Tras la separación de sus padres, su madre se enamoró de un vecino. Las dos familias se mudaron para convivir y con 13, Florence se convirtió de repente en una de seis adolescentes. "Crecí en una familia como la de Los Serrano, era como una tribu de adolescentes más que otra cosa. ¡Yo compartía habitación con mi hermana y mi hermano pequeño dormía en un armario! Ahora me gusta tener una gran familia. Pero entonces era un ambiente tenso. Por lo que fuese me salía de mis casillas porque nunca había espacio en casa. En ese tipo de situaciones tienes que buscar tu propia individualidad".
Florence encontró su propio espacio saliendo a clubs y pubs, cantando en escenarios y en su habitación. Cuando dejó el colegio ya tenía compuestos temas como 'Kiss With A Fist', sabía que quería hacer música pero no cómo lograrlo. Después de un año trabajando en un bar fue a la escuela de arte, creando una tienda de campaña debajo de su mesa para pasar la resaca y convenciendo a sus tutores de eso eran instalación.
Hasta que no compuso la cautivadora 'Between Two Lungs', las cosas no empezaron a cuajar. En vez de usar percusión, Florence aporreó las paredes del estudio con sus manos. Compuso la melodía al piano aunque es un instrumento que no sabe tocar, grabando los coros primero, antes de componer la voz principal. Es loco y poco convencional pero también es glorioso un extraño anhelo de canción que trata sobre perderse en el amor. "Encontré mi voz y me sentí eufórica", recuerda. "Ha sido todo un proceso personal entender que la forma en que quería hacerlo era la correcta. Todo el álbum se basa en haber tenido fe en mi misma".
En cuanto a The Machine, es una bestia variable. Puede ser solo Florence con una batería o un piano, aunque ahora es un conjunto de siete componentes que incluye a sus colaboradores de siempre Rob Ackroyd (guitarra), Chris Hayden (batería), Isabella Summers (teclado) y Tom Monger (harpa). "He trabajado con la mayoría de ellos desde hace mucho tiempo, conocen mi estilo, como compongo, lo que quiero".
En directo, Florence and The Machine se convierten en otra bestia. No hay dos actuaciones iguales, ataviada con ropa que ese mismo día obtiene de tiendas de segunda mano locales, Florence sale a actuar como una mujer poseída. "Es la sensación de la total libertad", dice. "Puede sonar cursi pero quiero tocar a la gente. No en un sentido raro, quiero ayudarles a sentir lo que yo estoy sintiendo".