Personalidad, una voz propia, en castellano cristalino, con reminiscencias de My Bloody Valentine, Morrissey, Galaxie 500, los primeros New Order, Ride, Chapterhouse, Jesus and Mary Chain o sus paisanos de La Buena Vida y Family; huele a mar Cantábrico y trae reverb de placas, acid house, fuzz, lo mejor de 1988 al 1999, máquinas de cuerdas, jazzmaster, madera de piano y sintetizadores analógicos.
"Hélices" es la primera de las 10 canciones que abre el disco Lo saben los narvales (2014). Una canción influída por el sonido de las bandas británicas de comienzos de los 90, oscura y luminosa al mismo tiempo, que se va abriendo paso entre una maraña de espirales conformadas por guitarras que van cayendo sin remedio hacia un estribillo arrebatador desde la primera escucha. Una canción que de algún modo sirve de puente con Ogro y Púgil pero donde Havoc deja que la luz se cuele por todas las rendijas mostrándonos una luminosidad única. Una gran carga de profundidad lírica sobre fondos de pegada pop. Un camino inexplorado en el pop nacional de nuestros días.
Año y medio ha pasado desde la aparición de "Ogro y Púgil", ese EP en el que el donostiarra compartía un tema con Nacho Vegas y nos abría un universo complejo y muy personal que nos dejó con ganas más.
Havoc vuelve renacido libre y agitado, despojado de temores e incluso dejando atrás sus crípticas siglas PLV para ser simplemente Havoc. Un artista en la búsqueda constante de su centro. Sigue siendo él mismo, pero sobredimensionado.
En "Lo saben los narvales" (un narval es un cetáceo que habita en el Ártico) se impuso el vigor, el galope y los estribillos claros. Los teclados y sintetizadores se han agigantado, las melodías se han convertido en infecciosas, y la letras de agrio desamor planean en capas de guitarras distorsionadas y beats electrónicos.
Havoc estalla como una carcasa de fuegos artificiales, potenciada por la producción de Yon Vidaur (Manoukian, Ama...).
Canciones profundas, dolor encajado directo a la emoción. La belleza única y la delicadeza del orfebre se dan cita en "Ogro y Púgil", el Ep, con el que inicia una nueva aventura en castellano.
En los cuatro temas de Ogro y púgil se adelantan vestuarios que combinan su embaucadora firmeza vocal con sonidos de referencia comunal como las guitarras de The Jesus and Mary Chain, la oscuridad inagotable de The Cure o Nick Cave incluyendo paneles de sonidos sintetizados que circulan sobre las canciones y que las unen en atmósferas encerradas donde se adivinan querencias cercanas a bandas como Timber Timbre, Beach House, Lower Dens o Crystal stilts , haciendo de esos sonidos cavernosos hilos que conectan los temas en una misma cadena genética.
Se abre así una etapa entroncada con su bagaje anterior basado en el discurso vocal; voz que sigue sumando en lirismo, claridad y madurez interpretativa y que despojada de la distancia del idioma golpea con nudillos aún más firmes las puertas del consuelo.
Hablar del trayecto que ha llevado a PLV Havoc a encontrarse con este "Ogro y púgil" (2013, Subterfuge), es hacerlo de la búsqueda constante de un lenguaje musical que traspase estilos. Las sombras de una proyección interminable. "Ogro y púgil" se debate entre la pasión agazapada de una belleza única y la delicadeza del orfebre que encuentra en el lenguaje desbordado, y directo a la emoción, su propia forma de perdurar. Sin peajes obligatorios deudores de lo realizado hasta ahora. Un lenguaje con destellos que enmarcan de manera más fiel y honesta lo realmente valioso y la auténtica finalidad de PLV Havoc, las canciones.
Porque ya desde su primer trabajo The shape of your heart (2009), siempre ha dado a la canción valor superior a la vestimenta. Allí era el folk personalista el que enmarcaba unas canciones con un poso hondo y tenue que le convirtió en una revelación para toda la escena musical nacional. Un folk rock cercano a M Ward o Ryan Adams con el que se coló en los festivales más relevantes del país. Una colección de gemas suministradas con brillante cuchara de plata.
En Penny Lancaster (2011, Warner/Insamuel) se abría la paleta de colores dejando paso a una instrumentación más vigorosa donde ya llamaban a la puerta esquejes de sonidos más elaborados y las referencias de calado indie rock se superponían a las anteriores. Trabajo que destacó por su incontestable originalidad y ante todo por desparramar algunas de las canciones más personales y expresivas de ese año: " Obra maestra(...) un disco de impresionante belleza(...)" Gara, "borda un folk de matiz anglosajona con resultados inmejorables" La Vanguardia, "Penny Lancaster es una de las mejores canciones que se facturaron en España en 2011" El Giradiscos.
Penny Lancaster fue paso necesario para cimentar unos argumentos que nunca han dejado de ser la esencia de PLV Havoc, la canción profunda donde el amor y sus degüellos cristalizan en canciones poco reconocibles y aún así inconfundibles, donde el dolor encajado pulula como polilla alrededor de la luz.
En 2017 llega Amado líder.