La historia del grupo arranca a comienzos de los años 90 cuando, tras una breve incursión frustrada bajo el nombre de Los Subterráneos, ganan el concurso de maquetas de Radio 3 de 1992 con Mi hermana pequeña, que se editará dentro del largo Medusa EP (Elefant, 1993). El grupo está ya entonces liderado por Juan Rodríguez (el nombre que se oculta detrás de esa breve y contundente "J") a las voces y la guitarra de acompañamiento y Florent Muñoz a la guitarra, junto con May Oliver al bajo y Paco Rodríguez a la batería. Identificados con el "noise pop" entonces en boga en Gran Bretaña, Los Planetas dejarán pronto claro que la etiqueta les queda pequeña y que su sonido hipnótico y reverberado, que bebe de fuentes tan dispares como la Velvet Underground, Television, Joy Division/New Order y Sonic Youth, esconde una capacidad creativa poco habitual.
La crítica empieza pronto a reconocer la originalidad de la apuesta, premiando de nuevo temas del grupo en 1993. Será en cambio dura tarea de Los Planetas ganarse a pulso la imagen de constancia e integridad que se corresponde con unos músicos que avanzan siempre en el filo de la navaja entre el mercado y la independencia, entre la creación y el caos, esencialmente en busca de sí mismos.
Cuando el grupo apenas lleva dos años funcionando, se edita Super 8 (RCA, 1994), uno de los discos más representativos de la producción alternativa española de los años noventa, verdadero emblema de toda una cultura juvenil emergente. Producido por Fino Oyonarte (bajista de Los Enemigos) y apoyado en la potente sección rítmica de Erick Jiménez (Lagartija Nick), el sonido combina la distorsión con las estructuras del "pop", logrando una música de alta definición cuyas atmósferas sirven de vehículo para la expresión de estados de ánimo ambiguos, indefinidos, con letras en castellano que enganchan entre un público exigente y celoso de su propia identidad.
El siguiente año y medio lo pasan viajando por la península haciendo bolos tras su fichaje por la empresa Attraction y tras cambiar de batería, sustituyendo a Paco por Raúl, de la Sala Maravillas. En busca de un equilibrio entre el negocio musical y lo alternativo conectan con un sello independiente de prestigio para realizar Nuevas sensaciones (Subterfuge, 1995), un EP con cuatro temas, entre ellos una remezcla de Desorden, versión castellana de Joy Division. Y en 1996 sacan POP (RCA, 1996), nueva entrega oficial que, aunque conserva algunos rasgos que van identificando al grupo, como la voz melancólica de J y los acoples sónicos, se distancia claramente del "noise": más compacto y acabado que el primer disco, los temas son ahora más pegadizos y asequibles, pero las melodías se rompen constantemente, abriendo a universos y puntos de fuga sonoros que se llenan de contenidos emocionales y lisérgicos con letras sencillas pero cargadas de significado y a la vez indefinidas, abiertas a la interpretación. Producido por Kurt Ralske (de Ultra Vivid Scene) y grabado en Madrid (Estudios Sonoland), el trabajo tiene ecos de Mercury Rev, Luna o Galaxie 500, pero que no hacen sino potenciar la personalidad de las composiciones. En suma, Los Planetas se atreven a expresar lo que para ellos es el "pop", sin prejuicios ni concesiones. La magnífica portada de Javier Aramburu, a base de verisones "pop art" de emblemas comerciales define a la perfección el lugar que están ocupando J y los suyos.
El disco es bien recibido por la crítica, pero no se retiran los recelos hacia un grupo que no se deja manejar con facilidad; tampoco termina de ser un éxito de ventas. Los Planetas sufren una especie de crisis de crecimiento: todavía no poseen un directo a la altura de sus composiciones, y las trayectorias personales de los miembros comienzan a separarse. 1996 y 1997 son dos años difíciles para J y Florent, que pierden a May y a Raúl -que pasa al grupo Mercromina-, sustituidos por Kieran Stephen al bajo y definitivamente por el potente Erick Jiménez (batería de los exLagartija Nick). Por el camino, han aprendido que su apuesta no es para mayorías, sino para grandes minorías que conectan con sus sonidos envolventes y sus incursiones psicológicas y psicotrópicas. Aun así deben convencer a su compañía de discos, lo cual retrasa la grabación y edición de su tercer largo.
Una semana en el motor de un autobús (RCA-MBG, 1998) es en gran medida una vuelta a los orígenes del grupo, y una reivindicación del espíritu guitarrero de la banda. Pero, a diferencia de aquel Super 8, éste se aleja de los temas pegadizos y fáciles y propone composiciones largas y complejas con arreglos. Producido por Kurt Ralske en tormentosa grabación en Nueva York, es algo así como el lado oscuro de su primera apuesta. Los Planetas han dado forma a la idea de "independencia": huyendo de las melodías pop, consiguen sin embargo el éxito comercial. J y Florent recogen ahora los frutos de su esfuerzo por mantener la coherencia contra el viento del "show business" y la marea de la prensa. Su público fiel se ha ampliado considerablemente y se deja seducir por unos temas de complicada ejecución que confirman una sensibilidad centrada en la sinceridad sentimental y la experimentación psicoactiva.
Precedidos, como es ya costumbre, de varios singles avalados de nuevo por originales portadas de Javier Aramburu, el grupo sale de nuevo de gira en 1998 para demostrar que son un grupo de los grandes, con una base rítmica impresionante, la guitarra más prestigiosa de toda una modalidad musical a cargo de Florent y la voz consolidada de J, a lo que añaden los teclados de Banin que ayudan a recrear sus atmósferas. Por fin reconocidos sin ambages por una crítica con la que se han reconciliado, editan en 1999 Canciones para una orquesta química (RCA-BMG), recopilación de todos los singles y Eps independientes de su carrera, la mayor parte de ellos agotados o descatalogados y que se reunen en un cuidado doble CD a modo de síntesis de su trayectoria y a la vez especie de biografía lateral de este prolífico grupo cuya historia es probablemente sin haberlo buscado la de una parte de toda una generación.
Con el cuarto disco, Unidad de Desplazamiento (BMG-2000), los de Granada desbordan todas las expectativas: estamos ante el sonido más versátil de toda su trayectoria, y además producido por ellos mismos.
El grupo se han cansado de la negociación permanente en el estudio de grabación y le han perdido el respeto a la mesa de mezclas: con el apoyo técnico de Carlos Hernández, se han autograbado en los estudios que han creado al efecto (El refugio antiaéreo). Técnicamente, el resultado no puede ser más contrario a tópicos: el sonido de este CD supera en calidad a los anteriores, permite que la voz de J gane en claridad y modulación expresiva y sobre todo garantiza ese empeño del grupo por hacer parecer sencilla la complejidad de las composiciones.
Lo que caracteriza este trabajo es la precisión con la que se ejecutan los instrumentos, los cambios rítmicos de Erick Jiménez, y los arreglos, entre los que destacan las incursiones electrónicas de la mano de Banin y la verdaderamente detallista pulsión de Florent a la guitarra.
En Encuentros con entidades (2002) siguen la línea que ya trazaron con Unidad de desplazamiento: Potencia guitarrera, letras oníricas, tragedias amorosas y profundidad sónica e igualmente producido por Carlos Hernández y Los Planetas.
No faltan los ya clásicos himnos generacionales que en este CD se materializan en temas como El espíritu de la navidad, El artista madridista o Pesadilla en el parque de atracciones, que despachan buen rollo, ironía y cabreo a partes iguales.
2004 es el año de Contra la ley de la gravedad. Y además es imposible es el single presentación de Los Planetas contra la ley de la gravedad, un tema en el que participa una de las voces de La Buena Vida, la femenina, la de Iranzu.