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Niña Pastori

La isla de San Fernando (Cádiz), donde resistieron los liberales el acoso de las tropas Napoleónicas, vio nacer a María Rosa García García a las seis de la mañana del día 15 de enero de 1978.

Ese mismo día, María ya empezó a ser conocida. Debido a que sus padres, Pastora y José, habían tenido hasta entonces cuatro hijos varones, la llegada de la “Niña” fue motivo de fiesta en el barrio del Boquete, donde residía la familia: “¡Pastora, ha tenido una niña!”, gritaban los vecinos.

Arropada en su cunita flamenca, por la venas de la cantaora cañaílla corría mezcla de culturas, ya que su madre es gitana y su padre payo, y mucho arte. A pesar de lograr ser la única profesional de la casa, su madre también hacía sus cositas, su abuela bailaba muy bien y su bisabuela, “Inés la del Pelao” era una buena saetera bastante conocida en San Fernando. Su padre, perteneciente al gremio castrense, la llevó al colegio Vicente Tofiño de San Fernando, donde la religión ejercía una importancia más que notable.

Con tan solo cuatro años solía acompañar siempre a su madre, que cantaba desde jovencita y que era conocida como “Pastori de la Isla”, en las actuaciones que daba por San Fernando. Lo que le permitió, junto al haber nacido en una tierra con tanto arte, escuchar a grandes monstruos flamencos en festivales, en la “Venta de Vargas” y en otros muchos sitios. Por tanto, desde muy pequeñita se rodeó de los mejores músicos y fue testigo de importantes momentos del flamenco. Además su madre se encargaba de que en su casa siempre sonara algo de Camarón, Juanito Villar, Pansequito, Manolo Caracol, Rancanpino, Antonio Mairena….

Pastora le enseñó el arte flamenco y se convirtió así en la referencia fundamental para que la “Niña” se hiciera cantaora y a ella le debe, además, su nombre artístico ya que cuando salía al escenario la gente decía “va a cantar la niña de la Pastori”.

Al cumplir los ocho años de edad, se dio cuenta de que amaba la música y de que quería seguir los pasos de su madre, que fue la primera persona en creer en ella y lo dejó todo para acompañarla por los escenarios de media Andalucía.
Así, con esa edad y con el apoyo de sus padres, de sus hermanos y de “Juaqui” -una persona muy especial para ella que aunque no es de la familia para ella fue como una más y que sin su apoyo María no habría llegado a ser lo que es hoy por hoy- María se desmarca por bulerías en el concurso de cante de la peña “El Chato”, en San Fernando, y gana el primer premio, que en aquel entonces ascendía a 25.000 pesetas y con las que se compró una bicicleta. De cara a la afición flamenca resultaba, a pesar de su temprana edad, una cantaora con futuro y facultades.

Aunque hay que nacer siendo artista y teniendo unas cualidades, el codearse con grandiosos músicos de este arte le hizo crecer y María tuvo la suerte de caer bien a muchos de ellos y de que le aportaran grandes cosas. Con apenas doce años el ilustre y malogrado José Monge Cruz “Camarón de la Isla” la presentó en el Teatro Andalucía de Cádiz. Tan fascinado había quedado con el talento de su paisana que en mitad de un concierto le pidió que saliera con él. Camarón es el hombre que más admira María como artista. El “Genio”, como ella lo llama, es su ídolo, su Dios de la música.

La muchacha era una bomba cuya fama se expandía ya mucho más allá de su tierra y enseguida, con 17 años, se le presentó la oportunidad de grabar un disco, aunque no estrictamente flamenco. Gracias a la insistencia de su madre, María se decidió a ir a Madrid, para cantar un par de canciones en “La Parrala”. Allí conocería a los que serían sus descubridores, uno de los cuales no era otro que el mismísimo Alejandro Sanz. Éste quedó encantado con la cantaora y decidió desplazarse a San Fernando y, después de volver a escucharla, lanzarla al gran público con “Entre Dos Puertos” (BMG-1997) convirtiéndose en una de las jóvenes promesas del panorama musical español.

Después llegarían “Eres Luz” (BMG-1998), “Cañaílla” (BMG-2000), “María” (BMG-2002) y “No Hay Quinto Malo” (BMG-2004). Fue en su segundo trabajo cuando empezó su relación profesional con Julio Jiménez Borja, alias “Chaboli” (que significa hijo predilecto en romaní). Relación que después también sería sentimental y que tiene su cumbre el 21 de diciembre de 2002 cuando en la Iglesia Mayor de San Fernando, ante el Cristo Nazareno por el que tanta devoción siente María y arropados por más de 5.000 isleños, contrajeron matrimonio.

Hoy en día es toda una figura en el mundo de la música. Desde aquel primer disco la cantaora de San Fernando ha madurado mucho y eso se nota puesto que todos la estamos viendo crecer. La seguridad que ha ganado con los años le ha permitido dejar de ser la irresistible niña prodigio con la que se expresaban compositores y productores de primera línea para convertirse en la compositora, junto con Chaboli, de todos sus temas. La criatura que encantó a Camarón es hoy mujer hecha y derecha…

Mujer que sabe lo que quiere, que se arremanga y mete las manos en la masa.

Pero a pesar del éxito cosechado, María sigue tan profesional y sencilla como el primer día.

Profesional porque María sigue poniéndose nerviosa cada vez que pisa un escenario y no quiere perder esos nervios ya que para ella son muestra del respeto que le tiene a la música y al público. Y es que nuestra Niña tiene duende, algo que escasea hoy en día. Con sólo salir al escenario ya te pone los pelos de punta y eso es difícil de encontrar. Es espontánea, sincera y se mueve con naturalidad en las tablas. Lo que propicia la sensación de complicidad con su gente. Y allí, en el escenario, es donde ella realmente disfruta, donde se le olvidan todas las penas y donde no le importa otra cosa que no sea su música y la gente que tiene enfrente, gente que nota le da mucho cariño y le hace sentirse muy querida. Público fiel que sigue con fervor sus conciertos y corea, sin olvidarse de una coma, sus estribillos.

Y sencilla puesto que a pesar de ser una gran estrella sigue siendo una niña cariñosa, humilde, muy risueña y de trato fácil. Una muchacha a la que le gusta mucho la tranquilidad, darse un paseo por la playa, estar con su familia, salir de tapitas con las amigas, una buena cena, ir de tiendas o ir al cine. Una chica de lo más normal… que se desvive por sus cinco sobrinos, que es con quien más le gusta pasar el tiempo cuando está en la Isla.

Con su modo de cantar, mezclando el flamenco con otras músicas, ha demostrado que se puede ser contemporánea sin dejar de ser flamenca. Que si esto por aquí, que si lo otro por allá, pero el flamenco por encima de todo... porque su cante no engaña, porque ni lo niega ni lo puede negar. Y es que el flamenco es su vida.

María confiesa sentirse muy identificada con lo que hace ahora, le gusta y se siente feliz haciéndolo, pero no descarta hacer un disco de flamenco algún día. Y que nadie lo dude, Niña Pastori es capaz de arrancarse por el palo que quiera y le sale bonito. Nunca ha renegado a las formas flamencas de las que se nutrió y cuando ejecuta el cante ortodoxo demuestra sus conocimientos. Sus registros son amplios, por tanto puede hacer lo que le salga del moño. Así que ya llegará la hora de prescindir de esto y de lo otro y quedarse a solas con la música que, como ella, enamora.

En 2006 publica su sexto disco, Joyas prestadas.