The pains of being pure at heart curioso nombre para un grupo musical, que se podría traducir por "Los dolores de ser puro de corazón". Desde Nueva York (Estados Unidos), ellos son:
Kip Berman - voz y guitarra
Peggy Wang-East - teclado y voz
Alex Naidus - bajo
Kurt Feldman - batería
En 2009 al cuarteto de Brooklyn le bastó un EP y un año de conciertos a cara de perro (en aquella edición del festival South By Southwest dieron once en tres días) para convertirse en la banda más comentada del underground, tanto el estadounidense como también el británico, territorio donde también calaron. Todo el mundo los señalaba. Su elepé homónimo de debut, como no podía ser de otra manera, se convirtió en uno de los hitos de la temporada. Cogido de la mano de las primeras encarnaciones de My Bloody Valentine se acercó a las primeras de Morrissey (esa forma de cantar de Kip Berman, medio adormilado e impostando el acento inglés, tan Mozz) y a los grupos de Sarah Records: si en aquel sello The Field Mice cantaban "This Love Is Not Wrong", estos jóvenes neoyorquinos subían esa apuesta con "This Love Is Fucking Right!". Más influencias: el twee escocés, C86 y el noise-pop cuando a ese sonido le hervía la sangre adolescente. The Jesus And Mary Chain, The Pastels y Black Tambourine también chorreaban por su retrovisor. Jugban (lo indica su nombre) al "maximum melodrama" y saben rentabilizarlo. Emoción sin freno y corazón arrebatado, la angustia de los 14 años y las heridas de más allá de los 20. En 2011 ha visto la luz la continuación de todo eso, "Belong", su segundo álbum, que vuelve a estar repleto de canciones que parecen clásicos instantáneos salidos de ninguna parte. Y si sus fans, en especial los de militancia indie más pura y dura, pensaban que por elegir como productor de "Belong" a Flood (U2, Björk) y como mezclador a Alan Moulder (My Bloody Valentine, Killers, Smashing Pumpkins) iban a girar hacia el rock de estadios, pueden respirar tranquilos. Las cualidades pegadizas que los han hecho famosos siguen con ellos, esa sensación de que las melodías les salen sin esfuerzo. Solo que ahora el envoltorio suena más voluptuoso, con los instrumentos y los arreglos disfrutando de mayor espacio alrededor para respirar y brillar. Eso permite a los de Brooklyn ser una mejor versión de sí mismos, y también olvidarse de la nostalgia que marcó a su aclamado debut para volcarse en el presente.