Igloo han vuelto. Han pasado dos años desde La transición de fase y han sucedido muchas cosas desde entonces: más de 70 directos en festivales y salas de conciertos a lo largo y ancho de la geografía española; aperturas para bandas de fama mundial; actuaciones en programas de radio y televisión; una productiva labor audiovisual en colaboración con Evofoto; críticas elogiosas y reconocimientos en forma de premios, como el Premio del Público de Radio 3 que otorga la Unión Fonográfica Independiente, y, por supuesto, el mayor de todos ellos: el apoyo incondicional de un cada vez más numeroso grupo de fieles seguidores. Un listón alto y difícil de superar. Aunque no imposible.
Y con ese propósito Igloo se han encerrado en los estudios Planta Sónica II de Vigo, al mando de Pancho Suárez, y en Litium (Pontevedra), bajo la batuta de Iago Lorenzo en las labores de producción e instrumentación, en unas sesiones de grabación cuyo fruto, previa masterización por Alan Douches en los estudios West West Side Music de Nueva York, es este flamante ∞3 que ya podemos disfrutar vía Ernie Producciones, su hogar discográfico. Este nuevo trabajo no supone un retorno continuista en el sentido en que lo fue La transición de fase, donde se sumaban los conocimientos adquiridos en su debut homónimo de 2005 y el EP Una luz de estío glacial editado al año siguiente. De ∞3 puede decirse que más que llevar el sonido y la idiosincrasia de Igloo un paso más allá, lo hace un paso más adentro, lo que lo convierte en el que posiblemente sea su trabajo más personal hasta la fecha.
Más triste y desesperanzado que sus predecesores, ∞3 cambia el brillo de antaño por un sonido más mate, aunque no por ello exento de detalles como las cuerdas y la melódica italiana aportadas por Jorge Ortal, así como por esa guitarra acústica que por vez primera se hace un hueco en la discografía de Igloo, lo cual no deja de sorprender si nos atenemos a que se trata de su trabajo más urgente e inmediato, el que mejor capta y sintetiza la esencia de sus canciones, desprendiéndolas de cualquier elemento superfluo. La contundente base rítmica, que ha contado con la inestimable participación del baterista José "Niño" Bruno, sigue mostrándose perfectamente engrasada como sustento de unas guitarras que tanto transmiten oscuridad ("Nanomédicos" remite a las bandas siniestras de comienzos de los ochenta) como se muestran juguetonas (el vacilón riff de "E.L.O."); que tanto cabalgan veloces ("Años luz") como se rinden a una calma tensa como un cielo gris que se resiste a la tormenta ("Zumo V" y su atmósfera opresiva).
Líricamente, ∞3 refleja un cierto desarraigo emocional ("ya no hay fiebre que me ate aquí ni un segundo más") con un poso de melancolía ("todas las palabras buenas que hayan logrado aguantar, me las guardo por si un día las quieres recuperar"). Ya desde el artwork diseñado por Celia Arcos se nos muestra que el mundo en el que vivimos, los lugares en los que nos movemos en nuestro día a día, no por conocidos nos resultan con frecuencia menos extraños. Cualquiera de nosotros se sorprendería si echase un vistazo a su alrededor desde otro punto de vista. Como ese pequeño astronauta al que Verónica Gómez y Xabier Guimarey han fotografiado mientras explora no un planeta lejano y desconocido, sino el suyo propio, ése en el que le ha tocado vivir, y que, parafraseando al filósofo, en su misión apenas alcanzará a comprender que no comprende nada. "Im looking for a way to understand our world", se nos dice en "E.L.O."; "y yo, yo no entiendo nada", se insiste en "Años luz". Dudas que permanecen más allá de la lengua en que se expresen. Sólo el amor tiene el poder de hacer más llevadero este tránsito por el universo que llamamos vida. Pero amar también tiene sus riesgos: "es mi manera de masticar cristal y miles de alfileres". Y entre tanto, en "El mundo perfecto de Kira" también se afirma, sacando provecho de lo perdido, que "en mi mundo encaja todo, incluso los detalles rotos". Y es que algunas veces el destino parece querer burlarse de nosotros ("ahora me duele cuando te veo, y te veo en todas partes"), a menudo con nuestra complicidad: "tengo buenos momentos en los que hago que no me acuerdo de ti". Y aunque en "Nina Kulagina" escuchemos que "todo acaba mal
pero se acaba", tampoco es necesario dramatizar ni regodearse en la tristeza ("yo te juro que no es mi intención engancharme a todo este dolor"); siempre hay un instante de sensatez que nos permite ver las cosas tal como son en realidad: "mi teoría del caos
y lo absurda que resulta".
El tiempo dirá, pero todo apunta a que Igloo se encontrarán el listón un peldaño más arriba en el próximo disco. Ellos han cumplido con su parte, ahora es nuestro turno de respuesta.
Texto: Pablo Lede Mouriño
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