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Manuel Poirier | Sergi Lopez

Entrevista con el director Manuel Poirier
¿Cuál es el punto de partida de Caminos Cruzados?
El descubrimiento del libro de Ignacio Martínez de Pisón: Carreteras secundarias.

Después de "Western", compré muchos libros, y algunos no los leí inmediatamente. Cuando este cayó en mis manos, me gustó mucho, pero no tuve la idea de hacer la película enseguida. Cuando un libro está muy bien, a priori, no tiene sentido. Se basta a sí mismo. Pero algo se puso en marcha en mi cabeza e hice una verdadera adaptación. El libro tiene lugar unos 30 años después del franquismo en el sur de España, en cambio mi película se desarrolla en Bretaña actual. Si hubiese sido fiel al libro, mi película duraría cinco o seis horas. En realidad sólo he conservado el núcleo central, la relación padre/hijo, y escribí el guión con mucha libertad.

Perdí a mi padre cuando tenía 16 años. Así que lógicamente, la relación padre/hijo adolescente me dice muchas cosas. Y además también soy padre. Los dos personajes de la película me son extremadamente cercanos y me recuerdan a mi propia vida, a lo que ha sido y a lo que es hoy. No revelo nada de mi vida privada en esta película, es muy púdica. Pero he depositado en ella toda mi intimidad, mis sentimientos, mi relación con la vida y con el amor, y eso provoca tormentas…

La relación de Víctor y Félix, el padre y el hijo, evoluciona a lo largo de la película.
Quise empezar por una relación conflictiva. Al principio, el hijo juzga bastante duramente a su padre, juzga su manera de comportarse, sobre todo con las mujeres. Pero todo el camino que van a recorrer juntos les va a enseñar muchas cosas, y les va a unir poco a poco, y con su primer encuentro amoroso, el adolescente comprenderá mejor a su padre. La película sólo habla de amor. El amor es estar en los brazos de la persona amada.

Víctor y Félix son personajes confrontados a la soledad. En sus películas anteriores, sus personajes se escapaban de la soledad por momentos, durante una cena, una fiesta o un baile. Contrariamente a Caminos Cruzados, donde la idea de comunidad pasa a ocupar un segundo plano…
Sí, ha sido así por el hecho de haberme centrado en las relaciones padre/hijo, y que Víctor sea un padre errante que se las apaña como puede trapicheando y cambiando constantemente de lugar. A partir de ahí, su vida está forzosamente ligada a la soledad.

La relación de Víctor con la soledad es muy intensa. La mujer amada está ausente en su vida, y a pesar de sus sonrisas y carcajadas, Víctor es alguien que podría ser abandonado de todo el mundo. Todos los personajes de la película tiene más o menos que ver con esta idea de abandono.

¿Piensa haber modificado su aprensión de la puesta en escena y de las elipses presentes en sus otras películas?
Pienso que la relación con el tiempo es más importante en Caminos Cruzados que en mis otras películas, en las que la noción del tiempo podía diluirse algunas veces en una sola tarde. Aquí, está más diluida en el conjunto de la película. Que sea al nivel de las elipses o del lado intemporal. Me gusta no cerrar las secuencias, que no se sepa si la que sigue ocurre el día siguiente, la semana siguiente o mucho más tarde. En cuanto a la puesta en escena y a la historia, he tratado de simplificar al máximo para intentar ir a la esencia. Me quería inscribir en el tiempo real, sin recortar.

Mi idea era la de no fabricar, no hacer movimientos de cámara gratuitos sino de acercarme a los personajes sin que nos diéramos cuenta. Se trataba de ir siempre al interior de las cosas, a lo más profundo de las emociones y de las sensaciones. Si se confía realmente en lo que pasa, la destreza o la felicidad de alguien puede existir de forma tan intensa, tanto en un plano medio como en un primer plano.

La dilatación del tiempo se da en la manera de retardar algunas informaciones. No sabemos gran cosa de los personajes al principio, nos enganchamos al mínimo detalle para comprender por qué Víctor y su hijo están solos…
Eso es lo que me interesa: arrancar la película con los personajes en un momento dado de sus vidas, y, a medida que avanza el viaje que nosotros realizamos con ellos, aprender a conocerlos. Al principio, descubrimos a Víctor y Félix sin que nuestra mirada sea orientada. Si supiésemos porqué la madre no está, nos diríamos: "Es el hombre que..." mientras que aquí, decimos sencillamente "Es el hombre que estoy mirando...". Es como cuando conocemos a alguien en la vida. La persona no llega dándonos su CV. Tenemos una relación directa con ella en función de lo que dice, de lo que es, de su mirada, de su comportamiento. No me gusta hacer escenas explicativas, dar informaciones demasiado deprisa. Me gusta que los personajes existan en carne, sentimientos, comportamientos, sensaciones.

Es mi manera de mirar a la gente. Y también me gusta la idea de que alguien, en un momento dado, revele un secreto, algo importante que haya vivido. Son instantes muy preciosos, que generalmente no ocurren por casualidad. Y ya no se trata de explicar sino de dar algo de uno mismo a otra persona. Me gustan estos momentos de confidencias en la película...

¿Por qué eligió a Sergi Lopez para encarnar a Víctor?
Es la continuación de un trabajo, de una complicidad, y de una verdadera amistad que existe entre nosotros desde hace mucho tiempo. Lo que me parecía muy interesante, tanto para él como para mí, era que interpretara algo diferente que en mis anteriores películas. Hasta ahora, había interpretado personajes que podrían formar parte de nuestro círculo de amigos. Víctor es diferente, alguien que podríamos conocer un día, a lo mejor volver a verlo, y aunque sea alguien muy afable, es muy solitario y siempre está en la carretera.

También hemos trabajado su aspecto físico: tiene bigote, lleva traje, nunca vaqueros. Todo esto crea una distancia que, extrañamente, permite investir el personaje más profundamente, de tener una relación con él aún más intensa y profunda.

La complicidad y el afecto que me unen a Sergi me han ayudado a contar cosas que venían del interior. Podíamos comunicarnos más allá de lo profesional. Para mí, Sergi no interpreta el personaje de Víctor en la película, sino que lo encarna de verdad.

Es un poco el caso de todos sus actores. Al principio, los vemos como personas bastante banales. Y después surge la ficción, que nos embarca en su vida…
Hay una respuesta muy sencilla a eso, en todo caso en la noción del casting. Yo funciono por instinto. Los actores que elijo han podido actuar antes o no, me da igual. Es la persona que tengo delante de mí que me interesa y es cuando siento si se puede establecer una relación verdadera entre nosotros, y entre ella y el personaje. Es lo que pasó con Lucy Harrison, que interpreta a la cantante. Sólo la había visto una vez en las Folies Bergère, donde interpretaba a Piaf. A priori, buscaba a una mujer de carne y hueso, con color. Cuando la conocí, vi que había esta calidez en su personalidad. Sentí que podía encajar con el personaje que yo imaginaba. Lo mismo ocurrió con el personaje de Myriam. Melodie Marcq entró a formar parte del equipo de actores sin que yo supiera lo que había hecho antes. No la había visto actuar en ningún sitio, no había visto ninguna película suya, pero me pareció que tenía algo un poco eléctrico, algo conmovedor en su personalidad.

¿Y Kevin Miranda, que interpreta a Félix?
La elección de Félix fue muy instintiva. En un momento del casting, apareció él y pasó algo. Quería un adolescente que, aun sentado y sin decir nada, transmitiera una emoción.

¿Es su primera experiencia como actor?
Ya había trabajado en la televisión con diez u once años pero no había hecho nada desde entonces. Por lo tanto, no se puede decir que tuviera realmente experiencia, pero tenía muchas ganas de volver a actuar.

Su personaje se abre a los demás a lo largo de la película. ¿Lo rodó con continuidad para facilitarle la expresión de esta evolución?
Para mí, el hecho de rodar en orden cronológico es una evidencia, es una elección de puesta en escena. Caminos cruzados cuenta una relación entre padre e hijo que evoluciona, así que me gusta rodar en orden cronológico porque obligatoriamente favorecerá la expresión de esta evolución. Al principio, su relación es bastante conflictiva, se buscan con la mirada. Y en la realidad los actores se buscan también, porque se trata del principio del rodaje… Todo esto provoca una aportación suplementaria de instantes, de comportamientos y de sensaciones que son reales. Los actores se alimentan de lo que han actuado antes. Y el pelo crece, los rostros se bourinent. Y la adolescencia es una edad en la que se cambia mucho, hasta en dos meses. Sucede lo mismo para las localizaciones.

Si se hace todo al mismo tiempo en una misma localización, tendremos la misma luz exterior. En cambio si me voy y vuelvo más tarde, la luz habrá cambiado, el director de fotografía tendrá un trabajo diferente para hacer. Para la realidad y la sinceridad de la historia, todo esto es importante. Me adapto mucho a las situaciones, a los personajes, a lo que ocurre. Si siento que una escena aporta más de lo previsto, a lo mejor minimizo la secuencia siguiente.

A la inversa, en una pequeña escena no muy importante, podré encontrar maneras de desarrollarla una vez en marcha, en función de lo que ha pasado antes.

Rodar en el desorden, para mí es una fabricación que impide la búsqueda de la emoción. Pero sólo hablo por mí, es mi manera de trabajar.

¿Hacen los actores propuestas de diálogos?
Arranco con diálogos muy escritos, necesito una buena base. Según las secuencias, hay frases que se pueden añadir, otras saltarse o modificarse. Pero no nos pasamos horas discutiendo, es algo muy espontáneo. En el momento de rodar, como no me gusta hacer muchas tomas, provoco desequilibrios para obtener esta espontaneidad.

¿Por qué eligió las canciones de Edith Piaf?
Cuando me imaginé el personaje de Roselyne cantando, enseguida pensé en canciones de Edith Piaf. Supongo que porque marcaron mi infancia y mi adolescencia.

Sobre todo las que he elegido para la película. No son las canciones mas conocidas pero sí las más cercanas a mí. En particular "A quoi sert l´amour", que me trastorna cada vez que la escucho.

Caminos Cruzados es su película menos habladora.
Es totalmente cierto. Pero se cuentan muchísimas cosas sin palabras. Hay poca conversación en las recurrentes situaciones cara a cara entre padre e hijo en las comidas, pero se leen muchas cosas en las caras de cada uno. Siempre me han encantado las escenas de comidas. Una escena de un almuerzo puede ser mucha gente hablando y riendo, pero también pueden ser dos personas que no se hablan.

Paralelamente a la evolución de las relaciones entre el padre y el hijo, están las de los personajes secundarios, como el de Roselyne, novia del padre y cantante.
Es una evolución que hace que las cosas existan de forma más auténtica. Al principio, se la ve en un espectáculo, en una sala pequeña. En la segunda representación, está en un gran escenario, que le permite moverse de forma diferente: ha cogido confianza.

Esta confianza es tanto de la actriz que siente que todo va bien en el rodaje como del personaje de la película. Si un actor tiene que rodar una escena donde su personaje se siente a gusto, es mi trabajo que esté en un contexto y un ambiente que le den seguridad.

Algunos personajes se quedan prácticamente fuera de juego en toda la película…
He realizado un gran trabajo de perfeccionamiento y simplificación para tratar de ir a lo esencial y concentrarme en la relación padre/hijo.

A lo mejor también es porque existen en la mirada del otro. En el padre, pesa la mirada de su hijo…
Un adolescente no puede evitar juzgar a los adultos y tiene razón. Un adolescente que mira a un adulto puede pensar "¿Pero quién eres? ¿Qué haces con tu vida? ¿Cómo te comportas?

Estas preguntas son totalmente legítimas. E implican que él mismo de pregunte qué va hacer de su propia vida; es una manera de existir, es lo que le permite avanzar.

Filmar lo errante, también es afirmar una relación estrecha entre ambos.
Sí, son ellos también los que cuentan los personajes, que les devuelven sus emociones. Aquí, el recorrido del padre y del hijo sigue siempre al mar. Menos en un momento dado, en el que precisamente están un poco perdidos, al perder ese contacto con el mar.

También están los apartamentos por los que pasan…
Son puntos de chute que cuentan lo que es su vida, el dinero que tienen, cómo se las arreglan, si son felices. No hay escapatoria, son el lugar en el que viven. El único lugar que permite al hijo escaparse un poco es la orilla del mar.

¿Le parece justo decir que Caminos Cruzados es su película más cargada de sentimientos?
Es la más intensa y la más personal de lo que ha sido mi vida. Mis otras películas han sido escritas o realizadas en diversas etapas de mi vida, algo se construía poco a poco. Caminos Cruzados me lleva a mi vida entera, a mi infancia, a mi adolescencia. Por eso es mi película más interiorizada. Es normal que se encuentren nostalgia y melancolía en ella.

También me ha hecho comprender los tres temas recurrentes en todas mis películas: el exilio, la vida errante y el abandono. Con esta película, he comprendido por qué esto está inscrito en mí, y cómo esto formaba parte de mi propia historia y transparentaba en mis películas. Son muchas las cosas que definen la existencia de alguien, pero no somos obligatoriamente conscientes de ello. Con esta película, he tomado conciencia.

¿Lo cual quiere decir que ahora va a dar un giro?
Estoy en dos lados extremos. Por un lado, me digo que voy a dejar de hacer películas. Y por el otro, me digo que tengo que volver a hacer una, pero muy deprisa.

Entrevista con el actor Sergi López
¿Cómo has vivido esta nueva experiencia con Manuel Poirier? Es la primera vez que te da un papel de composición, con bigote, traje, corbata…
Efectivamente, no soy ni viudo ni fui médico, no tengo un Mercedes, ni un hijo de 16 años. ¡Y odio los bigotes! Cuando leí el guión, es lo primero que le dije a Manuel: "Genial! Me vas a dar un papel de composición!". Manuel está acostumbrado a trabajar más con personas que con actores, y hasta entonces, siempre había tenido la impresión de que los personajes que me daba ya existían en alguna parte de mí.

Desde la primera semana de rodaje, sentí algo intenso. Se lo dije a Manuel y me dijo: "Sí, me gustaría que la película estuviera ya acabada". Sentía con tal fuerza que estaba tocando algo que tenía miedo de perderlo. Caminos Cruzados es una película importante en mi vida, a lo mejor la más importante que he hecho hasta el momento. Ha sacado muchas cosas de mi mismo.

¿Qué pasó para que de repente esta película fuera más esencial que otra?
Creo que viene del hecho de que Manuel tenía más distancia con la historia. Por ejemplo, el personaje de Benoît Regent en "A la campagne" estaba muy inspirado en Poirier en ese momento de su vida. "Western", es una historia de su amistad conmigo y con otros. Con Caminos Cruzados, es la primera vez que adapta un libro y que cuenta una historia que, a priori, no es la suya. Nos sentíamos más sueltos. Es gracioso porque es una historia que nos ha trampeado a todos. No sólo a Manuel y a los actores sino todo el equipo, hasta los que trabajan con él desde el principio. A menudo es así cuando tomas más distancia: te dices a ti mismo que no eres tú y te sorprendes en poner mucho más de ti.

También es la película que expresa soledad más que en otras.
No estoy tan seguro. "Te quiero" también era una película muy dura sobre la perdición. Pero sí es posible que sea la que más ha condensado los motores de su inspiración: el miedo al abandono, la relación con las mujeres, el sitio que ocupamos en el universo, cómo tratamos de vivir con nuestras contradicciones. Víctor y Félix están de viaje, huyendo de algo hacía no se sabe donde, están condenados a estar solos, sin referencias. Son como Poirier y como todos nosotros: en busca de una familia. También hay muchas cosas de "Western" con estos dos personajes de los que uno es más paterno y el otro más infantil. Al final hemos llegado a la conclusión de que era una película distinta de las demás de su filmografía. En realidad, Poirier siempre está haciendo la misma película. Y aquí, ha ido más lejos con esta búsqueda personal. Ya en su adaptación de la novela, ha simplificado muchísimo. Y en el rodaje y el montaje, era lo mismo. Ha cortado muchas cosas para conservar lo esencial, para concentrarse en Félix y en Víctor. Se le veía muy inspirado en esta película. Siempre me sorprende cómo la personalidad y el estado de ánimo del director impregnan una película, un equipo, una historia y cómo eso acaba viéndose en la pantalla. Para mí, Poirier es un verdadero autor. Siempre está en una búsqueda existencial, nunca hace trampas. No hace películas para el reconocimiento o para el dinero, sino para exorcizar cosas en él, para compartir su dolor de vivir con la gente.

La relación padre/hijo es central en la película. ¿Cómo la abordó?
Con Poirier hablamos de muchas cosas, aparte de que ahora somos muy amigos. Hablamos de la gente, de las mujeres, de los hombres, de todo… Pero no hablamos demasiado de los personajes. Cuando leí el guión, me pareció conmovedor, que había momentos muy divertidos, que siempre era sorprendente, no sabía qué dirección iba a tomar y me pareció que estaba muy bien escrito. Creo que es una película en la que todo el mundo se puede reconocer y proyectarse.

Mucha gente es padre y todo el mundo ha tenido un padre, o ha conocido la ausencia de un padre o de una madre. Es algo esencial en nuestras vidas. La ausencia de la madre en la película la vuelve más presente. ¿Cómo llevan su ausencia el padre y el hijo? Eso es también lo que pueden ver las mujeres en la película. Ves al padre que está sólo frente a su hijo, sin saber como imponer su autoridad, diciéndole a su hijo que se esfuerce en el colegio, cuando su hijo ve que su padre es un fracasado en la vida. Hay todas estas contradicciones en la película.

Las escenas de las comidas son mucho más tranquilas que en sus anteriores películas…
Al principio había muchas más escenas de comidas entre padre e hijo, y había algunas con mucha conversación, pero ya no están. El hecho de que padre e hijo no tengan una relación muy fluida ha llevado a Poirier a una situación sorprendente para él mismo. A mí, personalmente, me encanta actuar sin texto. Y como espectador, cuando los personajes me enganchan, me gusta verles bebiendo un café sin decir nada, que estén perdidos en sus pensamientos, que el tiempo pase. No tiene porqué ser aburrido, lento o pesado. Es un placer poder ser testigo de esta clase de escenas. En el guión, también había muchas voces en off. Es mucho mejor, significa que todo está en la imagen y que se asume el lado doloroso de la película. Al mismo tiempo, no se puede decir que Caminos Cruzados sea una tragedia. Hay momentos muy divertidos.

¿Cómo se desarrolla un rodaje con Manuel Poirier?
Manuel tiene una manera muy audaz de trabajar. Trabaja con una libertad que nunca he visto en otra parte. Nunca dibuja story boards, no hace su película él solo en su despacho. Necesita que los demás existan a su alrededor para hacer su puesta en escena, que comienza con el casting. En el rodaje, se toma su tiempo para mirar a su alrededor, preparar el espacio, hacer varios ensayos para encontrar la inspiración, para saber donde va a poner la cámara. Para mí, que soy actor, es la cosa más incomprensible y mágica. Tengo la impresión de que esta manera de trabajar está cada vez más clara para él. Solucionaba muchas escenas en un solo plano. Y para que estos planos se tengan en pie, algo tiene que suceder en su interior.

El hecho de rodar planos/secuencias largos, ¿cambia la manera de actuar?
No actúo con nadie como actúo con Poirier. El cine es muy caro, mucha gente adopta la filosofía de la fabricación, inspirada en los americanos: tenemos miedo de no gustar a mucha gente y queremos asegurarnos de contar una historia supuestamente dinámica, con un montaje muy rápido. Manuel no tiene este espíritu en absoluto, no piensa en el producto futuro, se queda en el presente. Siempre está en el riesgo, no sabe qué película va a hacer, no sabe cómo va a rodar las escenas. Confía en todo lo que nos cuenta, en el ambiente, en rodar en orden cronológico. Es el único en filmar cronológicamente y eso es un regalo. Todo lo que se vive en el rodaje alimenta tu personaje y permite a todo el equillo participar realmente en la historia.

Hay muchos momentos únicos en su cine, que no puedes repetir, que no te podrías imaginar en un story-board. Toca una verdad que requiere mucha sensibilidad y audacia.

Para el actor también, supone correr más riesgos...
Manuel tiene mucho talento con los actores. Es capaz de sacar de ti cosas únicas e increíbles. Está fascinado por este trabajo y es eso también es lo que me fascina en él. Conocerle ha sido una suerte increíble para mí. No soy cinéfilo, no sabía nada del cine, sólo había trabajado en teatro. Me dio el gusto por el trabajo. Me gusta confrontarme a otras naberas de trabajar y me gusta mucho actuar. Pero es verdad que con Poirier, entras en una gran fluidez.

En una película, siempre hay un momento en que te bloqueas, o en que actúas mal, del que no sabes cómo vas a salir. No sé de donde saca Poirier este talento y esta sensibilidad para conseguir disolver este malestar, hacer que los actores sean capaces de ponerse en peligro. Manuel te dice "haz lo que quieras", y es una frase que normalmente no oyes nunca en cine. Esta responsabilidad puede asustarte a veces pero ése es el juego. Hay que asumir sus dudas, aceptar que nos podemos equivocar. Con Manuel, siempre se está buscando. Trabajar con él me ha hecho comprender que sólo se puede jugar en lo imprevisto, cuando no se tiene todo bajo control.

A veces, Poirier cambia el texto de uno de sus actores sin decírselo a los demás. Así, siempre eres frágil . Como en la vida... Eso es lo que da la impresión de que los personajes existen realmente. La encarnación no es un asunto de seguridad.

¿Cómo fue el encuentro con el joven Kevin Miranda?
Creo que Poirier elige muy bien a los actores. Ya en "Western", quedaban tres actores para interpretar a Nino, mi amigo. Cuando subí a París para hacer los ensayos con ellos, yo no estaba seguro. Pero Poirier supo enseguida que era Sacha Bourdo a quién había que guardar. Tiene un ojo extraordinario. Y con Kevin, sucedió lo mismo. No nos parecemos mucho físicamente y sin embargo, no nos hacemos nunca la pregunta. Manuel podía haber tenido miedo, pensar que mi acento español iba a causar problemas. Pero una vez más, funcionó sin el miedo. ¿Y la elección de Lucy Harrison y Mélodie Marcq, las dos actrices principales?
Es genial leer un guión de Poirier imaginándote los actores que va a elegir para encarnar a los personajes. Roselyne, por ejemplo, es alguien voluptuoso sobre el escenario. Y cuando ves llegar a Lucy Harrison, te dices "Ah, sí, es ella" Y tienes la impresión de que se dobla la potencia de lo que has leído. Cuando ves los actores que ha elegido Poirier, nunca dudas. A menudo, los directores tienen miedo de que no funcione, necesitan asegurarse con gente conocida o experimentada, pero gente que propague un aura lo quieran o no. Lucy Harrison y Mélodie Marcq son verdaderas personalidades, y se lo transmiten a sus personajes. No es necesario hacer aprender un largo monólogo a un actor para saber cómo son capaces de actuar. Para los ensayos de Roselyne, por ejemplo, Poirier eligió una escena en que yo conduzco y ella canta a mi lado. En la forma de cantar y de mirar al otro, Ves a Roselyne y a Victor o sólo ves dos actores. Me encanta esta parte inexplicable del trabajo.

¿Su amistad con Poirier le da un lugar especial en el rodaje?
Tengo una complicidad con Poirier, pero cuando se trata de actuar, es entre los actores donde tienen que pasar cosas, no entre Poirier y yo. En los rodajes, se espera mucho, hay muchos momentos en los que te relajas y hablas de otras cosas. Conozco a Poirier, y sé que roba planos, que filma a veces sin avisar. Mi complicidad con él me ha ayudado a ver eso y a avisar a los demás: "Puede que nos vaya a filmar, así que no hay que parar bruscamente de hablar porque nos pilla la cámara. Pero el hecho de saber eso no te vuelve más seguro que a los demás. ¡Estás en la misma mierda! Estás obligado a actuar como ellos y con ellos. Y eso es un regalo para un actor. Nunca estás en ti, en tu juego, en tu interior. Estás obligado a hacerlo con los demás, de estar ahí y reaccionar ante lo que hacen.
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